Más de 300 familias que viven en el popular conjunto residencial barcelonés padecen desde hace seis años la falta del servicio. Vecinos sostienen que han acudido a cuanto organismo existe para la solución de su problema, sin embargo lo único que han encontrado es “gente que no está preparada para realizar una labor social”.

Barcelona. Unas áreas verdes transformadas en terreno seco y marrón hacen presagiar el panorama que afrontan las más de 300 familias que habitan en el conjunto residencial Santa Eulalia de Barcelona, tras padecer por más de seis años la falta de agua.

El calvario de los vecinos, que también comparten con los habitantes de la urbanización Fundación Mendoza, residencias Pan de Azúcar y el sector Boyacá II de la capital anzoatiguense, empezó en 2012 cuando comenzaron a recibir agua de manera intermitente. Hoy, cuando les llega, solo reciben el servicio por tuberías apenas cuatro horas.

La pequeña capillita de Santa Eulalia, que da la bienvenida a las residencias, no se da abasto para la cantidad de plegarias que hacen los vecinos para que la situación del agua se normalice.

Esas oraciones son elevadas en su mayoría por las personas de la tercera edad que habitan en los cuatro edificios que componen las residencias Santa Eulalia.

Alicia Ruiz, miembro de la junta de condominio de la urbanización, explica que formar parte de la cola de la línea del sistema de distribución de la planta José Antonio Anzoátegui, aunado a que en los sectores aledaños muchos instalaron las llamadas “bombas ladronas”, les impide recibir el agua con regularidad.

“¿Tú sabes cómo son los chorros de las mangueras con las que se riegan las matas? Bueno, apenas un cuarto de ese chorro es lo que nos llega a las tuberías, eso es insuficiente para llenar un tanque de más de 400.000 litros, y eso no es lo peor: ese pequeño caudal que sale por la tubería solo está por cuatro horas. Lo que pasa aquí es dramático, por esta situación se han dado casos de dengue y paludismo, porque la gente tiene que acumular la poca agua que consigue en sus casas y eso hace que proliferen los zancudos”, indicó.

Ruiz afirma que, además de la virgen que cuida sus residencias, han acudido –como ella lo afirma– “a cuanto organismo existe” para que les resuelvan su problema y afirma que lo que encontró no fueron soluciones, sino “gente que no está preparada para realizar una labor social”.

“Covinea (Corporación de Vialidad del Estado Anzoátegui), después de tanto insistir nos colaboró con dos cisternas, pero no son suficientes para llenar el tanque, como mínimo necesitamos 10. También acudimos a Barrio Tricolor, pero eso fue peor: nos dijeron que no nos podían atender porque no estamos registrado en una red. Si esta gente no tiene vocación de trabajo social, que renuncie. Nosotros elegimos a unas personas para el trabajo social no para estar matando gente en la calle”, dijo.

Esperanza y su lucha

El simple hecho de tener agua en su casa se ha convertido en un problema adicional para la señora Esperanza Fuentes. Viuda, con dos hijos en condiciones especiales y una prótesis en la cadera, apenas comenzó a hablar con el equipo de Crónica.Uno estalló en llanto.

“A ustedes los mandó Dios, siempre le dije a mi Señor que me mandara a alguien para que me escuchara y hoy llegaron ustedes. No podemos seguir viviendo así, yo no tengo familia acá en Barcelona para decir: ‘Me voy a lavar o cocinar a otra casa’. Mira mi casa, ya no sé dónde poner botellas de agua”.

Con su prótesis en la cadera, Esperanza tiene que cargar agua desde la entrada del conjunto residencial hasta su apartamento ubicado en el piso 1 de la torre Urimare y lo hace por la necesidad de no solo tener agua, sino de cumplir con las necesidades básicas de sus hijos.

“Mi hijo mayor tiene parálisis cerebral y necesita una operación para sacarle un tornillo en el pie izquierdo que ya su cuerpo está rechazando, además de eso, necesita medicamentos para la convulsión. Por eso no puedo aportar para comprar cisternas si apenas me mantengo con un sueldo mínimo”.

Dentro de la urbanización funciona un colegio que atiende no solo a niños del urbanismo, sino de también de sectores aledaños. La falla en el servicio de agua ha obligado a que las actividades, que van desde maternal hasta sexto grado, se impartan tan solo tres días a la semana.

“Son más de 100 niños que no ven las clases como se debe porque los maestros pueden trabajar solo tres días debido a la falta de agua. Nosotros tenemos que ayudar al colegio, cuando llega el agua, a cargar los tobos que tienen en los baños para que por lo menos puedan tanto los maestros como los niños hacer sus necesidades”, sostuvo la vecina Tisbeth Rojas.

Juan Campos no reside en Santa Eulalia, habita en la avenida 2 de Boyacá II y dice que entiende a los vecinos de la urbanización porque en su casa no llega agua desde hace un mes.

Esto es un castigo, tú vas a Hidrocaribe y te dicen que no pueden mandar el agua porque tienen fallas en la planta por la electricidad, pero Corpoelec dice que ellos ya arreglaron la falla, entonces, ¿a quién le creemos? Estos servicios aquí son un calvario”.

Los vecinos aprovecharon para hacer un llamado a la Alcaldía de Barcelona para que se acuerde de mandarles el camión recolector del aseo urbano, el cual, aseguraron, no pasa por el sector desde agosto pasado.

Fotos José Camacho


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