Maracaibo sin gas doméstico (I): Una ciudad de leña y fogones en pleno siglo XXI

Sin gas doméstico

La escasez de gas doméstico y los altos precios que cobran por recargar las bombonas, han obligado a volver a prácticas de otro siglo para poder cocinar. En el sector Rafael Urdaneta, más de 2000 familias corren el riesgo de padecer enfermedades respiratorias irreversibles por la exposición prolongada al humo de leña.

Maracaibo. Una especie de nube gris envuelve las calles polvorientas del barrio Rafael Urdaneta, ubicado en la parroquia San Isidro del kilómetro 18, vía a La Concepción.

Se trata del humo que emana de los fogones de más de 2000 familias del sector que cocinan con leña, debido a la escasez de gas doméstico para llenar los cilindros de sus hogares.

Bombonas
Los vecinos del barrio Rafael Urdaneta marcan las bombonas para evitar que se pierdan. Foto: José Núñez.

Se trata de otro problema que se suma a las fallas eléctricas y de agua potable, alumbrado público e inseguridad y que ha convertido en un sacrificio vivir en esta zona apartada de la ciudad.

Matilde, una mujer de 60 años, toma un machete y va al fondo de su casa donde ya tiene apiladas varias ramas secas. Son apenas las 10 de la mañana y ya se prepara para “montar el almuerzo”.

Fogones en Maracaibo
Matilde corta con un machete unos palos largos de Nim para preparar el fogón del almuerzo. Foto: José Núñez.

“Con lo de la luz es suficiente como para que ahora estemos pasando por esto. Yo sufro de la tensión y estar metida en ese fogón todo el día me pone mal. La última vez que compré bombona fue un calvario para conseguirla, estuve 15 días buscando y nada, ahora tenemos que cocinar en palo”, dijo, mientras cortaba la leña para armar el fogón donde hace 43 días cocina.

La historia se repite en cada humilde vivienda del barrio. Incluso se extiende a sectores cercanos como El Curarire, El 19, San Sebastián y El Carmen, entre otros.

Cocina a leña
Luis corta una rama para llevar leña a su casa que queda a varios kilómetros. Foto: José Núñez.

Luis Morales, de 55 años, vino desde el barrio Los Pinos para pedirle a su hermano “un pedazo de mata seca”. Se trata de un árbol de Curarire que alguna vez adornó frondoso el patio trasero de Los Picure, como es conocida la familia por su oficio de carpintería.

“Estoy picando un buen pedazo porque allá donde yo vivo no se consigue leña, han acabado con todo. Tenemos cuatro meses cortando matas y ya no quedan. Le dije a él que me diera la mitad de esta mata, a ver si hago un poquito de chicha de mango cuando llegue a la casa, porque tengo a los muchachos pasando hambre, ya uno no sale solamente a buscar el pan sino la leña. Estamos olvidados, embarrados hasta el cuello”, dijo el hombre mientras su hijo menor sostenía con un mecate el trozo de madera, para evitar que tropezara con unas guayas eléctricas, y que más tarde llevaría a su casa en una carrula, para lo cual pedalearía tres kilómetros.

Cocina a leña maracaibo
Luis le pidió a su hermano leña porque en su comunidad ya no hay árboles para cortar. Fotos: José Núñez.

Humberto Chávez, de 49 años, se siente afortunado. Mientras observa a Luis golpear una y otra vez la rama soltó: “Yo voy llegando de la zona industrial. Me fui con otros vecinos y allá dormimos dos noches haciendo cola, hasta que por fin hoy nos vendieron [la bombona]. La de 10 kilos me costó dos bolívares de los viejos. Hay que hacer el sacrificio si uno consigue la colita para ir a comprar porque sí se consigue por fuera, pero en dólares. Esta que acabo de comprar cuesta 15 dólares y yo no tengo para eso. El mes que viene trato de volver a ir, si no, me toca leña otra vez”.

La mayoría de los habitantes de la comunidad están expuestos a inhalar humo, lo que ocasiona enfermedades respiratorias. Foto: José Núñez.

Para Bertico, como se le conoce en el barrio, es “un sacrificio” ir hasta los centros de llenado de gas doméstico en la zona industrial de Maracaibo.

“Se tarda mucho porque los policías meten a fulano, a mengano y eso atrasa, mientras tanto uno sin comer, sin tomar agua, aguantando las ganas de hacer sus necesidades. Los maracuchos estamos pasando lo peor de nuestra historia, estamos casi que preparados para la guerra”.

Una hilera de humo sale de cada casa, como si se tratara de pequeñas chimeneas. Los hombres se pierden entre los callejones de la barriada fundada hace casi 50 años, cargando carretillas atestadas de leña para cocinar.

