En La Cabrería, sector de La Guaira, la tragedia es un vecino más

El lunes 25 murieron dos niñas en este sector de La Guaira y otra está gravemente lesionada. Los vecinos están asustados porque el riesgo de más derrumbes sigue latente. Cerca de 20 casas están afectadas. Unas, incluso, están en el aire sostenidas por árboles. En el sector hay familias enlutadas por eventos similares ocurridos en 1991, en 1999 y en 2005. En todo este tiempo no han recibido ayuda gubernamental.

Caracas. “Fue como una explosión”. Es es lo que recuerdan los habitantes del sector La Cabrería, de La Guaira, estado Vargas, de la avalancha de tierra que sepultó a cinco personas, tres de ellas niñas (de siete meses, nueve y 11 años de edad), de las cuales fallecieron dos.

Transcurridas 24 horas de la tragedia que enlutó a la familia Narváez, los vecinos mostraron sus rostros desdibujados. Se vieron muchos con los ojos rojos y empañados por las lágrimas.

Muy pocos tenían prisa por contar lo ocurrido la tarde del 25 de septiembre. Más bien, desde sus puertas y ventanas, veían el paso de las cámaras de televisión que subían y bajaban por el lodazal.

Desde las 5 de la mañana esto ha sido así, me han tocado la puerta no sabes cuántos periodistas. No quiero repetir más eso. Salvé a una de las niñas. Había salido del Seguro, soy enfermero y estaba llegando en el momento del deslave”.

Alejandro Bellorín se encontraba en la entrada de su casa. Desde ahí veía impaciente cómo más de 15 hombres, muchos sin camisas, trabajaban insistentemente en la remoción de los escombros de la casa de la familia Narváez.

“Saqué a la primera niña, la de meses, le di los primeros auxilios y nada. Estaba muerta. Luego encontramos a la de nueve, el mismo procedimiento. Insistí en reanimarla hasta que le regresó el pulso. La sacamos y dije que la llevaran corriendo al hospital. No tuve suerte con la otra niña. Por eso no quiero hablar más. Las saqué, las vi morir, son familia, son primas de estos niños que ves aquí. No he ido a trabajar, no quiero dejar a mis papás solo. Están consternados y aquí hay un riesgo inminente”.

De nuevo se asomó por la ventana que daba justo al derrumbe. Se le veía angustiado, sobresaltado. No había dormido. Así muchos en el barrio.

No solo la casa de las niñas estaba en la línea del derrumbe. También la de Alejandro, la de Marbelis Castro, la de Mirali Pérez y la de Vilmary Rodríguez están en riesgo, y eso es una historia de vieja data.

Mira las grietas que se abrieron con el derrumbe. Esa es de anoche”, apuntó hacia el borde de una puerta. “Esa otra no”, se refirió a una que casi llega al piso.

Los vecinos se encargaron de la limpieza de la zona afectada. Sin apoyo de cuadrillas de la gobernación o de la alcaldía.

Barrio inestable

Las casas en la parte media y en la zona alta de La Cabrería tienen un historial de derrumbes. En 1991 ocurrió uno que acabó por completo con los sueños de Carmen Morillo. Sus dos hijos, uno de un mes de nacido, y su papá fueron arrastrados por el deslave. Al señor lograron sacarlo del río Osorio que bordea el barrio. Al niño lo rescataron del lodo, pero la niña no se salvó.

Carmen veía desde su casa, a unos 100 pasos, cómo era despejada la tierra. Sus lágrimas no tardaron en asomarse. Su voz se quebró. Hace 27 años de esa tragedia que revivió en 1999, en 2005 y, ahora, este lunes 25.

“Los bomberos me sacaron de mi casa. Ese día dormí en la carretera con mi esposo y mi niño. Eso es un dolor que no pasa”, dijo con esfuerzo.

En Los Cabriales, tras la visita este lunes del gobernador del estado Vargas, Jorge Luis García Carneiro, se ordenó hacer un censo de las familias en riesgo. Para el momento de la tragedia visiblemente eran dos familias.

Cerca de 20 casas están en la línea del derrumbe.

Norelys Campo, coordinadora del Mercal en la zona, dijo que hay en estos momentos 20 casas en riesgo, cerca de 56 familias que no han sido atendidas ni en las pasadas tragedias. Por eso no muestras esperanzas.

En 2005, comentó, salieron 17 a unos apartamentos asignados, “pero no dieron más respuestas y la gente fue regresando y recuperando sus casas. Esta es hora que ni siquiera han empezado a realizar un nuevo censo”, comentó.

Hay viviendas ubicadas en laderas, sobre piedras, levantadas en tierra húmeda, al lado de la quebrada. Son casas muy frágiles sobre las que cae el agua pluvial que corre en caída libre por la montaña que siempre tiene un aro de neblina.

“Cuando vemos eso allá arriba nos asustamos. Nos salimos de las casas. Da miedo estar aquí. En mi trabajo me dicen que me salga, pero para dónde me voy”, contó Mirali Pérez.

