Pedro Solórzano tiene 48 años viviendo en la comunidad y lamenta cómo la violencia se ha apoderado de la zona. Aseguró que el Gobierno los tiene olvidados

 Celina Carquez/@celinacarquez

Caracas. Pedro Solórzano parece un roble. Tiene 83 años, 19 hijos, 29 nietos, 9 bisnietos y 48 años viviendo en el barrio La Dolorita. Ha sido testigo y protagonista del nacimiento y transformación de unas barracas para damnificados en los años 50 a una populosa parroquia cercada por la violencia.

“Nació con las barracas (la antigua bloquera), cuando el río Guaire arrastró a un gentío en Petare, creo que en 1957. Fue fundado como tal durante el mandato del presidente Rómulo Betancourt. No vivían más de 60 personas”.

Es que La Dolorita era una hacienda cafetalera propiedad del empresario Telésforo Ramírez, quien tuvo que cambiar de actividad en 1952, durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez y transformar la hacienda en una fábrica de ladrillos y bloques, para cumplir con la política de construcción del gobierno de facto. Ese mismo año, Ramírez vendió su propiedad a la antigua Electricidad de Caracas, que tenía que instalar corriente para los hornos crematorios del Este de Caracas.

Solórzano afirmó que el barrio se llama así porque alguien vio reflejada en el río la imagen de la Virgen de Los Dolores, y de hecho, la imagen de la Hacienda La Dolorita era esta virgen.

Relató que poco a poco iban llegando nuevos damnificados y comenzaron a organizarse; se creó un dispensario que llamaban “el hospitalito” y fundaron escuelas. Él mismo ayudó a construir canchas para practicar deportes, sobre todo beisbol, y fundó un mercado popular que todavía funciona.

En la década de los 60 llegó más gente a hacer sus casitas, aunque a veces llegaba la Guardia Nacional,  se las tumbaba y las volvían a levantar. Así se crearon sectores como 17 de Diciembre, El Chorrito, El Guamo. Con la ayuda del Concejo Municipal y cuando Memo Arocha fue gobernador de Miranda, se organizaron y fundaron escuelas para los muchachos. Hoy hay 11 colegios y un liceo, pero necesitan más, pues muchos chamos deben ir a Petare a terminar el bachillerato.

“Fui presidente de la junta parroquial con el alcalde Raúl Bermúdez, pero cuando llegó el chavismo lo dejé, porque yo soy demócrata. Para mí no es sorpresa lo que está pasando. Conmigo no se mete nadie, ni los chavistas”, afirmó con orgullo. Todo el que pasa por su ventana se detiene a saludar a Pedro en señal de respeto.

Explicó que en 1980, cuando la comunidad se dio cuenta de que había crecido muchos hicieron lo imposible ante el gobierno regional para convertir a La Dolorita en parroquia. “Esta era una zona industrial con 400 empresas, esos impuestos los íbamos a invertir aquí, pero por política no nos lo permitieron”. Finalmente, lograron su meta y hoy tienen una población de 123 habitantes. Uno de sus principales problemas es la recolección de basura y las crecidas del Guaire, que en esa zona no ha sido embaulado.

A Solórzano le da dolor la violencia que se adueñó de la zona y los tiene a monte: “El que te conoce no te roba, aquí vienen muchas bandas de malandros. En una semana tuvimos ocho muertos. Estamos en el suelo. A veces ni agua llega”.

Aseguró que le guste a quien le guste, lo bueno que se hizo allí fue durante la IV República, y que los funcionarios solo vienen en elecciones, luego los olvidan.


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