De cómo en la frontera de Táchira aumentó el miedo y la incertidumbre

En las zonas fronterizas, la presencia de grupos civiles armados causa temor entre los residentes, quienes además están afectados por el cierre del paso. Muchos no pueden trabajar, enviar a sus hijos a las escuelas, ni abastecerse.

San Antonio del Táchira. “La gente corría porque disparaban por todas las calles”, relató Gustavo, un comerciante de San Antonio del Táchira que desde su local vio cómo en horas del mediodía del 23 de febrero la concentración convocada por la oposición para recibir la ayuda humanitaria en el puente Simón Bolívar fue reprimida por efectivos de la Guardia Nacional y grupos de choques del gobierno.

Gustavo, cuyo apellido se mantiene en reserva por seguridad, contó que en los años que lleva viviendo en esa ciudad cercana a Cúcuta, Colombia, no había sentido tanto miedo.

En las zonas fronterizas, que suele haber temores, el miedo creció en los últimos días.

La muestra de lo que venía

En Venezuela la crisis de gobernabilidad se agudiza. El 23 de enero Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional (AN), fue proclamado mandatario encargado en un cabildo abierto. Acto seguido, dijo que en el país habría un gobierno de transición, convocatoria de elecciones e ingreso de ayuda humanitaria, debido a que la prolongada recesión, la hiperinflación y la escasez de alimentos y medicinas ha golpeado severamente a las familias, y ha llevado a la migración de 3 millones de personas, según Naciones Unidas.

En un mes, Estados Unidos y la mayoría de los países europeos y de la región reconocieron a Guaidó como presidente interino y han considerado a Nicolás Maduro, que inició su segundo mandato el 10 de enero, como “ilegítimo” por las cuestionadas elecciones de mayo del pasado año.

El jefe de la AN a inicios de febrero anunció que varios países apoyaron a Venezuela mediante la entrega de medicinas y alimentos, insumos que llegaron con los días a la frontera. Tras recibir toneladas de productos, el líder opositor aseveró que su entrada a la nación era el 23 “sí o sí”.

Durante semanas, Maduro objetó el ingreso de esa ayuda y sus funcionarios se apostaron en dos de los estados fronterizos —Bolívar y Táchira— para evitar que cualquier cargamento cruzara la raya.

En Táchira, Freddy Bernal, designado por el mandatario como “protector” de la entidad, fue uno de los primeros en señalar lo que venía. El 12 de febrero expresó a medios de comunicación desde uno de los puentes fronterizos que “esta es una revolución pacífica pero armada. Tenemos milicianos expertos y francotiradores, y otras tácticas de guerra”.

La entrada de la ayuda se contempló en el puente Tienditas, que del lado de Colombia concentró los centros de acopio, mientras que el lado de Venezuela fue bloqueado con varios contenedores. Y con el pasar de los días, los oficialistas siguieron armando su estrategia para impedir que cualquier insumo pasara.

El 22 de febrero Tienditas volvió a ser centro. Del lado de Colombia se realizó el concierto Venezuela Aid Live con la participación de artistas nacionales e internacionales. En Venezuela, el Gobierno intentó emular lo que sucedía en el vecino país con otro concierto llamado Para La Guerra Nada, que solo fue por un día, pese a que las autoridades indicaron que sería de viernes a domingo.

Ese día el constituyente Darío Vivas, y organizador de las actividades oficialistas, señaló que los artistas que estarían en el puente serían “sorpresa” y que el 23 se efectuaría la distribución de unas 20.000 cajas Clap a familias del vecino del país, sin precisar cómo sería dicha entrega.

Pero el concierto organizado por el Gobierno también tuvo otro fin: mostrar parte de la fuerza de choque.

En la entrada de Tienditas estaban carpas con efectivos la Guardia Nacional y cerca de la tarima fueron ubicados milicianos de diversas partes del país. María Morales, una miliciana, contó que no tenía idea de quiénes estarían en el concierto, sí aseveró que su presencia allí era para “defender al Presidente Maduro”.

