Semana tras semana, vendedores ambulantes del centro de Caracas viajan a la frontera de Venezuela con Colombia a comprar chucherías y llevarlas a la capital, pues ya no es rentable comerciar productos nacionales. El panorama es similar para sus clientes, quienes prefieren invertir en grandes cantidades de estos productos porque sus precios son más accesibles.

Caracas. Atrás quedó la época en la que los productos venezolanos eran revendidos en Colombia por sus bajos precios, ahora sucede a la inversa. Hasta tres días tardan los vendedores ambulantes en ir y venir del vecino país con chupetas, caramelos, galletas y chocolates que las bodegas y supermercados venezolanos solían vender. La crisis económica hace inviable revender chucherías nacionales, pues el margen de ganancia es bajo y las personas buscan lo más accesible para resolver la merienda de sus chamos.

A pocos metros del pasaje Linares y sus paraguas, un pequeño bulevar improvisado resalta en la plaza El Venezolano. Venta de desayunos y almuerzos, útiles escolares, tortas y quesillos contrastan con los vendedores informales ubicados en los alrededores del mercado de San Jacinto que ofrecen mercancía que ya no se suele ver en abastos formales.

Se trata de productos que para muchos son parte de una Venezuela pasada, pues era común verlos hasta en el negocio más pequeño. Hoy son evidencia de que hasta la forma como se distribuye y compran las chucherías es distinta. José, un vendedor que pidió mantener su nombre real en reserva, ofrece chupetas, caramelos y galletas rellenas al lado del mercado de San Jacinto. Semanalmente viaja con tres o cuatro personas más a la frontera con Colombia para comprar esa mercancía y venderla casi al doble de lo que le cuesta.

El paquete de galletas lo vendo en 22.000 bolívares. En Colombia lo compré antes de Semana Santa en 3800 pesos, pero a eso se le suma todo lo que uno tiene que pagar de vacuna y por si los guardias se ponen ‘popis'”, señaló el vendedor”.

Hasta el Domingo de Ramos, un bolívar se cotizaba en un peso colombiano, es decir, José compró el paquete de galletas en 3800 bolívares al cambio por la misma cantidad de pesos. Durante Semana Santa, la moneda se devaluó a 0,58 pesos por bolívar, por lo que el paquete –en una semana– aumentó a 6550 bolívares. Pero en realidad, José calcula que cada paquete de galletas le costó 11.000 bolívares si toma en cuenta lo que tuvo que pagarle a funcionarios de seguridad para que no le decomisaran la mercancía, y gastos por transporte y comida.

El pasaje de ida y vuelta –en autobús– de la ruta Caracas-San Antonio del Táchira del último viaje de José costó alrededor de 80.000 bolívares. Menciona que –sumado al precio del pasaje– quienes emprenden el viaje semanal a la frontera deben lidiar con alcabalas policiales que piden algo a cambio para dejarlos avanzar a la capital.

A veces los guardias piden pesos colombianos porque cerca de Colombia todo se maneja en pesos, nada de bolívares. Otras veces piden mercancía pero no hay un monto fijo o una cantidad fija de mercancía, todo depende de los guardias que toquen”, señaló.

De retorno José trajo consigo más de 100 paquetes de 24 chupetas y varias bolsas de galletas y caramelos, todos de una marca colombiana. Pese a todos los gastos que acarrea ir a comprar mercancía a Colombia, resulta ser mejor negocio que comprar y vender productos venezolanos.

Rebeca Quintana, secretaria con un hijo de ocho años, cada dos semanas compra un paquete de galletas que contiene 12 empaques –de seis galletas cada uno– para las meriendas del niño. “Ahorita aumentó, pero aún así cada empaque me sale en 1800 bolívares. Todos los días le meto uno en el morral y así amortigua un poco en las tardes mientras llega a la casa”.

Rebeca menciona que –comparadas con otras chucherías– estas galletas son una “ganga”. Los chocolates nacionales no bajan de los 5000 bolívares y las chupetas y dulces que venden en el Metro y las camioneticas –con precios más accesibles– solo se pueden comprar con efectivo. “Al menos con estos vendedores, aunque se compra al mayor, se puede pagar por punto de venta”.

Otros ven en la compra al mayor de chuchería importada una oportunidad para obtener ingresos extras. Mirian Graterol va dos veces a la semana –dependiendo de cómo se muevan las ventas en su kiosco– al casco histórico de Caracas a comprar mercancía y venderla en su negocio ubicado en El Paraíso.

Galletas Oreo, Pingüinos y Nutella (todos importados) son los dulces que más vende Mirian en su kiosco. “La Nutella mediana es la que más se lleva la gente. La Oreo la buscan mucho porque tiene tiempo que no se ve en la calle y el precio es accesible”. Cada empaque de cuatro galletas, lo vende en 3000 bolívares, pues el paquete de 12 ella lo compra en el centro de Caracas en 20.000 bolívares.

Es así como Mirian –de vender pepitos, tostones, “barriletes” y caramelos venezolanos– pasó a tener, en su mayoría, productos importados en su kiosco. Le cuestan menos, son de mejor calidad y le gustan a su clientela. Solo así puede seguir rebuscándose.


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