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Yolanda y Horacio López están en el mismo afán. “Me traen matas de allá atrás, de La Matilla. Aquí hace meses que no se compra bombona porque no hay gas, dicen los que la venden. Casi no se cocina, ahorita estoy haciendo unos platanitos, porque hay que ahorrar la leña para que nos dure”, dijo el ama de casa.

Hasta hace un poco más de dos meses la comunidad llenaba sus cilindros en un centro de recarga cercano. El encargado, Alberto Casanova, aseguró que la refinería de Bajo Grande mantiene cerrado el despacho de gas.

Sin gas doméstico en Maracaibo
Bombonas vacías apiladas en un centro de recarga comunitario desde hace dos meses. Foto: José Núñez.

“La empresa donde trabajo está despachando la reserva, por eso si vas hasta allá en la zona industrial te venden, pero a nosotros nos mandaron a parar la distribución y esto es para rato. Yo hace casi dos meses no recojo bombonas, igual mis compañeros de El Marite, Chino Julio, la Circunvalación 3, todos estamos así. La empresa dice que para evitar que hagan su agosto los revendedores, pero ya ve que las comunidades son las que sufren, porque siempre hay quien revende y se aprovecha”.

El hombre reveló que semanalmente recogía solo en el Rafael Urdaneta 180 bombonas de diferentes tamaños a precios asequibles, sin embargo, confesó que por ser una comunidad humilde muchos no tienen con qué pagarlas. “Si no tienen efectivo, yo les acepto lo que tengan, arroz, harina o nada muchas veces, la idea es ayudar a la gente”.

Fogones con esfuerzo

A golpe de 6 de la tarde nuevamente arden los fogones. El suelo, el rin viejo de un carro o unos bloques sirven para cocinar. Matilde asegura que no es tan fácil.

Fogones
Matilde sopla con su boca la base de una paila para que nuevamente el fuego tome fuerza. Foto: José Núñez.

“Armar un fogón tiene su proceso. Hay que cortar la leña y dejarla en el sol varios días para que se seque y rogarle a Dios para que no llueva. Después se cortan los palos grandes y se buscan chiritos (palitos más pequeños) para ayudar a quemar los más grandes. Yo le echo gasoil para que se prenda fuego rápido y ya después le pongo dos tubos para sostener la olla entre los bloques”.

Desde las 2 de la tarde no hay luz en la zona. “Ojalá venga porque mi hija se ayuda con un hornito eléctrico para que la bebé no agarre tanto humo. Tiene días tosiendo esa criatura, yo creo que es por tanto humo que hay en el barrio”, sentenció la mujer mientras prendía por segunda vez el fogón.

Sin gas doméstico
Mariana aprovecha que llegó la luz para cocinar el alimento de Isabella en un horno eléctrico. Foto: José Núñez.

A las 8 de la noche llegó la electricidad. Mariana, la hija, prende el horno y monta el alimento de su pequeña hija Isabella, de tres años. “Temprano cociné en palos porque ella estaba jugando adentro, menos mal que llegó la luz para hacerle el tetero”, comenta la madre de 39 años mientras revuelve la mezcla blanca, en una olla tiznada por la actividad más temprana.

Según el recorrido hecho por el equipo de Cronica.Uno durante tres días en la comunidad, al menos 125 árboles se han talado o mutilado en la zona para convertirlos en leña. Los puntos más afectados son el Hato San José de La Matilla, La Yoconda y San Sebastián, donde abundan ejemplares de mas de 70 años, “ideales” según los vecinos para cocinar. Estas son zonas de terreno ocioso que posee la comunidad.

Cocina a leña
Entre una y dos horas invierten los habitantes de la comunidad para cortar leña a diario. Foto: José Núñez.

Agua, el segundo sacrificio

En un callejón de la calle número 3 del barrio Rafael Urdaneta, vive Alba Chacín al lado de su hermana Ana. Ellas junto con tres vecinos más se turnan para cocinar en un fogón “comunitario” que decidieron hacer hace más de un mes. Sin embargo, no es eso lo que le preocupa, porque Danilo, su esposo, asegura la leña todos los días, incluso tienen reserva. Para el ama de casa, su “dolor de cabeza” es el agua. Sentada en un costado de la casa, Pina lava lo poco que puede con “el fondito que queda en el tanque”, mientras su hermana le hace compañía a través de una ventana.

Las mujeres coinciden en que la falta de agua en el sector cada día se agudiza más. “Aquí estuvimos años sin agua, hasta que por fin nos metieron tubería de planta C, pero ahora no hay suficiente fuerza y no llega casi, si tienes bomba es fácil, pero los que no tenemos nos la vemos negras”.

