La escasez tiene a los pequeños comerciantes por la calle de la amargura

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Los propietarios de los comercios señalan que mantener los negocios resulta complicado por la ausencia de productos y los elevados precios que tiene la mercancía.

Mayela Armas/Andreína Malavé/Alejandra Pineda

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Caracas. “Antes era difícil, pero desde hace dos años mantener un negocio es muy complicado por la escasez”, asegura Dianira Vargas, quien tiene un puesto en un mercado municipal en el cual ofrece productos de limpieza para el hogar. Comenta que “no tengo mercancía suficiente y cuando hay que reponerla, debo pagar más”.

Si en las grandes cadenas de supermercados y farmacias se registran problemas de abastecimiento, en abastos, bodegas y locales de los mercados municipales la crisis es más fuerte, y por ejemplo, en los abastos la escasez ya llega a 75 %, según Datanálisis.

Esas dificultades se deben a las distorsiones de la economía. Las industrias han bajado la producción debido a la insuficiencia de materia prima, las restricciones en el acceso a los dólares, los rezagos de precios y los problemas laborales. A ese entorno se suma el control del Gobierno a la distribución. De los artículos que se fabrican, el grueso va a las grandes cadenas y lo poco que queda se orienta a los otros comercios.

Francisco Da Silva es propietario de un supermercado en El Valle y dice que es “muy difícil vender”. Relata que “los productos los llevan primero a las grandes cadenas, luego es que nos traen, y si bien recibo artículos todas las semanas, los que llegan son poquitos”.

Cuenta que en su supermercado los rubros que más recibe son arroz, pasta, atún, sardinas y otros artículos no perecederos. “De vez en cuando me llega harina de maíz precocida y margarina, pero desde hace cuatro años no vendo leche en polvo y desde hace meses no vendo productos de higiene personal”.  Da Silva, quien tiene 40 años con su negocio en la zona, a manera de anécdota expresa que “cuando Maduro vivía en El Valle y venía a mi comercio estaban todas las marcas de leche, ahora no hay”.

Carlos Salazar es encargado de un abasto en Caricuao, y al igual que Da Silva, comenta que los productos llegan en pocas cantidades, especialmente los regulados.  “Nosotros vendemos lo que llega, uno hace el pedido a los distribuidores y lo que nos traen es lo que vendemos”.  Con resignación, agrega que “si no hay productos en los grandes mercados, menos hay en los comercios pequeños”.

Para María Fernández, quien tiene un puesto en un mercado municipal de venta de artículos de limpieza, surtir su negocio es un dolor de cabeza.  “Antes el distribuidor venía y me ofrecía artículos todos los días, ahora tengo que buscar los proveedores y recorrer varios sitios para ver cuál me puede vender lo que necesito para mi local”.  Apunta que la escasez “me obliga a comprar con más frecuencia”.

Los problemas de suministro también llegan a las farmacias pequeñas que están en zonas populares, cuyos dueños se las tienen que ingeniar para atender a la comunidad.

Ofelia Márquez es encargada de una farmacia en Caricuao y dice que ante las fallas de abastecimiento, lo que están pidiendo son medicamentos genéricos. “Nosotros tratamos de pedir los  medicamentos que la comunidad necesita. Se piden puros genéricos”.

Se aplica la restricción 

Por los bajos inventarios que tienen estos establecimientos pequeños, las ventas son también reguladas como en las grandes cadenas de supermercados y farmacias.

Antonio Ruíz es gerente de un supermercado en La Candelaria y dice que cuando llegan los productos con precios controlados se tienen que regular las ventas, pues no son suficientes para atender la demanda. “Dependiendo de lo que llegue, dividimos y decidimos cuánto puede llevar cada persona. Si son 50 artículos se venden a 50 personas”.

Así como Ruíz, Frank Burgos, gerente de una farmacia en la misma zona, reitera que hay rubros que deben venderse con restricciones. “Si llega una cantidad abundante del producto podemos vender dos unidades por cliente”.

Los altos costos

A la complicación de conseguir los artículos, se añaden los altos precios que se tienen que cancelar por la mercancía.

Dianira Vargas señala con molestia que “cada vez tengo que invertir más. La semana pasada compré el paquete de esponjas para fregar en 1.300 bolívares y tengo que subir el precio por unidad a 65 bolívares, pero ya el proveedor me advirtió que la semana que viene llega a 1.600 bolívares. El paquete de bolsas me cuesta 1.020 bolívares, imagínate en cuánto tengo que ofrecer la unidad”.

Situación similar padece María Fernández, quien apunta que también “los productos plásticos y de aluminio se han encarecido y tengo que venderlos más caros cada semana”.

Ambas aseguran que ante la escasez y los altos precios las ganancias de los negocios son menores y están “a raya”. Vargas dice que “la Ley de Precios fija un margen de ganancia de 30 %, yo no llego ni a 15 %”.

Da Silva indica que el mayor problema de precios lo tiene con la carne y el pollo. “Cada semana vienen con un precio elevado y tengo que ofrecerla más cara. La gente se queja, pero cómo hago”. Argenis Ortíz, propietario de una carnicería del oeste de la ciudad, dice que “vender pollo es un rollo, porque sube todas las semanas”.

Aunque el Banco Central de Venezuela no ha divulgado las cifras de inflación, diversas firmas calculan que en 12 meses (mayo 2014 y mayo 2015) los precios se dispararon 118 %.

Fotos y vídeo: Cristian Hernández


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