Durante la madrugada de este miércoles, pese a que la zona estaba tomada por equipos antimotines, la gente no pegó un ojo. Hubo motorizados merodeando el barrio y bien entrada la madrugada se escucharon gritos: “Carapita tiene hambre” y ecos de cacerolas.
Mabel Sarmiento Garmendia/@mabelsarmiento
Caracas. La gente no pegó el ojo en Carapita durante la madrugada de este miércoles. Muchos vecinos en las partes altas, luego del zaperoco que se armó porque no llegó comida por dos días, pasaron la noche en vilo por los fuertes rumores de saqueos y por la presencia de encapuchados en la zona.
Pasadas las 12:00 a.m. el sonido de las motos, los cacerolazos, el movimiento de policías encapuchados pasando por los callejones y el eco de los gritos “en Carapita hay hambre”, generaron nerviosismo en la población que se comunicaba por grupos de whatsapp.
Hasta el ladrido de los perros levantó a más de uno de las camas y los obligó a asomarse tímidamente por las ventanas. En el callejón Santa Eduvigis -que queda a unos 100 metros de la estación del Metro Carapita-, fueron apostados funcionarios de la Policía Nacional Bolivariana.
En ese tramo no hubo paso vehicular porque algunos motorizados de la zona levantaron las alcantarillas para evitar la persecución policial.
“Prácticamente la gente no durmió, había tensión y zozobra entremezclada. De madrugada se escuchaba un movimiento raro, los vecinos lo que pensaban era que iba a haber una arremetida. Pero gracias a Dios no ocurrió nada. Lo que sí me asombró fueron las colas que vi la mañana de este miércoles”, contó José Gregorio Ochoa, líder comunitario de Carapita.
Luego de la tormenta
Pese al temor y al malestar de los vecinos, los comercios de la avenida Intercomunal de Antímano abrieron este miércoles sus puertas, y los vendedores informales colocaron sus tarantines y rescataron algunos de sus enseres.
La estación del Metro de Carapita abrió sin contratiempos y el transporte público funcionó con normalidad.
Las largas hileras de gente que vio Ochoa eran todavía más extensas que las del martes, cuando se generaron los disturbios por el desvío de los camiones que surten los alimentos para armar las bolsas de comida que deben entregar las comunas.
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Lo que mantuvo la zozobra fue la molestia de los de a pie. Algunos pudieron comprar solo dos harinas para las arepas y un pote de mantequilla luego de pasar horas y horas en la cola.
“Eso fue lo que pude comprar, no llegó más nada. Prácticamente no hemos dormido. Yo no tenía nada de comida en mi casa”, contó una vecina que llevaba los paquetes en la mano y en su cara cargaba el cansancio del madrugonazo que se echó.
En las esquinas murmuraban: “el pueblo no cree más en engaños y espera que llegue más comida al barrio”. Muchos vecinos dejaron de trabajar para comprar algo de alimento para sus casas
Los vendedores eran cautelosos al dar informaciones y se les notaba angustia por la presión que se sentía en la cola. “Nosotros somos gente del barrio también, ayer pensé que se iban a meter en el negocio, pero hubo gente de la comunidad que evitó los destrozos. Al final uno tiene que trabajar”, comentó el dueño de un negocio que está en la entrada del callejón Santa Eduvigis, que este martes fue el centro de la batalla campal entre los manifestantes y los funcionarios policiales.
De acuerdo con cifras del Observatorio Venezolano de Conflictividad Social (OVCS), entre enero y abril suman 166 los saqueos o intentos a negocios y camiones; 56% más que en el mismo lapso de 2015. 81% de los saqueos se registraron a las unidades de transporte en diversas partes del país.
De hecho el martes, la gente reportó que un transporte de carga que se presume llevaba comida a la zona fue desviada y escoltada por la autopista por motos de la PNB, y eso caldeó los ánimos en la población.
Carapita, que pertenece a la parroquia Antímano y es electoralmente hablando el circuito 5, en las elecciones parlamentarias del pasado 6 de diciembre, arrojó a favor de la Mesa de la Unidad Demócratica 172.548 votos, mientras que el Gran Polo Patriótico quedó atrás con 132.276 sufragios.
“Eso fue porque la gente estaba cansada de hacer colas y ahora la cosa está peor”, señaló uno de los afectados.
Fotos: Miguel González y José Gregorio Ocha
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