“Diseñé mi propia prótesis porque quería seguir trabajando”

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Ángel Sanguiño hace tres años sufrió un accidente que lo lastimó hasta el tuétano y le arrancó el brazo izquierdo. Cuando salió del hospital diseñó una prótesis a su medida y con ella ganó el premio Nacional a la Inventiva Tecnológica Popular en 2014

Mabel Sarmiento Gramendia/@mabelsarmiento

Caracas. Ángel Sanguiño, de 35 años, volvió a nacer el 20 de mayo de 2012. Ese día manejaba la moto de sus sueños por la autopista Francisco Fajardo, vía Catia. Dos carros que iban haciendo pique lo arrollaron y lo lastimaron hasta el tuétano.

“Venía de un estudio de grabación. Tenía un personaje en una película que ya fue estrenada. Y yendo a mí casa en Catia y en la recta que va hacia Caricuao crucé de un canal a otro y me arrollaron”.

Llegó al hospital con fracturas en la tibia derecha, en las dos rodillas, en los nervios asiáticos, en la cabeza, en la cara, sin el brazo izquierdo y con el hombro de esa extremidad completamente desarticulado.

Además perdió por completo el bazo y tuvieron que reconstruirle el hígado, así como el intestino. Cuatro meses, no lo sabe con exactitud, pasó hospitalizado y más de un año en rehabilitación.

Cuando estaba en terapia intensiva se enteró que iba a ser papá. “Mi esposa tampoco sabía, ella pensó que eran los nervios por el accidente. Esa fue como la energía que me hizo vivir. Hoy en día mi hijo tiene dos años y medio, y es mi batería”, contó Ángel.

Al llegar a su casa y verse en sillas de ruedas, usando pañales y dependiendo de los demás no  fue fácil. “Pero tampoco significó la derrota. Siempre fui optimista. Mi mamá es un ángel para mí, mi hermano casi se queda sin trabajo para estar conmigo y mi esposa es una mujer invaluable”.

Dijo no tener un discurso religioso de por qué le sucedió esto. Más bien trata de no pensar en ello para dormir en paz.

“Una vez en una rehabilitación un muchacho que solo había perdido la mano me dijo que había tomado cualquier cantidad de pastillas para quitarse la vida y me preguntó cómo hacía yo para superarlo. Le dije prácticamente que él no estaba peor, que mi esposa me bañaba, me cambiaba los pañales y yo -aun así- me sentía inmensamente feliz”.

Volver a empezar

Ángel tenía como pasión la actuación y el teatro, pero por dentro se sentía un creador, un inventor. A los siete años hizo un cohete a propulsión y regalo que su mamá le ponía en las manos, era un juguete que a los minutos estaba desarmado, y en proceso de reinvención. Así pasó la infancia, su la juventud, reparando cosas y diseñando productos para consumo propio.

Luego del accidente le empezaron a hablar de las opciones de prótesis y ninguna le cumplía la idea de volver a trabajar.

Contó que hubo psicólogos que le dijeron que debía dedicarse a otra cosa y uno llegó a decirle que estaba hasta beneficiado porque ahora pagaría medio pasaje. “Comentarios como ese escuché mucho, pero quería seguir trabajando y por eso pensé en crear mi propio brazo”.

Lo diseñó en la computadora y su tío (un técnico ortoprotesista) lo ayudó con los materiales y a armar la pieza. “Gracias a él, se llama Bruner Rodríguez, la construí. En ese momento estaba en silla de rueda y él fue un apoyo tremendo”.

El prototipo lo desarrolló con remanentes de otras prótesis. “Mi idea al principio era satisfacer mis necesidades, pero después vi un mundo carente de avances, un país en el que todavía se colocan prótesis con hebillas de metal  y correas de cuero, en pleno siglo XXI, cuando la gente tiene un teléfono inteligente con la tecnología de una computadora de hace tres años”, acotó.

Así hizo la primera extensión de su brazo. Hasta que le trajeron una pieza con material importado que tenía sensaciones mioeléctricas y que amplificaba las señales musculares. “La desarmé y agarré una depresión terrible cuando vi lo que era. Uno aquí tiene el mito que las cosas de afuera son impensables, y en realidad no es así. Era una pinza con una mano. Aquí la modificamos le hicimos la muñeca, el codo y el hombro. Le colocamos además un nuevo procesador y señales con las que se pueden controlar diferentes dispositivos electrónicos. Eso lo hicimos mi amigo (David Arispe) y yo en mi casa, y en la tienda donde trabajo. Simplemente usamos una segueta y un tornillo”.

Con ese producto final Ángel ganó la mención autodidacta del Premio Nacional a la Inventiva Tecnológica Popular “Luis Zambrano” 2014, galardón que dicho sea de paso le fue cancelado hace algunos meses.

Sin descanso

Esta experiencia pica y se extiende. Ahora Ángel trabaja de 10:00 am a 7:00 pm en una tienda de electrónica para móviles. Camina sin miedo, rompiendo las barreras sociales con su brazo mecánico y es muy querido entre sus amigos y compañeros de trabajo. Estudia el primer módulo de Electrónica en un instituto ubicado por Sabana Grande y está en fase de producción de su tercera prótesis.

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Ángel quiere ayudar a todo aquél que padece lo que él sufrió. Cristian Hernández/Crónica Uno

“Es prácticamente igual a la anterior, pero es completa desde el hombro, pesa mucho menos y es más barata. Es una novedad aunque no hemos logrado hacer una interface directa con el nervio. Lo malo es que estoy trabajando en algo en un país donde cuesta mucho traer las cosas de afuera, hacer tecnología no es fácil”.

Pero eso no le resta sentido a su visión: “me gustaría abrirle la puerta de mi casa a alguien que ha sufrido como yo y poder decirle que sí, que le voy a construir una prótesis”, finalizó.


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