Él es un albañil y ella una profesora de música. Viven en un barrio que tiene muchos problemas en Tocuyito, pero eso no es impedimento para hacer bondades y tenderle una mano a los más desamparados

Mabel Sarmiento Garmendia/@mabelsarmiento

Caracas. Hace 10 años aproximadamente comenzó la historia de Douglas Ramírez y su esposa Janeth Rodríguez. Y no se trata aquí de contar una historia de amor, sino de humanidad, de comprensión, de ayuda y de solidaridad, no entre ellos, sino con el resto del mundo que los rodea.

Douglas y Janeth, basándose en elementos cristianos, dan la gracia que Dios le da. Ellos viven en una de las zonas más pobres de Tocuyito, Valencia, llamado el barrio Fundación K, en el municipio Libertador.

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Con muy pocos recursos tratan de sacarles las sonrisas a los muchachos

Él es albañil y ella profesora de música y aunque la situación del país los apremia como al resto de las familias de bajos recursos, no se pusieron límites para ayudar al prójimo.

“Nosotros veíamos muchos niños abandonados, huérfanos, desamparados y decidimos hacer algo por ellos. Nos involucramos con la comunidad y fuimos ofreciendo clases de música”, dijo.

Así empezó esta pareja a construir su verdadera historia. Al principio le dieron cobijo a 10 niños. Los llevaban a su casa y Janeth los motivaba con la música.

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Los chamos reciben clases de música y también se recrean en la casa de Douglas

Comenzaron con cuatro, flauta y percusión. Además les daban charlas de prevención sobre las drogas y el abuso sexual.

Al cabo de un tiempo la población creció y las actividades se hicieron diversas, ya no solo era música, sino además algún complemento escolar.

“Formamos varios coros y así empezamos a rescatar a los muchachos. La comunidad, nuestros vecinos, son un fiel testimonio de ello. Esa es nuestra recompensa, es algo que nos llena y lo hacemos sin ningún tipo de lucro”.

Una pareja samaritana

Douglas y Janeth todo este tiempo han sacado de sus bolsillos el dinero para los almuerzos, meriendas y para los paseos.

Y pese a que su labor trascendió las fronteras del barrio, pues en Navidad visitan los hospitales y los ancianatos de la zona y les llevan regalos y parranda, a su casa no ha llegado el brazo burocrático de algún funcionario público.

“Pero nosotros no estamos esperando nada. Eso lo hacemos con cariño y con la mano de Dios. Si es verdad que necesitamos muchos recursos. Creamos la Fundación Becuadros para darle institucionalidad a lo que hacemos  pero mi esposa y yo como política nunca recibimos dinero. Cuando vamos a ver a los pacientes de oncología y de traumatología llevamos a los muchachos del coro, con sus tambores y cuatro, y lo primordial es compartir con ellos y alegrarles la vida. También les entregamos algunos presentes, pero es hasta donde nos alcance la cobija”, contó.

Douglas dijo que recolectan ropa, medicina y juguetes y las llevan a los más necesitados. Si les dan un par de zapato muy desgastado lo mandan a reparar y lo regalan casi como nuevo.

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En el barrio Fundación K los chamos no se quedan en sus casas en estas vacaciones

Esta pareja siempre anda pensando en qué hacer para mejorar las condiciones de los niños.

Actualmente los tienen en un plan vacacional. Juntaron 30 muchachitos de todas la edades y se los llevan a un terreno cercano que tiene el suegro de Douglas.

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El material con el que trabajan los niños corre por cuenta de Douglas y Janeth

A las 2 de la tarde enrumban camino al lugar y allí des dan full recreación con la ayuda de otros familiares. Hoy en día esperan que alguien les ayude para armar cotillones. “Pero de todos modos creo que lo estamos haciendo bien porque les vemos las caras y están felices. De hecho ellos vienen a la casa a buscar este tipo de actividad. Están cambiando su comportamiento”.

Los frutos, dijo, se dan poco a poco. Pero la satisfacción que siente este matrimonio es que los resultados son buenos. Han formado cuatristas y percusionistas. “Luego regresan a ver cómo estamos y eso es muy reconfortante”, acotó Douglas.


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