Inaugurado en 2005 con bombos y platillos por el entonces gobernador y ahora fiscal designado por la ANC, Tarek William Saab, el centro asistencial se hunde en la desidia. La falta de insumos, el cierre del laboratorio y la inoperatividad de un área de cuidados intensivos inconclusa, revelan, prácticamente, el estado terminal de la infraestructura.

Barcelona. Los hospitales de Anzoátegui dan toda la impresión de ser pacientes condenados al desahucio. Caminar por sus pasillos y ver excremento humano y montañas de basura, y el insólito hecho de que algunos carezcan de cosas tan elementales y necesarias como una Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) son elementos que superan todo asombro.

El hospital de niños de oriente no escapa a esta realidad. Pese a ser una infraestructura reciente, que apenas cuenta con 15 años de funcionamiento, pareciera que tiene todos los años de su hospital padre, el Luis Razetti de Barcelona. Los males que padece el principal nosocomio de Anzoátegui prácticamente atravesaron el pasillo que comunica a ambos centros de salud y se instalaron en el Rafael Tobías Guevara.

Inaugurado con bombos y platillos por el entonces gobernador y ahora fiscal designado por la Asamblea Nacional Constituyente, Tarek William Saab, después de 18 años previos de intentos fallidos para su culminación, hoy se acerca a los tiempos donde nada funciona.

El equipo de Crónica.Uno regresó a la zona hospitalaria de Barcelona y, en esta oportunidad recorrió los pasillos del centro infantil, que, al momento de su creación, se convertiría en referencia para todo el oriente del país. Y aún lo es, pese a sus carencias. Recibe a pequeños pacientes de Sucre, Monagas, Nueva Esparta y hasta de Delta Amacuro, que acuden en busca de una esperanza para preservar su salud.

Nuestra visita arranca entrando por un pasillo conexo al hospital Razetti. De inmediato nos recibe un espacio al descubierto que, según el personal que labora en el centro, fue concebido como una especie de zona rental en la que se ubicarían cafetines. Hoy es un depósito al aire libre de basura y equipos en desuso.

Uno no entiende cómo esto puede llamarse hospital. Ve el estado de abandono en que se encuentra esto. Mira la cantidad de basura que hay, como si no le doliera a nadie. Aquí estamos propensos a contraer una bacteria o cualquier enfermedad, producto de este estado de abandono. Si uno se queja, queda como el malo dispuesto a que lo boten de aquí”, sostuvo un camillero del hospital, a quien identificamos como Pedro para evitar represalias en su contra.

No muy lejos de ese panorama se encuentra la sala de emergencias, un cuarto en el que se encuentran 15 camas, muchas de las cuales están ocupadas hasta por dos pacientes.

Para los trabajadores, este espacio quizás fue diseñado por los arquitectos del hospital como un centro transitorio y, evidentemente, estos no previeron el colapso del sistema de salud, el cual provocaría semejante abarrotamiento.

Aquí los médicos y enfermeras de verdad hacen magia. Ellos están pendientes de uno y hasta ponen de su bolsillo para conseguir medicamentos. Pero esto se quedó pequeño para la cantidad de gente que viene. Y esto no es solo aquí, en todos los otros hospitales de la ciudad pasa lo mismo, pero este se supone que es el hospital del niños y debería tener más recursos, pero estos brillan por su ausencia”, indicó Yesenia Parababire, madre de un pequeño que se encontraba siendo nebulizado por un cuadro de asma.

Filtraciones, falta de aire acondicionado, pilas de basura, baños inservibles y pasillos a oscuras nos acompañan durante el recorrido.

Pedro, junto con otro compañero, nos llevan a un ala del piso dos, donde se supone funcionaría el área de terapia intensiva. Nuestro paso es interrumpido por una reja negra con un gran candado que cuida la no culminación de los trabajos que se adelantaban en este espacio.

“Esto se comenzó en la administración del ahora fiscal Tarek William Saab y nunca se culminó, y es lamentable porque gran parte de estos trabajos están casi terminados. Contaría con seis cuartos y hoy hay que hacer maromas para que se consiga una unidad de cuidados intensivos operativa en toda la zona norte. Aquí se prefiere invertir en otras cosas que en espacios como estos que son vitales para la salud del pueblo”, refirió Pedro.

Drama y Valentía

Nuestra visita llega al piso tres, destinado al área de oncología. Aquí el equipo de Crònica.Uno se encontró con Maryelis Guevara, Euriannis García y Joanna Mijares, las dos primeras proceden de la ciudad de Maturín  y la última habita en la localidad de El Tigre, en el sur de Anzoátegui. Ellas tienen a sus hijos internados en el recinto por diferentes patologías asociadas al cáncer.

