La película de Todd Phillips, con reminiscencias al documental sobre el punketo GG Allin, es la historia de un hombre ignorado que va perdiendo las razones para mantenerse apegado a convenciones sociales.

Caracas. No es extraño que Todd Phillips haya hecho una película sobre un personaje como Joker. En sus comienzos como cineasta dio muestras de su interés por aquellos vistos como trastornados o repelidos.

En el año 1993 estrenó el documental Hated: GG Allin & the Murder Junkies, sobre GG Allin, controversial figura del punk conocido por sus puestas en escena en las que se solía flagelar como parte de su discurso antisistema; un personaje considerado sin cabida en la sociedad, que aseguraba luchar contra cadenas opresoras.

Allin fue admirador de asesinos en serie y mantuvo contacto con John Wayne Gacy, conocido como El payaso asesino o Pogo el payaso. Casualmente, Pogo’s se llama el club de comediantes que frecuenta Arthur Fleck, nombre de pila de Joker en el largometraje recientemente estrenado. Vale decir también que el tratamiento mediático que recibe Joker en la película tiene relación con el que tuvo GG Allin en la televisión estadounidense que, guardando las distancias, presentó al cantante como una extrañeza digna de mostrar en pantalla.

Ahora bien, Todd Phillips alcanzó el éxito con su trilogía de ¿Qué pasó ayer?, la más inmediata referencia mencionada en la mayoría de las reseñas, pero incluso en este largometraje —y tomando en cuenta el obvio contexto de la comedia— el director acierta con un personaje que funciona muy bien en su trama. También podría ser visto como alguien que se sale de la línea, que pareciera no conectar con la situación que viven los protagonistas. Se trata de Alan, interpretado por Zach Galifianakis.

En Joker Todd Phillips sorprende a los escépticos que vieron su nombre como director de la película sobre uno de los villanos más famosos del cómic y del cine. Claro, ¿qué podría ofrecer un realizador de comedias a un personaje tan oscuro? Sorpresa, lo logró, y por la puerta grande, pues ganó el León de Oro en Venecia con una película de un personaje inspirado en el mundo del cómic, ese universo tan desdeñado por cierta crítica.

Todd Phillips presenta un filme tan autónomo como nuestras referencias previas del personaje lo permiten. Y sin embargo, podría ser otro nombre, un rostro diferente, una ciudad distinta, y tendríamos en pantalla una película igual de potente como la que se estrenó.

Joaquin Phoenix interpreta a un Joker que descubre una existencia adormecida, que resulta destructiva para unos e inspiradora para muchos en Ciudad Gótica. Abundan los elogios a su actuación, muy bien merecidos además por un trabajo que sin dudas debe valer su nominación al Oscar.

Arthur Fleck recibe tratamiento psiquiátrico, busca una vida normal, en la que el trabajo sea suficiente para cubrir las necesidades del hogar. Pero no se conforma, él aspira a más. Quiere ser una estrella, quiere ser reconocido, y a la vez no estar solo. Imposible. Y son en estos detalles donde muchos espectadores podrán verse reflejados, porque los miedos y aspiraciones de Arthur Fleck son los de todos.

En casa tiene una madre a la que cuidar, una de las razones para mantenerse en la línea, pero que también resulta origen de frustraciones. La mujer está absorta en una fantasía que agobia al protagonista, pues establece puntos de comparación entre la paupérrima realidad en la que viven con un mejor futuro al que ella aspira llegar de ser escuchado su grito de auxilio.

Pero Arthur Fleck no es el único. Ciudad Gótica está llena de sueños rotos, de las aspiraciones desvencijadas como los trenes que pasan por las vías. A medida que en la misma persona desaparece Arthur y va surgiendo Joker, los ciudadanos empiezan a sentir que en las calles hay un justiciero.

En este punto el largometraje tiene distintas lecturas, especialmente cuando en la historia Thomas Wayne (Brett Cullen) es asumido como contrafigura. Quiere ser alcalde, pero la gente lo odia. Se habla en la prensa de una guerra contra los ricos en calles y hogares que atraviesan situaciones extremas.

Sus discursos a los medios son acartonados, además es prepotente y muestra desdén hacia los otros, pero no hay mayores vínculos entre la desgracia colectiva y el proceder del empresario. Con todo, pareciera intencional esa omisión. Así se generan distintas conclusiones a partir de la idea preconcebida del magnate como personaje en la industria del entretenimiento.

Tanto así que permanece la duda sobre si el descubrimiento que hace Arthur Fleck, y que termina de aniquilarlo, corresponde con la realidad o todo surge de las influencias del empresario en la burocracia de la ciudad, en la que se busca un chivo expiatorio y donde también surge un salvador que en la pantalla de la televisión subvierte temporalmente el orden establecido. Vale acotar que Joker no es uno más del montón. Él también fue víctima de la multitud, ignorado y violentado, y paradójicamente esa multitud es cimiento para su impronta, previo a un futuro que se puede intuir por todo el imaginario consumido sobre el villano, ahora líder de masas.

En Joker destacan además detalles simbólicos que nutren la trama tanto en su significado como en lo estético. La escalera como escenario para trazar la desgracia y liberación de la criatura. Ya es popular la imagen del baile de Joker una vez nacido, a la luz del día, que baja libremente como un ser pleno; lo contrario a cuando subía de noche cada escalón, agobiado por la jornada infructífera. Es el baile además en el que se subrayan a lo largo del filme los cambios en la vida del personaje, momentos en los que se conjugan lo estético de esa expresión con la metamorfosis en curso.

Joker tiene todos los elementos para convertirse en un clásico del cine, que parte del legado de cineastas como Martin Scorsese. No importa si la discusión sobre su incorrección política pueda jugar en contra de la temporada de premios: la audiencia ha respondido, ha conectado y ha sido conmovida de distintas maneras por esta historia que genera extensa discusión fuera de la sala. No hay líneas suficientes para toda la tela que queda por cortar sobre este descenso a la locura.


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