Falta de agua
En el barrio tampoco llega agua suficiente para lavar la ropa, cocinar y asear los hogares. Foto: José Núñez.

Asear la casa, lavar la ropa y hasta cocinar se dificulta en la casa de las Chacín. “Yo gracias a Dios me ahorro el almuerzo porque me lo dan en la escuela”, soltó Ana, quien es portera en el colegio de Fe y Alegría de la comunidad, sin embargo, explicó que allá también se ven apurados.

“La dirección le compra leña a un señor para prender los fogones y darle la comida a los niños, menos mal y yo caigo en esa colada porque tengo cuatro meses sin bombona”. Ana interrumpe su explicación para pedirle a Pina que le regale “el agua de jabón para echársela al baño”.

No tienen agua en maracaibo
En el kilómetro 18 el agua llega con poca fuerza a más de 2000 familias. Foto: José Núñez.

“Esto es un sacrificio, menos mal que uno vive en el monte y puede cocinar con leña, pero cómo hacemos con el agua y la luz, que se va hasta por tres días. En la noche no se aguantan los zancudos y en el día son las moscas y sin agua cómo limpia uno. Esto es una verdadera calamidad”, concluyó la mujer, antes de recibir un balde de agua turbia de manos de su hermana.

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Bombonas dolarizadas

En los pocos puntos de recarga de Maracaibo donde se consiguen bombonas, los vendedores aprovechan los escasez para venderlas en dólares. Una bombona de 10 kilos, la más pequeña, se consigue en la Circunvalación 3 y Pomona en precios que van desde 15 a 20 dólares. Mientras que por las de 18 kilos, una de las más buscadas, se puede llegar a pagar hasta 70 dólares, solo por la recarga.

Henry López, de 56 años, vive en el barrio Rey de Reyes, en la Circunvalación 3 de Maracaibo. Es pensionado y se ayuda barriendo los negocios del Mercado Las Pulgas.

Familia en Maracaibo
Horacio y Yolanda comen una vez al día para rendir la poca leña que consiguen al fondo del barrio. Foto: José Núñez.

Hace tres semanas pagó 8000 bolívares en efectivo por la recarga de su cilindro de 18 kilos. Esta semana la misma recarga cuesta 50.000 bolívares en efectivo o 10 dólares.

“Yo no puedo pagar eso, en el banco me dan solo 3000 bolívares en efectivo de la pensión y de dónde saco el resto si lo demás es para comer. Antes colaboraba con mis vecinos que se quedaban sin gas y les prestaba la cocina, pero ahora no, solamente a las madres que van a hacer teteros”.

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El hombre dijo que en su casa han tomado medidas drásticas para cuidar el gas: “No comemos caraotas porque se tardan mucho, igual yuca. Lo que hacemos es cocinar desayuno y almuerzo junto, para no gastar el gas”.

El humo, un enemigo silencioso

Miguel Ángel Luzardo, pediatra intensivista, explicó que los riesgos que corren los niños de la comunidad por estar expuestos al humo de la leña son elevados.

“La combustión de biomasa, genera una serie de gases y partículas que son inhaladas por personas que están cerca y los más susceptibles son los niños, porque sus vías respiratorias están aún en desarrollo”.

Niños pueden sufrir asma
Los niños son los más propensos a contraer enfermedades respiratorias que comienzan con tos y gripe. Foto: José Núñez.

“Esa población puede contraer enfermedades respiratorias que tienen repercusión no solo en la salud física y mental, sino en el rendimiento escolar, porque son niños que viven enfermos y que pueden desarrollar problemas de oxigenación a consecuencia de los cuadros respiratorios”.

Un niño que esté expuesto a estas condiciones va a tener síntomas de forma recurrente y la tendencia es que no mejore, según el también profesor de Fisiología Humana y Clínica Pediátrica de la Universidad del Zulia.

“Uno de los síntomas es la tos. La vía aérea reacciona a la inhalación de estas partículas de diferentes maneras, como por ejemplo aumentando la producción de moco. El músculo liso que tiene la vía respiratoria comienza a contraerse y se produce la obstrucción bronquial que dificulta la entrada de aire. Eso se traduce en cuadros clínicos similares al asma bronquial. Y si el niño tiene antecedentes, la conjunción de los factores genéticos con los ambientales desencadena asma”.

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Sin embargo, todo no queda allí: “Cada vez que los alérgenos entran a la vía respiratoria ocasionarán un proceso inflamatorio del epitelio respiratorio, que es la mucosa que recubre el árbol respiratorio. Si el paciente está expuesto de forma prolongada puede desarrollar un cuadro de fibrosis pulmonar. Si es así, es un niño que, con los años, va a desarrollar enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC)”.

El especialista alertó que este es un problema que podría afectar la salud de los infantes en su vida adulta.


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