Las montañas de desperdicios son comunes en las aceras más transitadas. Los vecinos ya no aguantan el hedor, y hay personas que aprovechan las sobras que otros lanzan para comer.

Caracas. El sector de Los Magallanes de Catia es uno de los más conocidos y habitados de esa zona del oeste de la capital, pero según varios de sus habitantes, desde hace algunos años las montañas de basura son una constante en sus aceras y calles.

Transitar por la calle La Laguna —vía principal que conduce a Los Magallanes— es advertir el panorama de descuido y dejadez que se multiplica más adelante. Durante el recorrido de Crónica.Uno había dos obreros que barrían algunos desperdicios. Sin embargo, la empresa es monumental: la basura lo colma todo, incluso las alcantarillas están rebosadas de desechos lo que supondrá colapsos en el flujo de agua cada vez que llueva.

Al final, en la intersección con la calle Oscar Machado Zuloaga y donde se une con la calle El Lago, la basura amontonada es tal que ni el camión que la recoge en las noches se da abasto para despejar el lugar.

Indigentes aprovechan la montaña de basura para buscar algo qué comer.

Una de las paradas principales en donde se hace una fila de camionetas que transportan caraqueños a sectores populares como: La Panorama, Mariposa, El Placer, entre otros, tiene un cúmulo de desechos que nadie puede ignorar. El hedor, las moscas, el mal aspecto, los perros que hurgan entre los desperdicios y hasta un grupo de indigentes que se une a los caninos y revisan con más detenimiento en cada bolsa para ver si encuentran algo de comer, son parte de la estampa diaria que se aprecia en la zona.

Uno de los vecinos comentó que la situación tiene más de dos meses, desde que se llevaron el conteiner donde solían agrupar los desechos de manera “más ordenada”. Frente a la montaña de desperdicios pasan dos líneas de camionetas por puesto. Las personas incluso sacan la mano por las ventanas y lanzan sus sobras, papeles y botellas hacia el basurero. Lo mismo hacen otros vecinos, que salen de sus casas y lanzan las bolsas de basura ahí mismo.

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Uno de los hombres que, en compañía de otros, encendió una fogata y cocinaba algo de comida hallada en la basura, aseguró que el camión que recoge los desperdicios pasa en las noches a limpiar, pero en la mañana, todas las personas que bajan del cerro lanzan basura y se vuelve a llenar. Eso se mantiene así siempre, dijo, prefirió no revelar su nombre.

Un grupo de hombres cocina al lado de un basurero en la calle el Lago de Los Magallanes de Catia.

El mismo panorama desolador y antihigiénico se repite a menos de dos cuadras.

Otro basurero se alza en la calle que conduce a una invasión llamada Los Girasoles. Su aspecto da cuenta de larga data en el lugar: un carro desvalijado, restos de comida con gusanos, escombros y pozos de aguas negras circundantes lo conforman.

Este sector colinda con el Hospital Doctor José Gregorio Hernández, mejor conocido como Hospital de Los Magallanes de Catia. Ambos basureros conviven muy cerca de las instalaciones de salud.

Este basurero tiene tanto tiempo que hasta un carro desvalijado está en el lugar.

Esta invasión [Los Girasoles] tiene como 12 años. Yo vivía en la calle de arriba [El Placer] pero un día me sacaron de mi casa. Soy de aquí desde hace 47 años. Tengo que sobrevivir como sea, dijo Orlando. Un hombre que aparenta más de 50 años, con una barba muy larga y que estaba en la acera del frente donde se encontraba el basurero.

Había encendido fuego con varios cartones. Colocó un sartén encima y ahí cocinaba una pieza de pollo que sacó del basurero. Mientras tanto, le echaba tomate, cilantro y papas que también había escogido entre los desperdicios.

El señor Orlando prepara su comida en plena acera frente a un basurero del cual sacó parte de sus alimentos.

Los habitantes de Los Girasoles que caminaban cerca de la montaña de escombros se tapaban la nariz con la mano y los niños se protegían con las franelas, porque el hedor contamina toda la calle.

El basurero cerca de Los Girasoles está ubicado al lado de una acera por la cual transitan muchos catienses.

Fotos: Luis Miguel Cáceres.


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