Aquí, en esta casa, se inició el derrumbe.

Vestida con una franela roja que en el centro tenía la palabra Chávez, y a pocas horas de haber colgado en su cuarto su uniforme de Policía Nacional, a Mirali la cobija el susto.

La razón es que su casa quedó en el aire. Perdió el patio por completo. Toda la tierra que se desprendió fue la que rodó hasta la casa de la familia Narváez. El cerro se reventó debajo de su casa y esa fue la explosión que escucharon los vecinos.

Su casa ahora es “una galleta de soda”. De hecho, ella camina rápido de la cocina al cuarto y ya está recogiendo los peroles.

Aquí no ha venido nadie, necesitamos ayuda. No tengo la culpa de lo que pasó, allá abajo dicen que fue por mi casa, y no es así, aquí cae toda la torrentera y eso ocasionó el deslave”.

Las lluvias se llevaron cerca de tres metros de vivienda, donde ella pensaba hacer otro cuarto.

Muchas casas están repletas de filtraciones.

Un cují que sostenía el terreno quedó en el aire y debajo del tronco está la casa de Vilmari Rodríguez. “Fui a la Jefatura Civil  y a los bomberos. El funcionario que me atendió me preguntó si tenía hijos, para que -con un machete- empezaran a cortar el árbol. Prometieron venir el viernes con una motosierra para retirar los troncos. Imagínate si sigue lloviendo. No hemos dormido. Eso es una bomba de tiempo. Pronostican 72 horas de lluvia”.

En este barrio, construido sin planificación, con escaleras de tierra y de piedras, que parecen un laberinto, siempre sorprende una imagen de una virgen en sus callejones. Es la protección de los habitantes, que han sufrido la calamidad de la naturaleza.

Son grutas religiosas que recuerdan a los amigos tapiados y a los que nunca encontraron porque se los llevó el río.

La tragedia en la puerta

A la parte alta de La Cabrería llegó la noticia de dos niñas muertas como consecuencia de las lluvias. Todavía muchos se preguntan quiénes son. Es un barrio pequeño, lo que facilita que, aunque sea de vista, la gente se conozca. Sin embargo, el miedo paralizó a muchos y, aunque salieron de sus casas, no se atrevieron a bajar para indagar más sobre lo sucedido.

“No he salido de la casa, estamos sacando agua y tierra todavía”, dijo la señora Servanda María Alaya.

El baño de la casa de Servanda tiene un hueco en el piso.

Así estaban cerro arriba, con las palas y con las mangas arremangadas. Con el cansancio visible y manchados por el barro esperando que alguien, una autoridad, llegara hasta ellos. Las que sí se hicieron visibles fueron las culebras, algunas peligrosas y grandes. 

24 horas sacando lodo.

A las 2:00 p.m. de este miércoles, la llegada de las autoridades no se había materializado. “Y no creo que suceda, perdí a mis hijos en la tragedia del 99, un dedo del pie izquierdo, tengo marcas de las heridas en mi cuerpo. Hoy puedo asegurar que ni un saco de cemento me dieron. En mi casa fallecieron seis personas y tuve que levantarla de los escombros. No me dieron respuesta porque no me fui a un refugio. Así funcionan las cosas aquí. Ellos vienen en el momento y luego se olvidan”, indicó Jazmin de Martínez.

Así funcionan las cosas, repitió Norelys Campos cuando vio la hora y se percató de que el censo no había empezado, solo una jornada de vacunación de la cual se hizo beneficiaria.

En horas de la tarde se inició la jornada de vacunación.

En la espera para regresar al barrio 

Aymara Mediadea, tía de las niñas fallecidas, esperaba a salir del papeleo de la funeraria para colaborar en el levantamiento de la data.

Ella estaba en la puerta de la funeraria de Pariata, esperando la entrega de las infantes Charlotte Mediadea Narváez, de siete meses de edad, y su hermana Janielli Victoria Mediadea Narváez, de 11 años. “Ahora es que les están colocando formol para vestirlas, se acaba de ir la primera dama, ella se encargó de todo”.

Primos, tíos y vecinos estaban igual en la misma espera. Su mamá y su abuela lo hacían, pero en el hospital donde estaba recluida la pequeña que sobrevivió y a la que horas antes le habían hecho una tomografía. “Mi tía, su abuela, está golpeada, le agarraron 12 puntos en la frente. A mi prima la suturaron en una pierna, también está maltratada. Se sienten muy mal. Yo igual voy a regresar al barrio para ayudar a la gente que quedó allá”.

En La Cabrería, hasta la escuela Sergio María Recagno, bolivariana, sufre los estragos de la naturaleza. Tiene grietas y filtraciones. Ahí Janielli Victoria comenzaría su sexto grado. El día de la tragedia estaba en su casa y no en la escuela, “porque no tenía sus cosas, la iban a llevar el lunes”, sentenció Alejandro Bellorín.

Fotos: Luis Morillo


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