Junto con los milicianos, cuya expectativa de Maduro es que lleguen a dos millones, hubo empleados públicos y oficialistas que fueron trasladados en autobuses. Mientras los cantantes interpretaban la emblemática “Chávez Corazón del Pueblo”, el público era escaso.

El Gobierno en horas de la noche cerró el paso por la frontera.

Lo que sucedió

El 23 de febrero, día de traslado de la ayuda humanitaria, empezó con la deserción de militares en el puente Simón Bolívar, en San Antonio del Táchira.

Luego siguió la represión en Santa Elena de Uairén, donde murieron dos indígenas, cifras que siguió en ascenso con los días. En Ureña, donde fueron quemados tres camiones con ayuda, los efectivos agredieron con lacrimógenas y perdigones a los manifestantes, quienes tuvieron que retroceder y buscar refugios. Muchos fueron perseguidos en locales, casas y hoteles.

Foto: Luis Morillo

En el puente de San Antonio, del lado colombiano estaban grupos de venezolanos pidiendo que los dejaran pasar, en la otra mitad había militares, policías, y grupos de choque, además de miembros del partido de gobierno como Darío Vivas, Eduardo Piñate, entre otros.

En horas del mediodía, la oposición arrancó la concentración en esa ciudad. Cuando los residentes y opositores llegaron a la entrada del puente se encontraron con el bloqueo por parte de guardias nacionales que en minutos lanzaron gases y perdigones. No había transcurrido media hora cuando aparecieron civiles armados, vestidos de negro y con pasamontañas, disparando por la avenida Venezuela y las calles transversales.

La multitud corrió, muchos encontraron refugio en casas y comercios. Por las ventanas, los ciudadanos veían como esas personas armadas tomaban las calles y disparaban con armas largas y cortas. Hubo 16 heridos de bala, la mayoría en las piernas. Y ante el número de lesionados, el hospital fue tomado por los grupos de choque.

En algunos puntos, grupos lanzaban piedras a los oficiales de la guardia que respondían con gases lacrimógenos.

En la tarde bajó la represión, pero para ese momento ya San Antonio parecía una ciudad con toque de queda. En esas horas solo circulaban patrullas de las Fuerzas de Acciones Especiales (FAES).

El miedo ya se había apoderado de la frontera.

En la mañana del 24 de febrero las calles de San Antonio tenían poco flujo. Los sonidos que se escuchaban eran los gritos de los llamados “trocheros” que ofrecían sus “servicio” de traslado a Colombia. Situación similar sucedía en Ureña.

Una mayor movilidad se registró al mediodía de ese domingo cuando los civiles armados se dirigieron al puente Simón Bolívar, y tras ellos iban autobuses con seguidores del oficialismo y policías.

En el puente había un acto político encabezado por el primer vicepresidente del PSUV, Diosdado Cabello, quien junto con Bernal, Vivas, el comandante del Ceofanb, Remigio Ceballos y el comandante del Ejército, Jesús Suárez Chourio, dijo que el sábado fue la “muestra de la unión cívico militar”.

En las zonas fronterizas la dependencia de Colombia es elevada. Muchos trabajan y estudian en La Parada y Cúcuta, otros van por tratamientos médicos, y por la adquisición de comida y medicinas dadas las fallas de abastecimiento en Venezuela.

Pero esa rutina ha cambiado por el cierre de la frontera y por el temor que genera la presencia de los grupos de choque del Gobierno, que limita cualquier foco de reclamo. Pocos comercios están abiertos,  y aquellos que operan intentan rendir sus inventarios.

Mercedes, cuyo apellido también se reserva, administra una bodega y los insumos del establecimiento los compra en Colombia, por lo que aseguró que ahora todo será más difícil. “Aquellos que pasen la frontera por las trochas y traigan productos los venderán más caros. El cruce es un problema. No sé cuál será el futuro”.

Su hijo está perdiendo clases, no se atreve a enviarlo por las trochas. “Sin un cambio, tendré que irme”, añadió. La incertidumbre reina en esos puntos del país.


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