Hasta el momento hay 45 casos comprobados de difteria en los hospitales de la capital zuliana.

Maracaibo. Un fuerte dolor de garganta alertó al joven Nimrod Antonio Chirinos, de 17 años, hace un mes. Al cabo de dos días, la inflamación en sus cuerdas vocales ya le impedía tragar y respiraba con dificultad, jamás pensó que se tratara de difteria, una enfermedad erradicada hace más de 40 años en Venezuela.

Al principio, su padre, Antonio Chirinos, de 48 años, le aconsejó al menor que tomara limón con un acetaminofén, pero, al ver que no mejoraba, lo llevó al hospital Pedro García Clara, en su ciudad natal. Ahí solo lo recetaron para la infección.

Me dijeron que no había nada, y me le pusieron unas medicinas, pero me fui al seguro social y le pedí a una doctora que lo examinara mejor antes de inyectarlo. Cuando lo miró me dijo: ‘Esto es difteria, no le ponga ese tratamiento y lléveselo para Maracaibo'”.

Inmediatamente, Ramón pagó 40 millones de bolívares fuertes en efectivo y se lo trajo en taxi para el Hospital Universitario de Maracaibo. Allí el diagnóstico fue el mismo.

“Su hijo tiene difteria, pero aquí no lo podemos dejar porque está muy avanzado y no hay nada. A los que están aquí los tenemos bajo otro diagnóstico porque tenemos prohibido decir que hay esa enfermedad. Lléveselo para otro hospital rápido en taxi, porque eso se pega”. Así lo contaba Ramón, en la sala de aislamiento del hospital General del Sur, donde llegó con su hijo hace 27 días.

“En el universitario ni siquiera me dieron una orden de traslado para no decir lo que tenía mi muchacho, me lo traje en bus porque solo tenía en el bolsillo un billete de 500 bolívares. Aquí, gracias a Dios, desde que llegamos nos han atendido, piden de todo porque tampoco hay nada, pero al menos me lo ingresaron”.

Nimrod permanece en la cama número uno de la sala de aislamiento de adultos del sanatorio. Ahí se alimenta a través de una sonda y usa un tobo plástico para escupir porque no puede tragar debido a una obstrucción en la faringe. Las condiciones de higiene son paupérrimas, hay moscas y chiripas que andan encima del joven. Su padre, que se desempeña como albañil, contó que se las ha visto negras para salvarle la vida a su hijo.

Nimrod ha perdido muchos kilos por la enfermedad

“Ya no tenemos dinero, dejé de trabajar para cuidarlo a él. Yo realmente me mudé para acá. Como de lo que otros familiares me dan. Así mismo lavo la ropa y la pongo a secar en la cerca del hospital. Pido jabón y cloro a los demás para mantener limpio el baño y el cuarto porque aquí ni barren. Esto es un suciero. Yo solo le doy comida de la que yo le consigo, la de aquí no se la doy ni loco”.

Sin esperanza

Hace 22 días la unidad de epidemiología del Hospital General del Sur le realizó al joven bachiller el cultivo correspondiente para identificar la difteria y hasta la fecha no han llegado los resultados. Necesita que un otorrino evalúe su caso por la lesión en la garganta, pero debe esperar porque están de vacaciones.

Hasta la fecha, el menor de los hijos de Antonio ha consumido 385 dosis de penicilina, 18 diarias. Nadie más de la familia lo visita porque para venir de Ciudad Ojeda a Maracaibo se gastan dos millones de bolívares de los viejos en efectivo.

En la unidad de aislamiento hay solo tres camas. Los otros dos pacientes presentan tuberculosis y un pie diabético con bacteria en la pierna.

Ramón terminó la entrevista invitando al equipo reporteril de Crónica.Uno a pasar para fotografiar a su hijo, que ha perdido más de 30 kilos de peso. El joven contó, a través de señas, que quiere seguir estudiando y salir con vida de esto.

Sin camas

En el hospital General del Sur este mes han ingresado siete casos de difteria, pero los envían con tratamiento para la casa por falta de camas, según lo confirmó uno de los residentes de segundo año que prefirió no identificarse.

Fotos: Mariela Nava


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