Los dulces criollos se resisten a desaparecer de los rincones capitalinos

Si algo no se ha perdido en Caracas es la venta de conservas, melcochas, chichas e incluso el famoso raspa’o. Son más baratos, en comparación con los pasteleros, y hay quienes mueren por comerse un fresco majarete de la esquina La Bolsa

Mabel Sarmiento Garmendia/@mabelsarmiento
Andreína Malavé/@andreinamalavé

Caracas. El casco central de Caracas tiene una  mezcla de lo moderno con lo colonial, incluso si de comidas y dulces se trata.

La plaza El Venezolano es una muestra clara de ello, pues mientras se puede ver a una pareja comiéndose una cremosa torta de chocolate, muy cerca hay alguien chupándose una barra de melcocha, tomándose un raspa’o o comprando una conserva de coco.

Y es así, pues los dulces y las bebidas tradicionales siempre desatan antojos y hasta pasiones. “Muero por un majarete, siempre vengo al centro y se lo compro a una señora que se para cerca de la esquina La Bolsa”, dijo Carmen Izaguirre.

Si algo no se perdió en Caracas es precisamente la venta de dulces criollos. Incluso en 2005-06 cuando la alcaldía de Libertador se propuso sacar a los vendedores informales del casco central, hubo resistencia de parte de este gremio. Alegaban que eran parte del patrimonio y lograron quedarse, a punta de protestas y cierres de vía, solo en algunas esquinas o plazas.

Hoy en día persisten, ya que la gente siempre busca la leche cortada, el dulce de orejón, los bocadillos y los alfajores.

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Carritos de dulces criollos se imponen pese a la crisis. Cristian Hernández/Crónica Uno

De hecho hay casos como el de José Rodríguez, quien tiene 40 años con un puesto móvil rodando por el centro, y a la fecha dice con satisfacción que los más vendidos son la catalina, la conserva de coco, el dulce de guayaba, los suspiros y las peloticas de batata.

Admitió que sigue vendiendo porque el caraqueño muere por un bocado de este estilo, además son mucho más económicos y frescos. Y es así porque la pelotica de batata cuesta Bs. 25, por ejemplo.

Por eso lados también está Mónica Herrera, quien encontró un negocio que le da mucho más que vender una solo conserva.

Se ingenió una presentación con la que se puede matar varios antojos. Junta en el mismo vaso arroz con leche, cabello de ángel, leche cortada, coco con piña, con arequipe y hasta le pone lechosa, si es el gusto del comprador.

Se para en las afueras de un local ubicado en la esquina La Marrón. La dosis más pequeña (dos sabores distintos) cuesta Bs. 40.

Rincones con sabor

Pero no todos los dulces se exhiben en carritos con toldos. En Caracas hay pastelerías y panaderías con una tradición de antaño. Está El Cisne, cerca de la avenida Universidad, que tiene 45 años. Todos los días vive llena e incluso hay que hacer pedidos con anticipación. Allí hacen buenas tortas, las milhojas se dejan colar y la crema pastelera siempre está en su punto.

Otro local es La flor y Nata, ubicada en la parroquia Candelaria. Tiene 65 años vendiendo turrones, dulces de mazapán y la tradicional torta massini (de nata y chocolate cubierta de yema).

Se cuentan La Danubio y más popular la panadería El Torbes, en la avenida Baralt, donde incluso se hacen largas colas para comprar pan andino.

Los churros y los golfeados no se quedan por fuera en este recorrido. Sobre el primer manjar, según los de a pie, la referencia son los que están en la subida de Maripérez; y en cuanto a las roscas con papelón y queso están los Golfeados de Antaño y los de Don Goyo en Sabana Grande, aunque ahora están muy de moda,  para los que se mueven por el centro, los de Artesano, donde además hay una variedad de ponquesitos.

¿Y para tomar?

Obviamente estos antojos no van solos. Para acompañar cada mordida que otra bebida que las chichas de arroz.

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El chichero de la plaza El Venezolano siempre tiene colas. Cristian Hernández/Crónica Uno

En cada esquina hay un tarantín con cola, pero hay un chichero famoso en toda Caracas y es William Escalona.

Está ubicado en la plaza del Rectorado de la UCV. Es ya un patrimonio de esa institución y hasta su carrito llegan turistas curiosos a comprar la de ajonjolí, la más vendida.

Este negocio lo comenzó su padre en 1950 con un socio. Cuando el señor Escalona murió, su hijo siguió con la tradición.

Ya a las 12:00 m en este punto de la ciudad es difícil conseguir un vaso de la mezcla, a la que no le falta la leche condensada.

Sobre los olores y sabores de Caracas hay más. Para mañana le ofrecemos la ruta gastronómica del casco histórico. Una opción diferente para celebrar los 448 años de fundada de esta importante capital.

Foto Cristian Hernández

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