Seguidores de Nicolás Maduro y de la revolución bolivariana acudieron al llamado de Diosdado Cabello de reunirse frente al palacio presidencial para “defender la revolución”, y desde ahí aseguraron estar dispuestos a hacer todo para evitar la caída del chavismo.
Caracas. Mientras en el Distribuidor Altamira se registraban disparos y bombas lacrimógenas producto de la insurrección cívico-militar convocada por el presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó; los militantes del chavismo se agruparon en el Palacio de Miraflores como parte de “la defensa de la revolución” a la que llamaron los dirigentes del oficialismo.
A las 9:00 a. m. los chavistas marcharon poco a poco desde puente Llaguno acompañados de música. Una vez en la entrada del palacio presidencial, los voceros de la tolda roja aseguraron, de manera consecutiva, que “el golpe” ya había sido derrotado.
Pese a la situación que se vivía en el interior del país (represión, enfrentamientos entre grupos de choque y militares, calles trancadas), el ánimo de los presentes se mantuvo intacto.
“Fuimos muy mano flojas con ese carajo, desde el 23 de enero había que meterlo preso. Pero al menos ahora sí se le enredó el papagayo porque están rodeados, ya no hay excusa, hay que joderlo, no se va a poder escapar“, dijo un hombre mientras se fumaba un cigarrillo y escuchaba el discurso que un dirigente que no conocía ofrecía desde un camión.
Otro hombre en el lugar insistió en que “la oposición aún no entiende que no se trata de proteger a Maduro”, sino que los chavistas “estamos dispuestos a morir por la Revolución”. “Este es nuestro proyecto, el del comandante Chávez, lo vamos a defender cueste lo que nos cueste”, exclamó.
La llegada del vicepresidente del PSUV, Diosdado Cabello, reforzó la opinión de los convocados. Acompañado de la alta plana política del partido de gobierno: Aristóbulo Istúriz, Tarek El Aissami, Érika Farías, Darío Vivas, entre otros; Cabello sostuvo que las acciones de Guaidó y quienes le siguen suponen un “retroceso”.
El vicepresidente del PSUV insistió en que se trataba de un momento de “definiciones” y lanzó una advertencia a los detractores del chavismo: “Aquí no queremos lloriqueos, que cada quien asuma su responsabilidad para lo que está por venir”.
Mientras una situación de conflicto se desarrollaba al otro lado de Caracas, en particular frente a la Base Aérea Francisco de Miranda (La Carlota), en Miraflores la gente escuchaba música y juraba que en caso de que la oposición intentara tomar el palacio, los recibirían a “coñazos”.
“No pasarán, no pasarán, no pasarán”, era la consigna que más se repetía en el centro del poder político venezolano.
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