Salvador Pérez empezó como campocorto y lanzador en el beisbol menor, donde siempre contó con el apoyo de su madre Yilda Díaz

Cristóbal Naranjo/ @cristobnaranjo

Caracas. A cerca de un mes del término de la Serie Mundial 2014, Salvador Pérez anunció en rueda de prensa en Caracas que descansaría tres semanas para luego retomar el trabajo, con miras a ponerse en la nueva temporada el anillo de campeón que en ese encuentro con los medios brillaba en uno de los dedos de su compatriota Pablo Sandoval.

Un año después el receptor de los Reales de Kansas City recoge los frutos del esfuerzo y la preparación previa a la nueva campaña. Pérez no solo encandila a quien se le acerca con el brillo de la sortija, que lo acredita como monarca del Clásico de Otoño, sino que también sostiene el mismo trofeo que en 2012 fue a parar a manos de su acompañante en aquella cita con los periodistas: el de Jugador Más Valioso.

La consagración del carabobeño en la serie decisiva contra los Mets de Nueva York no solo se justifica en base a su tórrido bateo. La inteligencia para guiar a los lanzadores y sobre todo la perdurabilidad detrás del plato para actuar 2.724 entradas en un lapso de dos años son atributos que el careta mostró toda la campaña, incluyendo los cinco juegos del enfrentamiento entre el mejor de la Liga Americana y el mejor de la Liga Nacional.

El más valioso de los apoyos

Para desarrollar esas cualidades y alcanzar su status actual en las Grandes Ligas, el ficha de los Tiburones de La Guaira en la LVBP contó con el apoyo invaluable de su madre Yilda Díaz, la primera persona que lo ayudó a practicar bateo en el patio de su casa cuando era solo un niño.

Díaz no pudo contener las lágrimas luego del partido que le dio dos títulos a su hijo,  logros con los que ni siquiera soñaba cuando a los cuatro años lo acompañaba a la escuelita de pelota en la capital del estado Carabobo.

“No lo llevé  porque quería que se convirtiera en jugador profesional. Solo quería que estuviera ocupado en su tiempo libre y se mantuviera alejado de vicios y malas influencias”, admitió la progenitora en una nota para la MLB.

Ese deseo  inicial  tomó un rumbo inesperado cuando dos años después Salvador empezó a llamar la atención de entrenadores y gente del beisbol que lo reclutaron para participar en campeonatos estatales y luego nacionales. Para asegurar la continuidad del talentoso pequeño en los diamantes, Díaz se levantaba todos los días a las 5:00 am para preparar pastichos, tortas y flanes que luego vendía entre amigos o en los juegos.

Curiosamente, la receptoría no fue una prioridad en un principio para el MVP, que defendía el campocorto o se subía a la lomita. A la edad de ocho después en una “caimanera” donde los niños se alineaban en su posición favorita bajo la mirada de los coaches vino la sorprendente decisión.

“Yo le recordé que nunca  había jugado de cátcher y me respondió que era verdad pero que había más chance en esa posición porque había menos niños alineados”, apunta Díaz.

Acertó

Pérez  mantuvo aquella  determinación con el tiempo y a los 16 años los Reales lo firmaron.  Debutó en la Liga de Novatos en 2007 y se estrenó en las Grandes Ligas el  10 de agosto de 2011. A partir de allí fue ascendiendo en el mejor beisbol del mundo. Ganó dos Guantes de Oro (2013 y 2014) fue seleccionado a tres Juegos de Las Estrellas (2013, 2014 y 2015). El domingo concretó su revancha personal luego de haber sido el último out de la pasada Serie Mundial donde los monarcas cayeron ante los Gigantes de San Francisco.

“Esto es increíble. Siempre digo que esto es como una familia. Somos casi el mismo grupo desde que debuté en 2007 en Arizona, en la Liga Rookie. Es increíble estar celebrando ganar una Serie Mundial con el mismo grupo de compañeros”, dijo el valenciano, quien  no  olvidó el papel de doña Yilda en su carrera. “Mamá es mi apoyo. Ella ha estado conmigo en cada etapa de mi carrera. Es una amiga y una consejera”, sentenció el segundo criollo Más Valioso en una final para dilucidar el campeón de las ligas mayores.


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