Alfonso Salas lleva 60 años de dedicación al sector Transporte

Hoy se encuentra satisfecho con lo alcanzado. De 14 socios, sumaron 300. En junio cumplirá 93 años, la línea que fundó llegó a los 60. “Y ahora es que falta por construir, tenemos mucho camino que recorrer, incluso yo tengo tareas por hacer”.

Caracas. Un hombre lleno de recuerdos, actualizado y activo. Ese es Alfonso Salas quien, a sus 92 años, lucha por las reivindicaciones de los transportistas del oeste de la ciudad.

Con dificultad auditiva y reducción de su capacidad motora, asiste a reuniones, a protestas, a celebraciones y a cuanto espacio de encuentro se dé en la casa de Propatria, donde funciona la línea de conductores Casalta-Chacaíto-Cafetal.

Con 26 años ya estaba sobre el ruedo, con un carro por puesto usado. Le colocaba un cartón en el parabrisas donde anunciaba la ruta.

Con la revolución del ’45 fue que iniciamos esta lucha. No había transporte formal en Caracas. Solo los carros de cinco puestos y los camiones que cargaban pasajeros, comenta.

Luego, contó, llegaron 400 autobuses de 25/30 puestos para la línea Propatria, manejada por los hermanos Lucas. Pero nosotros no formábamos parte de la agrupación. Éramos cerca de 14 conductores de por puestos que queríamos ser reconocidos y tener nuestros cascos y no nos daban los permisos.

Salas se organizó con sus compañeros e iniciaron los trámites. Llevaron cartas a Tránsito, a la oficina que estaba en San Martín, donde los dirigentes eran de los partidos AD, Copei y URD.

Las negociaciones y peleas nos llevaron a ceder y a aceptar ciertas imposiciones. Sin embargo, lo vimos como un avance. Estábamos siendo reconocidos. Nos dieron los permisos y los cascos, pero estos debían llevar el color amarillo del partido URD.

Así, 30 carros salieron al asfalto ya con la legalidad del caso: de Casalta a Chacaíto y Las Mercedes. Luego se expandieron a El Cafetal.

Alfonso Salas lleva 60 años en el sector transporte

Durante el gobierno de Rómulo Betancourt hicieron un paro de tres días. “Casi lo tumbamos”, dijo Alfonso Salas. Se llevaron preso al presidente de la Central Única de Carros Libres y por puestos, Orlando Reyes. Salas estaba escondido mientras se calmaban las aguas.

El pasaje y la legalidad de las líneas era el motivo de las protestas. Para ese entonces ya existían 14 líneas en el oeste de la ciudad.

Querían también que el gobierno aprobara la circulación de carros con mayor capacidad.

Por la época del primer gobierno de Rafael Caldera, estaba la propuesta de convertir camiones pequeños en carros de 9 puestos. Y les dijeron que no eran adecuados.

Dos socios fueron a Maracaibo y transformaron sus unidades. Posteriormente, llegaron los microbuses de 20 puestos y de 32.

Ya para el 2001-02 se creaba Fontur, un fondo establecido por y para los transportistas para la compra y repotenciación de los carros, lo que Salas llamó mejoramiento de unidades.

El mercado, más específicamente las rutas, se llenaron de Encavas. Su línea llegó a tener 180 unidades nuevecitas. “Pero del 2013 para acá todo lo que se había logrado se acabó. Nunca más nos dieron créditos para la adquisición de los carros, y eso que éramos buenos pagadores, y llegamos a lo que tenemos ahora, un servicio colapsado”.

Con esfuerzo, por la capacidad reducida de la audición, Salas se toma su tiempo para entender cada pregunta, que responde con lucidez y precisión:

“Son muchas anécdotas, muchas experiencias positivas, pero una que recuerdo es que durante una época estuve trabajando en el Instituto Nacional de Deportes [IND] como secretario de bolas criollas y eso significó que siempre teníamos a un jugador en los campeonatos, que viajábamos a los juegos en el interior del país y durante una semana la pasábamos muy bien”.

También rescata que él puso el primer arbolito en la sede de la línea y que buscó a alguien para montar el pesebre, una tradición que se extendió por décadas.

Su carro le costó 12.000 bolívares, hace 60 años. Lo perdió en un incendio en la época cuando apenas comenzaban a verse los frutos de sus luchas. No pudo recuperarlo porque no tenía dinero para hacerlo. No obstante, se quedó en la línea, en labores administrativas, llevaba el pulso de todo lo que ocurría con los socios.

“Hasta les daba consejos matrimoniales. Yo me casé con una buena mujer, tuve 10 hijos y nunca la dejé a ella ni a los muchachos. Les decía que conservaran a sus esposas, que las respetaran, que nos les pegaran, que las cuidaran y que no las dejaran”.

Alfonso contó que compraron un terreno en Propatria para que funcionara la línea, luego alquilaron una casa y por último compraron la casa número 39 ubicada en la segunda calle de Propatria. Ahí centralizaron todo lo concerniente al número de socios, los beneficios, la cartera de créditos. Incluso lograron un convenio con una clínica cercana y acordaron pagar cuotas a varios médicos para que atendieran a los conductores y a sus familiares.

Hoy Salas se encuentra satisfecho con lo alcanzado. De 14 socios, sumaron 300. En junio cumplirá 93 años, la línea que fundó llegó a los 60. “Y ahora es que falta por construir, tenemos mucho camino que recorrer, incluso yo tengo tareas por hacer”.

Alfonso Salas, es un referente en Casalta

No va todos los días a la oficina. Sus hijos (ninguno siguió sus pasos en el transporte), sus nietos y biznietos lo llevan a todos lados. Es un referente dentro del gremio. De hecho, mientras Crónica.Uno conversaba con él, en el porche de la casa administrativa, todo el que pasaba lo saludaba, le estrechaba las manos. Las miradas hacia él eran todas de respeto y admiración. Padre, papa, don, así lo nombraban con gestos de cariño.

Hoy en día hasta se llena de orgullo cuando dice que “la Casalta-Chacaíto era la única línea formada por venezolanos y que luego, cuando quebraron la de la Andrés Bello y Bello Monte, fue que hicieron un convenio para incluir extranjeros. También fue una de las primeras que aceptó damas (no usó el término mujer), por allá en la época de los 80.

Alfonso Salas es un referente positivo en Propatria y Casalta. Sinónimo de lucha y perseverancia, dicen sus compañeros de faena.

Fotos: Mabel Sarmiento Garmendia


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