Las madres sacrifican su alimentación para dejarle a sus hijos la comida que consiguen. Según una encuesta hecha por tres universidades, a 87 % de los venezolanos el ingreso les es insuficiente para comprar alimentos.

Caracas. “Estamos pasando hambre. Es hambre que uno no coma verdura, que uno no tenga para hacer una sopa y que tenga que hacer una cola por un paquete de arroz o de pasta”, comentó Fidelina Hernández, una habitante del barrio La Pedrera en Antímano, que se dedica al comercio informal y que lo que gana no le rinde.

Hasta hace poco tenía unos pollos de cría y los mató porque no podía mantenerlos. “El alimento (para los pollos) me sale en 600 bolívares el kilo. Si no tengo para comprar carne mucho menos para criarlos. Afortunadamente nos los vamos a comer, pero ni siquiera estaban tan crecidos”.  

Su nevera tiene pocos productos, y además de los pollos, cuenta con una mano de cambur verde. “Gracias a Dios que tengo esta mata para completar la comida”, contó esta vendedora que hace magia para estirar la plata y alimentar a sus dos hijos.

Fidelina Hernández tiene una mata de cambur verde para completar la comida de su familia.
Fidelina Hernández tiene una mata de cambur verde para completar la comida de su familia.

Una situación similar sufre María Flores, una cocinera que vive en Cúa y que diariamente se angustia por la papa de sus chamos, de 10 y 14 años.

“A los niños les doy bollitos o arepa con mantequilla todos los días. Ellos se cansan y me preguntan hasta cuándo les doy lo mismo. Les preparo eso porque lo que consigo es harina y prefiero dejársela a ellos”, contó.

Las limitaciones de María Flores y Fidelina Hernández la padecen muchos venezolanos y es consecuencia de la crisis económica que se evidencia en una elevada inflación y una escasez de comida, medicamentos, pañales, papel higiénico, champú y jabón. Pero estos problemas no sólo obedecen a la caída de los precios del petróleo como asegura el Gobierno, también responden al recorte en la entrega de dólares, y al control de precios que obliga a las empresas a vender productos por debajo de lo que cuesta elaborarlos y por lo que cada vez fabrican menos.  

Por el mal desempeño de la economía, a los ciudadanos la plata no les rinde y más se van sumando a las filas de la pobreza. La Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi) de 2015 que elaboraron la UCV, UCAB y USB señaló que 76 % de los venezolanos es pobre, porque con el dinero que perciben no pueden adquirir los artículos básicos ni pagar la luz, el teléfono o el agua.

David Ávila, es un albañil que habita en Antímano y para garantizar aunque sea una sola comida al día hace sacrificios. Sus tres hijos de 13, 8 y 3 años a veces comen en el desayuno unas papas guisadas con cebolla y pimentón. “Eso es lo que he podido darle en estos días, pero la mayoría de las veces no comen cuando se levantan. Esperamos hasta el mediodía para darles un plato de comida, pues no sabemos si vamos a tener cena”.

Ya muchos padres mandan a sus hijos a las escuelas sin comida y el Programa Alimentario Escolar no los atiende. Otros niños ya ni van porque no tienen con qué alimentarse. La desnutrición infantil subió 9%. 

Ingreso insuficiente

Las familias suelen destinar la mitad de sus ingresos a la compra de comida y si los precios de los alimentos se disparan el presupuesto se reciente. En 2015 la inflación de alimentos fue de 315%, de acuerdo con los datos del Banco Central de Venezuela, y este año la aceleración ha seguido. La canasta alimentaria en 12 meses aumentó 489% y está en 89.156 bolívares, según la información del Centro de Documentación e Información de los Trabajadores (Cenda).

Los altos precios limitan. Según la Encovi, a 87% de los venezolanos el ingreso no le alcanza para la compra de comida y en el caso de las familias más pobres esa insuficiencia llega a 93%.

Zaida Ruiz, costurera que vive en los Valles del Tuy, el costo de la comida le representa un duro golpe. Por sus trabajitos gana el equivalente a un salario mínimo y su esposo, quien trabaja en el comercio informal, percibe un monto similar. Calcula que el ingreso total es cercano a los 25.000 bolívares, y el grueso se le va en alimentación.

“Lo que ganamos no es suficiente paro pagar todo. Además de la comida hay que cancelar la educación de los dos niños”, aseveró Zaida. Esta costurera relató que por los costos de los productos adquiere menos de cada uno. “Carne y granos ya no se ven en mi casa. Compro menos cantidades de hortalizas, y el pollo se busca de vez en cuando”.

Así como Zaida, David también regula la compra de alimentos. “Hace tiempo que no le doy a mis mi hijos un bistec o un pedazo de pollo. Nunca pensé que llegaríamos a esta situación. Tuve que pedir prestado 2.000 bolívares para poder comprar arroz y huevos”.

Esos cambios en las compras se repiten en muchos hogares. Marianella Herrera, investigadora del Centro de Estudios del Desarrollo (Cendes), señaló que “para alimentarse el ingreso es una variable importante y si la gente no gana lo suficiente se limita”. Destacó que muchas proteínas -carne, pollo o huevo-, desaparecieron de las compras de las personas y lo que se consumen son carbohidratos y grasas.  