A sus cortos 15 años, el chamo de Guevara padece de un carcinoma lasofaringeo, y para ver la evolución del mismo se necesita un gammagrama óseo que, por falta de yodo, es imposible realizar en el Tobías Guevara. Es más, es imposible realizar cualquier examen en el centro asistencial, ya que el laboratorio está cerrado por falta de equipos y reactivos.

A esa baja del laboratorio las madres de estos pequeños deben sumarle que el equipo necesario para procesar las plaquetas también está fuera de servicio.

Realizar eso en la calle tiene un costo de 50.000 bolívares soberanos, y las resonancias rondan los 30.000. Yo no tengo recursos para semejantes gastos. Uno viene aquí porque se supone que todo eso debe estar, pero, cuando llegamos, la realidad es otra. La directiva del hospital no hace nada. De los médicos y enfermeras no nos podemos quejar, ellos hasta lloran con nosotros porque saben de nuestro padecimiento, pero de qué vale que tengas excelentes médicos y no haces nada para conseguir dotación para el hospital”, indicó Guevara.

Estas madres prácticamente viven en el hospital, se organizan y hasta cocinan allí, y conocen en carne propia los padecimientos que sufren para conseguir una medicina. Mijares resultó detenida en una oportunidad por recibir una donación de medicamentos y lo más curioso del caso es que fueron detectives del Cicpc quienes hicieron la donación de las medicinas.

“Me llevaron presa por no tener una factura de los medicamentos. Me estaban acusando de extracción de medicinas y tuvimos que llamar a los policías que hicieron los donativos para que me pudieran soltar. Conseguir estos medicamentos es una proeza porque la mayoría se compran en dólares y nosotros somos de bajos recursos, no tenemos bolívares y muchos menos dólares, y esa gente pretendía quitarme los medicamentos. Aquí no hay seguridad, en la noche esto es solitario, pero en ese momento sí hubo policías para acusarme de ladrona”, refirió.

Luisa Hernández es otra madre que tiene a su pequeña en el área oncológica del Rafael Tobías Guevara. Su niña de seis años se encontraba en una revisión dentro de quirófano, el cual, sostiene, no cuenta con aire acondicionado.

Ahorita verás cómo mi hija sale sudadita de ahí. La doctora se echa aire con un ventilador que le presta otra mamá. Personal de Pdvsa vino a revisar el aire y, supuestamente, van a arreglarlo, pero no sabemos cuándo. No tenemos aire acondicionado en los cuartos porque debido a los bajones se dañó el sistema. La cocina que compartimos está colapsada porque la tubería de aguas negras está tapada y eso es un foco de infección horrible aquí en está área, que es tan delicada”, refirió.

Donaciones tanto de la iglesia cristiana como de algunas organizaciones no gubernamentales y fundaciones ayudan a mantener en pie está área y alivian los padecimientos de estas madres que, a diario, luchan por la supervivencia de sus hijos.

“Aquí vienen miembros de una iglesia evangélica y nos ayudan con comida. Todos los miércoles ellos vienen y comparten con nosotros. Las fundaciones que vienen también traen insumos y así nos ayudamos, pero sabemos que esto no es suficiente porque son muchas necesidades. Por ejemplo, mi hija tiene que colocarse dextrosa al 0,5 % y eso es uno de los insumos que más se usa acá, pero no hay. Necesitamos cualquier cantidad porque eso lo usamos para las quimio y cada paciente, mínimo, consume tres cajas y en la calle cuestan más de 1000 bolívares soberanos”, sostuvo Mijares.

Estas mujeres valientes, porque es el calificativo que merecen, exigen tanto a las autoridades de salud nacionales como regionales la elaboración de un proyecto para adecuar el área de hematooncología del hospital, con la finalidad de aliviar sus necesidades.

Aquí, cuando se va el agua, la estadía es insoportable, debido a los malos olores. Es tanto, que los médicos deben dar de alta a los pacientes para evitar el contagio con alguna bacteria. Nosotros estamos aquí porque, por circunstancias de la vida, en Maturín hay insumos, pero no hay médicos y aquí hay médicos, pero no hay insumos”, dice Guevara.

Los 9600 metros cuadrados de infraestructura del que sería el hospital modelo de oriente, hoy albergan dramas de madres que luchan por la supervivencia de sus hijos, rodeados del deterioro de una infraestructura que apenas lleva 15 años en funcionamiento.

Fotos: José Camacho


Participa en la conversación