Hay familias del Zulia que comen una vez al día. El pollo, la carne y hasta los huevos no están al alcance de los más pobres. “Estamos pasando hambre”, lamenta Judith Raga, miembro del consejo comunal Villa Nueva Venezuela.

Maracaibo. En Zulia hay hambre. Las protestas por la escasez de alimentos se repiten casi a diario. La repartición de comida casa por casa es irregular, no llega a todos los sectores y menos a los más necesitados. Y la distribución a través de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (Clap) no termina de arrancar.

Los alimentos a precios regulados tampoco se ven en los mercados. Solo la harina de maíz a Bs. 19 y la pasta a Bs. 15 se consigue en los supermercados, y la compra solo aquel que está dispuesto a pasar unas cinco horas en cola.

El arroz a Bs. 120, el azúcar a Bs. 70, el aceite a Bs. 28 y la leche a Bs. 70 no se consigue. Los demás rubros alimenticios con precios fijados por la Sundde se venden muy por encima de lo regulado. La carne de res, cuyo kilo fue establecido en Bs. 250 se vende e Bs. 4.200; el pollo regulado en Bs. 65 está en Bs. 2.000 el kilo; el cartón de huevos no se expende en Bs. 420 sino en 3.200.

Estos precios no los puede costear la familia Reverol, donde comen una vez al día. Su dieta se resume a arroz, plátano, mortadela, huevo y en el mejor de los casos queso.

Ángel Reverol de 85 años junto a su esposa Elba Lobo de 60 años esperan todos los días a que llegue su hijo en la tarde “a ver qué trae”. Trabaja en la construcción y el pago es diario.

“Nada alcanza, todo está muy caro”, cuenta Reverol, quien padece de cálculos en los riñones desde noviembre del pasado año y no recibe tratamiento, no puede costearlo.

“Aquí uno no se puede enfermar, porque uno será que se muere más rápido”, dice la señora, mientras ayuda a su esposo a carga una bolsa con mangos, con lo que calman el hambre.

Viven desde hace 40 años en el sector Andrés Bello, en la parroquia Los Cortijos una de las más empobrecidas del municipio San Francisco, donde la Alcaldía prohibió la venta de productos regulados en los supermercados para acabar con las colas. A cambio prometió la distribución de alimentos casa por casa, los Reverol no han sido beneficiados.

[irp posts=”18564″ name=”Pobreza y bachaqueo se adueñan de Almirante Padilla en Zulia”]

Consejos comunales se lamentan

“Con estos precios no podemos comer, estamos pasando hambre”, lamenta Judith Raga, miembro del consejo comunal Villa Nueva Venezuela que hace vida en la parroquia Libertad de Lagunillas.

protesta

Raga es madre soltera. Tiene dos hijos y se mantiene con los trabajos que le salen como peluquera. “Medio sobrevivimos. Aquí hay muchas personas que se acuestan sin comer”, comenta la mujer que rompen en llanto al recordar que más de una noche le ha tocado cenar con sus hijos pan y agua. “Mi niña pa’ que le voy a decir mentiras, solo uno sabe lo que padece en su casa. Estamos desesperados”.

Raga junto a otros representantes del consejo comunal cerró el lunes la avenida 34 de Ciudad Ojeda para exigir al Gobierno que cumpla con la distribución de la bolsa de comida casa por casa.

[irp posts=”23000″ name=”La escasez y la inflación recortan la papa de los más pobres (II)”]

El grupo denunció que el Mercal que funciona en el sector no está operativo desde enero. Una falla en el sistema operativo les “impide” –según denunció- vender los alimentos que están en el establecimiento. “Eso fue lo que dijeron los representantes de Mercal con quienes hablamos”.

En el Sur del Lago de Maracaibo se repite el reclamo. Nueve consejos comunales del municipio Jesús María Semprún se unieron para reclamar el acceso a alimentos regulados.

“Tenemos meses que no nos llegan bolsas de comida y cuando nos avisaron que vendrían nos animamos todos porque ya ni con 10 mil bolívares se compra nada para comer. Vinimos a amanecer para esperar a que vendieran la bolsa y nos salen con una bolsita con harina, azúcar y caraotas”, asegura Lusmery Núñez, madre soltera de siete niños.

La mujer insiste en que no ganan para comprar un litro de aceite en dos mil 200 bolívares, un kilo de harina en mil y mucho menos un paquete de pañales en cuatro y hasta cinco mil bolívares. “Estamos hartos de esto, cansados de que no nos tomen en cuenta, de que crean que con cualquier cosa nos van a quitar esta desesperación que tenemos”.

Foto: Cortesía PJ y María Carlota Marval


Participa en la conversación