Luis Benedicto, un hombre de 60 años oriundo de Barquisimeto, tiene como meta ayudar a los desamparados, de los que solo espera recibir una sonrisa.

Caracas. Luis Benedicto Vera, a pesar de que se graduó de Ingeniero, no sabe hacer otra cosa que servir a la comunidad. En La Candelaria y Bellas Artes todo el mundo lo conoce: los vecinos, comerciantes y buhoneros saben que cuando él anda por ahí es porque trama una buena acción.

Eso es lo que me llena. Desde pequeño hago el bien en todos lados. Eso lo heredé de mi mamá. Ella fue mucho mejor persona. Ojalá pudiera igualarla (sic), reflexiona Benedicto cuando empieza, desde la humildad que lo caracteriza, a narrar un poco de su día a día.

Siendo todavía muy pequeño llegó a Caracas con su familia desde Barquisimeto. Su madre, dijo, fue una mujer que luchó todo el tiempo por tener una mejor calidad de vida. Tuve la suerte de crecer con esos valores y en la casa, en la escuela, en el liceo, en la universidad y en los trabajos por donde pase, siempre me dediqué a servir.

Este hombre de hablar pausado vive entre las esquinas Paradero a Venus de La Candelaria y cuando la gente lo ve, de una le dice: “¿Qué necesitas Benedicto?”.

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Todos en la zona le colaboran. Hasta los que venden verduras aportan un granito de arena a la labor social que ejecuta este hombre de 60 años de edad, que según comenta, está inundado de defectos, pero son las virtudes las que ve la gente. El servicio me nació, crecí con el, y de la gente solo espero una sonrisa. Hago el papel de Dios en la tierra.

Lo que hace Luis —con quien Crónica.Uno tuvo contacto por primera vez en un taller de Derechos Humanos— es ayudar a los más pobres de la parroquia, a la gente que registra la basura. Les organiza actividades en donde les dona ropa, comida y medicinas.

Ahora todos los viernes entrega 200 almuerzos a personas en situación de calle.

Los insumos para la “gran olla solidaria” los rasguña, pero los consigue.

El padre de la parroquia, Orlando Branko, en misa de los domingos pide alimentos y la gente va llevando lo que puede. Con eso preparan el sancocho, que desde el año pasado sirven sin ningún compromiso.

“La gente colabora en la medida de sus posibilidades, pero lo hacen con cariño. Son muchas las voluntades las que se suman”. Citó entre estas a Cáritas, los comerciantes y los verduleros.

Para Luis, esta es una labor que lo mantiene vivo y joven y la idea que tiene no es convertirse en el santo de La Candelaria, sino en el hombre que sirvió al vecino con la ayuda de Dios.

Luis Benedicto en un taller de Derechos Humanos.

Fotos: Mabel Sarmiento


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