La escasez de leche y su alto precio en el mercado negro ahogan a las familias con niños pequeños. La sustitución del rubro es la principal causa de niños desnutridos.

Maracaibo. El llanto del bebé de Sara Paz, una comerciante de 17 años, era débil y sin lágrimas. Tiene el cabello rubio, erupciones en la piel y secreciones en los ojos, cuya causa aún no detectan. El niño de un año y cinco meses pesa cinco kilos con 800 gramos. Llegó al Hospital Universitario de Maracaibo (HUM) debido a los síntomas presentados en su tez, pero su diagnóstico fue el mismo que le señalaron hace un mes, cuando fue internado en el mismo centro de salud por desnutrición.

Pocas veces su madre tiene la oportunidad de comprarle un kilo de leche completa a los “bachaqueros” para mezclarla con otros alimentos. El resto del tiempo, el niño toma crema de arroz solo con agua o sopas. “Yo me imaginé que esto iba a pasar, estaba demasiado descuidado, yo no estaba pendiente de él. Me la mantenía viajando de Maracaibo a Los Filúos o Maicao por comercio”, cuenta la adolescente de rasgos indígenas.

El niño —al que su progenitora prefirió mantener anónimo— tiene un hermano gemelo, pero solo él presenta el cuadro de desnutrición. “Desde pequeño siempre ha sido así, desde que llegamos ayer, ha pasado todo el tiempo durmiendo”.

“Hay casos de niños desnutridos como arroz acá, yo diría que de cada 10 que ingresan, ocho tienen esa condición”, aseguró un médico que no se identificó en la Unidad de Capacitación para la Atención Integrada a las Enfermedades Prevalentes de la Infancia del HUM. Ejemplos similares se presentan en el Hospital Chiquinquirá y el Hospital Adolfo Pons.

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Isabella Bracho es una niña de ocho meses, que pesa cinco kilos con 800 gramos. Su familia vive del día a día de los trabajos independientes de su padre, mecánico. Ayer no tuvo suerte en la calle y regresó con las manos vacías a su hogar, por lo que su madre debió pedir que le suministraran suero vía intravenosa, pues no contaban con los alimentos que generalmente ingiere la bebé.

“Ella solo toma jugos naturales, sopa, puré de plátano con mantequilla y queso o masa de arepa desde los cinco meses”, afirma su madre, Marioska López, un ama de casa de 25 años. La niña permanece acostada en la camilla del hospital inmóvil y con los ojos entrecerrados. “Ella no se mueve como una niña de ocho meses”, agrega.

Explica que desde los tres meses, Isabella manifiesta su negativa a tomar leche materna, lo que complicó todo en su hogar. “A esta edad no puede tomar leche completa. Cuando puedo le compro la maternizada, que en el centro, los 400 gramos cuestan 9.000 bolívares y me dura uno o dos días. Pero desde hace dos meses no he comprado, ya está en 15.000 bolívares”.

Durante su embarazo hacía colas en los supermercados, pero solo lograba conseguir pañales. “A los ‘bachaqueros’ sí les venden la leche, pero a uno que lleva un informe no”. Su caso se complica más, pues su hija es cardiópata y sufre de constantes convulsiones, por lo que “mueven cielo y tierra” para conseguir los medicamentos. La falta de oxígeno en su cerebro también representa un impedimento para el aumento de peso de la niña.

Desde que Isabella ingresó en la Unidad de Cuidados Intensivos hace dos meses por su coartación de aorta y ductus persistente, su familia se vio obligada a vender su radio y televisor y ahora come una vez al día.

Daniela Guerra, directora general de la Comisión para los Derechos Humanos del Estado Zulia (Codhez), explica que a pesar de que no llevan estadísticas de los casos en la capital zuliana, estudian la situación que afecta a los niños de la región Guajira. “Hay identificados 12 casos de hace un mes de malnutrición, pero estamos seguros de que hay muchos más. Por ejemplo, ayer se hizo una visita en la que se encontró una familia en donde todos lo padecían”.

A principios de junio registraron la muerte de dos hermanos por esta razón; un bebé de siete meses y un niño de siete años. Guerra critica que los organismos municipales y regionales no tomen acciones para prevenir los casos, ni identificarlos, ni atenderlos. Argumenta que las familias de la zona no se pueden alimentar por la dificultad para conseguir productos y comprarlos con un bajo poder adquisitivo. “Tienen un sistema casa por casa que no incluye productos de higiene, ni proteína. Antes incluía un pollo, pero ya no”.


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