Cinco años después de que saliera a las calles a manifestar pacíficamente, el joven de 26 años murió. Tanto médicos como académicos apuntan que la causa fue por la inhalación de gases lacrimógenos vencidos que fueron utilizados por cuerpos de seguridad del Estado durante 66 días consecutivos en el municipio Chacao.

Caracas. “Gustavo estaba convencido que iba a recuperar su salud. Para él, morirse no era justo. Quería vivir. Nunca perdió la esperanza”, dice la química y profesora titular de la Universidad Simón Bolívar (USB), Mónica Krauter. Ella conoció a Gustavo Ramayo en el 2015, año en el que el estudiante de arquitectura de la Universidad Central de Venezuela (UCV), para ese entonces de 23 años, fue diagnosticado como paciente portador del síndrome hepato-pulmonar. No obstante, distintos médicos calificaron como “rara” la patología de su enfermedad.

“Empezó a manifestar un cansancio excesivo como el de una persona que tiene un hígado afectado pero, cuando le hacían los exámenes, no aparecía nada”, explicó la tía de Gustavo, Lisseth Camero. Gustavo formó parte de ese grupo de centenares de estudiantes y jóvenes venezolanos que protestaron en el 2014 en rechazo a Nicolás Maduro. 9.286 protestas se registraron ese año, según el Observatorio Venezolano de Conflictividad Social (Ovcs), lo que significó una cifra inédita en el país, que luego fue superada en el 2017.

La profesora Krauter determinó en su tesis doctoral Uso de bombas lacrimógenas: ética y sostenibilidad que 80% de las bombas lacrimógenas utilizadas por funcionarios de cuerpos de seguridad del Estado para dispersar a los manifestantes entre abril de 2014 y diciembre de 2015 estaban vencidas desde el 2013.

Entre sus investigaciones, desde la perspectiva química, encontró que la inhalación de gases lacrimógenos afecta en mediano y largo plazo la salud de las personas, perjudicando específicamente el corazón, pulmón e hígado.

Tanto familiares como médicos apuntan que Gustavo fue una de estas víctimas. Su respiración se complicó a lo largo del tiempo desde el 2014. Tenía baja saturación de oxígeno en la sangre y ninguna de las intervenciones quirúrgicas solventaron su condición. Cinco años después de las protestas, el 19 de mayo de 2019, Gustavo murió por una infección pulmonar.

Lirio Camero, madre de Gustavo Ramayo, en la misa de sepelio del estudiante de arquitectura. Foto: Luis Morillo

“Mi principal conclusión es que el régimen utilizó estas armas químicas para ocasionar el mayor daño posible”, asevera Krauter. En su investigación determinó que ningún Gobierno en el mundo ha utilizado de forma tan masiva, prolongada y consecutiva las armas químicas para dispersar protestas pacíficas.

Por su parte, la toxicóloga e investigadora, Gladys Venegas, explica que cualquier individuo es portador de un gen o célula maligna que puede ser exacerbado por una condición externa y desencadena enfermedades distintas que, por ende, se diagnostican de manera diferente y no hay experiencia en su tratamiento. Sin embargo, resalta que clínicamente es imposible demostrar que una persona murió por consecuencia de los gases lacrimógenos.

Justicia, paz y equidad. Por eso tres valores Gustavo salió a las calles, cuenta Lisseth. “Guerrero, audaz y creativo”, así lo describe Aida Cabrera, una allegada a la familia. La capilla del Cementerio del Este estaba repleta el martes 21 de mayo a las 3:30 pm. El motivo: homenaje a Gustavo Ramayo.

“Hasta el infinito y más allá, Gustavo”, gritó su tía Lisseth, al culminar la misa y luego que la carroza funeraria se llevara el cuerpo para cremarlo. Minutos antes, su madre Lirio Camero, profesora farmaceútica de la UCV, besó la urna.

“Era un chamo totalmente sano. No bebía, no fumaba. Era una persona normal que disfrutaba la vida”, dice su cuñado, Javier Tosco.

Urna de Gustavo Ramayo, de 26 años, en la capilla del Cementerio del Este, el 21 de mayo de 2019. Foto: Luis Morillo

Krauter explica que el gas CS (clorobencilideno malononitrilo), el más utilizado en Venezuela, es carcinogénico (altera la reproducción celular), mutagénico (altera el ADN), teratogénico (afecta la formación del feto) y provoca abortos involuntarios. “El daño que han generado es difícilmente calculable pero terriblemente predecible”, señala.  

Además, apunta que el gobierno las ha utilizado violando el Protocolo de Ginebra (1925), La Convención sobre el Uso de Armas Químicas (1997), la Constitución de la República (1999) y las Normas sobre la Actuación de los Cuerpos de Seguridad para Garantizar el Orden Público (Gaceta Oficial 39.657, 2011).

Krauter realizó la caracterización física de 8 mil bombas lacrimógenas y químicas a una muestra de 1.563 bombas. “Químicamente lo que ha hecho el régimen es un genocidio. Cuando utilizan bombas lacrimógenas vencidas convierten una arma no letal, en una letal. Nunca vamos a ver a una persona muerta en el momento por inhalación de gases. Los efectos se presentarán luego de que la persona haya estado expuesta por tiempos prolongados como ocurrió con Gustavo” .

El CS se descompone en cianuro, acetileno, fosgeno, cloro, ácido clorhídrico y óxidos nitrosos. Todos estos son químicos que Krauter explica son aún más tóxicos para la salud de las personas “Cada quien los sintomatiza de manera distinta y también influye el peso del individuo. Recuerdo que en los 66 días consecutivos en los que el municipio Chacao recibió bombas lacrimógenas y yo hacía mi investigación, los vecinos decían que sus mascotas se morían. No soportaban los químicos”, concluyó. 


Participa en la conversación