Con harina traída de Cúcuta preparan hostias para la beatificación de Madre Carmen

En Venezuela no solo falta la comida sobre la mesa, también escasea la harina para preparar las obleas que se consagran para las hostias. El cuerpo de Cristo también se sirve con estrechez en algunos templos y este sábado, cuando se tiene previsto que acudan 10.000 feligreses al Estadio Universitario de la UCV, para la beatificación de la fundadora de las Siervas de Jesús, no será la excepción: las religiosas tienen las hostias contaditas.

Caracas. Es mediodía y solo el ruido de la porcelana surca el silencio en la casa de gobierno general de las Sierva de Jesús, la congregación que la caraqueña Carmen Rendiles fundó en Venezuela. Las religiosas están en su hora de almuerzo y no se oye más que el estallido de los cubiertos sobre los platos despercudidos. Es martes de lentejas, pero no es uno cualquiera, es la víspera de la beatificación de Madre Carmen. Hay mucho entusiasmo en esa casa de la parroquia Altagracia. Los suelos están húmedos por la mopa que se pasea por los pasillos y dos hombres restauran una imagen del Sagrado Corazón de Jesús en un patio interior, y otro más desprende telarañas con un cepillo que duplica su estatura.

—No nos cabe la alegría en el corazón, el gozo es inmenso —dice con los ojos despabilados Madre Concepción, una monjita de la congregación que nació en 1965 en Caracas.

Aquella expresión de regocijo es tal vez lo más cercano a un misterio, un enigma, en una casa de tanto silencio en pleno centro de Caracas. Desde allí todo parece estar listo para la celebración de este sábado, cuando se llevará a cabo la ceremonia de beatificación de su fundadora, en el Estadio Universitario de la Universidad Central de Venezuela (UCV).

Pero la crisis pone a prueba el mayor carisma de una congregación que, se dice, nació del amor de Madre Carmen por la eucaristía y se alimenta de harina de trigo, por aquello de su labor de preparar hostias, un oficio por el que se destaca la congregación y que se ha visto comprometido en los últimos meses por la escasez de materia prima en el país.

La capilla interior de la casa general de gobierno de las Siervas de Jesús

En Venezuela no solo falta la comida sobre la mesa, puertas adentro, también escasea la harina para preparar las obleas que se consagran para las hostias. El cuerpo de Cristo también se sirve con estrechez en algunos templos y este sábado, cuando se tiene previsto que acudan 10.000 feligreses al estadio de la UCV, no será la excepción: las Siervas de Jesús tienen sus hostias contadas.

En esta ocasión, la comunión no vendrá de la casa de Altagracia, en Caracas, sino de la ciudad de San Cristóbal, a 811 kilómetros de distancia, donde la congregación tiene una sede. El problema de escasez es profuso. Las monjas han tenido que comprar harina en Cúcuta para preparar el signo que repartirán ese día. De las comunidades ubicadas en San Cristóbal, Mérida, Valencia todas presentan dificultades para fabricar el signo de comunión que para los católicos representa el cuerpo del Mesías. El referido no es un problema menor. La casa ubicada en Nueva Esparta dejó de producir hace varios meses y fue cerrada por falta de personal.

En Caracas la producción estuvo detenida prácticamente durante todo enero. Aquello era entonces el anticipo de un problema que se agrava. Las Siervas de Jesús, que además asisten a los sacerdotes diocesanos y seminarios, también sufren la crisis que asedia al país y, en ocasiones, han tenido que coquetear con “el mal espíritu” del mercado negro para abastecerse de harina.

Pese a las dificultades, los talleres en Caracas no paran y funcionan por la piedad de los creyentes, quienes sorprenden por su generosidad. Cada día se producen, en la casa de Altagracia, entre 10.000 y 15.000 hostias, un número que luce pequeño frente a la demanda de más de 200 parroquias religiosas del Área Metropolitana y otras ubicadas en el interior.