La Encuesta de Condiciones de Vida reflejó que 40% de los alimentos de la canasta alimentaria que adquieren los venezolanos son justamente: harina de maíz, arroz, pastas y grasas.

Las carnes y las hortalizas se volvieron inalcanzables. Para adquirir un kilo de zanahoria, papa, cebolla o pimentón las personas tienen que disponer de mínimo 1.000 bolívares, y si quieren comprar un kilo de pollo deben gastar un promedio de 1.300 bolívares. Por tal motivo, muchos llevan menos rubros a la casa.  

Scarlet Salazar es una maestra de primaria en una escuela ubicada en Los Jardines de El Valle, que antes incluía en su mercado carnes rojas y blancas, frutas y verduras, ahora solo puede escoger uno de esos alimentos. “Y aunque recorto igual gasto mucho más. En mi casa entran tres salarios y no podemos completar el mercado”.

Doris Quintero es una obrera que habita en El Cementerio, tiene una hija que labora en una tienda y un nieto, y entre lo que ganan las dos no da para mucho, por lo cual se restringe.   “A veces compramos solamente lo que no vamos a comer en día”.

A la inflación se añade la escasez por la baja producción, que en alimentos cayó 16% en enero. La investigadora apuntó que “eventualmente las familias tienen algo de dinero, pero no pueden acceder a los productos, porque no hay”.

María Flores en ocasiones tiene que trasladarse de Cúa a Caracas a cazar comida, porque en la zona donde vive la escasez es severa. “Hay que pararse a las 2:00 am para hacer la cola en el Día a Día y lo que llega es muy poco”.  En la última compra que hizo en un supermercado tuvo suerte, porque además de harina de maíz precocida, encontró aceite, mantequilla, arroz y papel higiénico

En Caracas el desabastecimiento de productos regulados es de 82,3%, según las cifras de Datanálisis. Pero la firma muestra más. La escasez en los hogares llega a 48%, con lo cual las familias ya no tienen muchos productos acumulados en sus casas.  

Jorge Díaz Polanco, sociólogo y profesor del Cendes, explicó que en Caracas por los momentos se consiguen algunos rubros, “pero en el interior, en regiones como Zulia, Bolívar, Barinas, Barquisimeto, la escasez es de 100% y los niveles de pobreza son superiores”.

El desabastecimiento de productos en Caracas supera el 80%
El desabastecimiento de productos en Caracas supera el 80%

Se reducen las comidas

La ausencia de productos está llevando a las madres a sacrificar su alimentación. Dejan el grueso de la comida que consiguen para los hijos y ellas luego ven que comen. María Flores y Doris Quintero relataron que para rendir el arroz, la pasta y la harina de maíz precocida -que son los rubros difíciles de conseguir- comen yuca con mantequilla cuando pueden.

“Hace poco pude comprar arroz y si consigo picadillo de pollo lo mezclo y esa será la comida especial para los niños. El arroz es para ellos”, señaló la cocinera que vive en Cúa.

Marianella Herrera apuntó que esas restricciones que hacen las madres les afectará su salud. “Tratan de proteger a sus hijos, pero ellas pueden tener problemas de anemia, déficit de calorías. Y además, lo que le dan a los niños tampoco es la mejor comida”.

El estudio realizado por las universidades indicó que la compra de las familias se concentra en calorías más económicas, lo que perjudica la calidad de la alimentación. 

Jorge Díaz Polanco agregó que ahora hay niños y madres malnutridos, con enfermedades, con bajo peso u obesidad, “y los efectos se van a ver en unos 10 años, cuando tengamos una población con pocas energías, con bajo rendimiento académico y productivo, con deficiencias de vitaminas y minerales. Todo ello va a aumentar la desigualdad social y a recrudecer la pobreza”.

Por las limitaciones para adquirir los alimentos, no todos hacen las tres papas. El estudio realizado por USB, UCAB, UCV y  Fundación Bengoa reveló que 12% de los venezolanos, en este momento, no tiene acceso a las tres comidas al día, y los que pueden llevar los tres platos a la mesa experimentan un deterioro en la calidad de la dieta.

Doris, además de dejar de consumir algunos productos, es una de las que a veces no come las tres veces al día.

“Desayunamos arepa, almorzamos arroz con huevo y plátano y la cena la pensamos. De vez en cuando nos comemos una arepa, pero muchas veces la arepita la hacemos solamente para el niño”, dijo esta trabajadora cuya preocupación aumenta porque la fábrica de embutidos donde labora decidió dar vacaciones forzadas, debido a que no tiene materia prima para producir.

Salir de esta esto no es fácil. El profesor Polanco sostuvo que primero las autoridades deben entender que están frente a una crisis, aceptar la ayuda y aplicar medidas urgentes en el campo económico, de la salud y de la seguridad social.

Ante la fuerte ausencia de alimentos, en febrero la Asamblea Nacional declaró la “crisis humanitaria e inexistencia de soberanía alimentaria” e instó al Ejecutivo a fijar medidas para aumentar la producción y eliminar los controles.

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Foto y vídeo: Cheché Díaz


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