“Al jugar animalitos tengo más efectivo de lo que me da un cajero automático”

Loteria Animalitos Catia

Aunque la Lopna prohíbe el ingreso de menores de edad a los establecimientos de juegos de envite y azar, en las barriadas caraqueñas esto es letra muerta. Los chamos hacen colas para comprar los numeritos a cualquier hora del día. Es dinero rápido y sin esfuerzo que crea adicción, según los especialistas. Algunos refieren que sus papás los mandan al quiosco de las loterías a probar suerte y con ella garantizar el almuerzo del día.

Caracas. Con lo que gané jugando animalitos completé para pagar la bolsa del Clap. Me ayudo mucho con ese dinero, además porque es efectivo, cuando gano me dan más que lo que saco de un cajero automático.

Israel Peña, jugador, lo dijo sin tapujos mientras hacía la cola en un quiosco ubicado en Chacaíto. Tenía más de 15 personas por delante, pero él aguantaba con el sol tostándole la frente. Es un rebusque, con el sueldo no puedo comprar comida. Ahora si invierto 500 bolívares, me gano  15.000 bolívares, que por lo menos sirven para el pan. Y ya me tocó pagar la bolsa del Clap con eso.

Peña contó que prefiere hacer la cola en el quiosco que en un cajero por 10.000 bolívares. “Es dinero en efectivo”, dijo, con una risa disimulada.

Legal o no, la “lotería de los animalitos” se convirtió en el rebusque de muchos venezolanos. “Pero caer en el juego de la lotería es como entrar al vicio de las drogas, el cigarrillo y el licor”, así de tajante fue el profesor Hernán Matute de la Cátedra Libre antidrogas, de la UPEL.

No es nuevo que la gente apueste a los animalitos. Ya lo hacían en los años 50 en el Zulia y en los pueblos del oriente del país, cuando alrededor de la plaza se reunía la gente para ver el sorteo de los animalitos, el cual se hacía con un bombo y se cantaban con un micrófono o a viva voz. En el carrito por puesto, en la esquina, en el juego de dominó, en la bodega, en los trabajos se hizo popular esta lotería que se juntaba con los quinticos y con las carreras de caballo.

En ese sorteo participaban los números del 1 al 31 y a cada uno se les asignaba un animal.

Las probabilidades de ganarse un premio son muy pocas. Dicen los matemáticos que de 100.000, uno. Ese es un juego estructurado que da una sensación o una ficción de triunfo. Es engañoso y afecta más a la clase popular, la clase baja de la población. De hecho, las estadísticas dicen que 80 % de los que juegan son los ciudadanos de bajos recursos económicos, destacó Matute.

De las estadísticas a la realidad hay un trecho largo, pues este juego de envite y azar lleva meses calando en la mente de los venezolanos. Y así como en los años 50 se hizo popular, de nuevo está de moda.

Se escucha incluso entre los cajeros de los bancos, las mujeres, en la cola del pan. Creo que donde más hay gente ahora es en los quioscos. Desde que están los animalitos la gente está más entretenida, parece que se le olvidaron los problemas del país, dijo Rafael Rosario, dueño de una agencia en la parroquia Coche.

Rafael se inició vendiendo loterías a pie, iba por todos lados con sus papelitos anotando las apuestas hasta que logró tener una agencia fija. Esto que estoy viendo hoy en día es asombroso, los animalitos tienen entretenida a la gente, como juegan cada hora. Pareciera que eso sirvió para bajar la presión en la calle, dijo.

Ciertamente, desde muy temprano personas sin distinción de sexo y edad se aglomeran en las agencias de lotería y organizan sus apuestas a lo largo del día. Sortean 10 veces durante la jornada de lunes a domingo en los horarios: 09:30 a. m., 10:30 a. m., 11:30 a. m., 12:30 m., 01:30 p. m., 03:30 p. m., 04:30 p. m., 05:30 p. m., 06:30 p. m. y 07:30 p. m.

Eso básicamente es la depauperación de los sectores populares. La gente se hace la ilusión de que puede ganar, y en realidad no hay relación entre las ganancias y lo que inviertes a lo largo del día. Quedan atrapados en la ley de las probabilidades. Quizá ganan dos o tres veces al mes, y pierden 28 veces, por eso la suma de lo que se obtiene en función de lo que se invierte es negativa, el pueblo termina al final empobreciéndose, y quienes deberían explicar eso no lo hacen, porque todo es un negocio. Al final se vuelven adictos, explicó el profesor.

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Los de a pie piensan que se trata de un rebusque que no tiene penalización, salvo su venta a los menores de edad.

Ahora con el tema del efectivo están pagando solo las apuestas menores a 20.000 bolívares. De ahí para arriba le hacen a uno transferencia. O también sucede que si pagas los números con tarjeta de débito, dependiendo del monto, de una vez te aclaran que si ganas te hacen una transferencia, comentó José Palma, jugador, quien además dio toda una teoría de las jugadas: En mi caso gano casi todos los días porque estudio las probabilidades de los animalitos que salen. He tenido éxito si sueño con un animal y lo juego.

Hay quioscos ubicados en plenas avenidas, en sitios céntricos y mercados, donde la venta a menores se limitó por completo. Sin embargo, sucede que los más chamos piden el favor a los amigos mayores y en eso el vendedor no tiene opción.

También se está dando el caso de los padres que mandan a sus hijos a jugar con el pretexto de que se necesitan esa plata para comprar comida.

Prevenidos vendedores 

El Consejo Municipal de Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes de Chacao, antes de que el fenómeno se extienda a esa zona sacó una resolución dirigida a los dueños de las agencias para recordarles que la Lopna prohíbe, en el parágrafo único del artículo 92, a los menores de edad ingresar a casinos, casas de juegos y lugares donde se realicen apuestas; y que además el artículo 229 establece sanciones: “Queda prohibida la entrada de niños, niñas y adolescentes a locales o establecimientos donde se realicen juegos de envite o azar. Su incumplimiento o quien lo favorezca o lo permita acarreará la suspensión inmediata de tal actividad, y será sancionado o sancionada con multa de treinta unidades tributarias a noventa unidades tributarias”.

La resolución será entregada esta semana a más de 60 agencias establecidas en el municipio Chacao.

Foto: Francisco Bruzco


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