Hoy ese taller, que funciona con dos empleadas, intenta responder a la demanda de la Iglesia. Para cumplir sin contratiempos, solo en Altagracia se requieren mensualmente por lo menos cinco sacos de harina de trigo sin leudante. El requerimiento se torna ambicioso en un contexto en el cual hasta las panaderías carecen de su principal insumo: harina.

Al problema de la escasez y los altos costos se le adhiere otra dificultad que extrema las condiciones de trabajo: los bajones de luz que dejan sin energía eléctrica a la plancha donde se preparan las obleas. Las trabajadoras del taller de Altagracia registran más de cuatro bajones por jornada y ello entorpece el trabajo.

En lo que va de 2018, las religiosas venían atendiendo la demanda de las iglesias con las reservas que tenían del año pasado, mientras, en muchas parroquias, intentaban revivir aquella escena de la multiplicación de los panes.

Carmen Suárez, la religiosa responsable del taller, está consciente de que en los altares se comparten las hostias con la misma estrechez que las familias más pobres se reparten los alimentos en medio de la crisis. Desde 2016 comenzaron a sentir los rigores de la escasez, en 2017 emprendieron una campaña llamada “Dona harina por amor a Cristo”, que movilizó muchos donativos.

La congregación tiene otros talleres en el Colegio Belén de Los Palos Grandes y en Carrizal, todos en apuros por el desabastecimiento y la inflación.

En Altagracia, mensualmente gastan cinco sacos de harina para producir más de 300.000 obleas que se transformarán en el “cuerpo de Cristo”. El numero crece a siete cuando se acerca la Semana Santa, época en la que aumenta la demanda de hostias en las iglesias.

La mayoría de las iglesias del centro y el oeste de Caracas compran el pan para la comunión en el taller de Altagracia, donde también reciben pedidos de Guarenas, Anaco, Puerto La Cruz y Barquisimeto, cuenta Alba Arreaza, quien labora allí desde hace un año. Ahora tienen más demanda pues la coyuntura obligó a otras congregaciones, que también se dedicaban a la producción de hostias, a parar sus talleres.

Las Siervas de Jesús celebrarán en el Estadio Universitario de la UCV la beatificación de Madre Carmen

Obra y vida

Carmen Elena Rendiles Martínez es de El Paraíso. Nació en Caracas el 11 de agosto de 1903 y murió en mayo de 1977. Fundó las Siervas de Jesús de Venezuela en 1965. A partir del próximo sábado, 16 de junio de 2018, Madre Carmen ostentará el título de Beata otorgado por El Vaticano​, tras un milagro que se le atribuye, que sucedió en 2003.

El acto se realizará en medio de una eucaristía solemne en el Estadio Universitario de la Universidad Central de Venezuela, en Caracas, que comenzará a las 10 de la mañana. Será el cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos de la Santa Sede, en representación del Papa Francisco, quien declarará beata a la monja caraqueña.

Las pertenencias de Madre Carmen permanecen intactas en su habitación, ubicada en la casa de la parroquia Altagracia

Madre Carmen, quien practicó la humildad, la caridad y la oración, se convertirá en la primera persona nacida en la capital y la tercera en el país en ser elevada a los altares, tras la firma del decreto de su beatificación el pasado 18 de  diciembre por el Sumo Pontífice. La primera connacional elevada a los altares fue la Madre María de San José, beatificada el 7 de mayo de 1995, y luego Madre Candelaria de San José, el 27 de abril de 2008.

La fundadora de las Siervas de Jesús fue la tercera de tres hermanos y se crió en un hogar profundamente cristiano, donde se bendecía la mesa en las tres comidas del día. Realizó sus primeros estudios en el colegio San José de Tarbes. A los 18 años asistió a una escuela común de arte y dibujo, actividad que a Madre Carmen le llamaba la atención, pero tuvo que abandonarla para seguir su camino de religiosa.

Fotos: Julio Materano


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