Visitantes asiduos del conocido expendio de pescado portocruzano indicaron que diariamente se da una lucha entre los bachaqueros y quienes acuden, ya sea a “truequear” o pedir el producto a los capitanes de las lanchas. Un kilo de harina de maíz puede equivaler a dos kilos de especies variadas.

Puerto La Cruz. Son las 6:00 a. m., despunta el sol en la Bahía de Pozuelos y, como todos los días, Fidela Barrios y Marilú Lafont llegan a la orilla de la playa ubicada en el sector Los Cocos de Puerto La Cruz, con la esperanza ya sea de comprar, “truequear” o, en el mejor de los casos, obtener gratis un poco de pescado de los peñeros que cada día llegan al muelle a vender las especies que obtienen durante su faena.

A primera vista, en Los Cocos se aprecia un mercado pesquero improvisado donde se oferta el producto a un costo menor que en los mercados formales. Sin embargo, detrás de los tarantines hay otro mercado en el que la ley del más fuerte y el trueque predominan sobre quienes, en buena lid, buscan cerrar tratos con los patrones de las lanchas.

Barrios y Lafont son dos amas de casa asiduas visitantes de la bahía. Barrios reside en el sector Tierra Adentro de Puerto La Cruz y Lafont en una zona pesquera de Barcelona conocida como Fernández Padilla. Ella dice que tiene que trasladarse desde la capital del estado hacia “el puerto”, porque “con los pescadores de Padilla no consigo ni agua”.

Ambas sostienen que su “lucha por conseguir un pescadito” para resolver ya sea el almuerzo o la cena comienza desde las 6:00 a. m. hasta que se retiran, cerca de las 4:00 p. m. La razón de su batalla la representan los bachaqueros, que llegan al lugar cargados de harina precocida de maíz, pasta y arroz para intercambiarlos en los botes por pescado y posteriormente revenderlo en el mercado municipal de Puerto La Cruz, el cual solo está a un kilómetro de distancia.

El problema está en que ellos, además de ser unos chamos, llegan con harina pan, arroz y lo que sea y se tiran en la playa para montarse en el bote y cambiar esos productos por pescado. Los botes no quieren vender lo que traen en la orilla porque prefieren los productos, yo tengo 60 años y no me voy a meter en el agua por un pescado a ver si esos muchachos me dan un mal golpe y me dejan ahí. Cuando se dignan a vender, siempre sale más barato que en los puestos que están ahí, por 3000 bolívares te puedes llevar hasta un tobo de sardinas, el tajalí es casi regalado, pero con estos bachaqueros es imposible, dice Barrios.

El intercambio de productos no se hace a la ligera, tiene sus reglas y funciona como una especie de moneda. Dependiendo de lo que se quiera intercambiar varía la especie de pescado. Los precios más altos se cotizan en harina de maíz, leche, arroz y pasta y los más bajos pueden ser galletas y productos de higiene personal como jabones y detergente del que se consigue en los mercados populares a precios muy por debajo de los productos nacionales.

Aquí todo tiene su precio, por lo menos si traes un kilo de harina o lentejas, te puedes llevar dos kilos de jurel, tajalí, cabaña o depende de lo que se traiga en el bote y diga el lanchero. Esto se hace más que todo para resolver, hermano, porque esos sueldos no dan, uno que tiene muchachos pasa hambre y tenemos que resolver, no podemos dejar a esos muchachos sin comer, como ves aquí viene mucha gente a tratar de rebuscarse porque la necesidad es grande y no hay cómo comprar la comida, dice Cosme Paruta, un hombre que afirma trabajar en lo que consiga para llevar la comida a su casa.

Lucha de titanes

Mientras el equipo de Crónica.Uno conversa con Paruta, llegó a la orilla Jesús, un peñero de unos 12 metros procedente de la isla La Borracha. Los presentes no sabían que había en su interior pero apenas lo divisaron se lanzaron al agua para llegar hasta él y hacer el mejor trato posible con el capitán de la embarcación.

Aquí hay gente con tobos lista para lanzarse al mar, los productos que tú no ves del Clap se comercializan aquí y se cambian por pescados o por efectivo. Antes los lancheros, después que vendían el pescado en el muelle, lo que quedaba se lo regalaban a la gente, ahora eso no pasa, los bachaqueros nos cambiaron el modo de vida porque con sus negocios nos afectaron y ahora nadie regala nada. Cualquier cosa es buena para hacer negocios, dice Lafont.

Para quienes acuden a Los Cocos, la especie de lucha que se da en la orilla vale la pena porque el resultado al final del día puede derivar en uno o más tobos de cinco galones, llenos de variadas especies que sirven para comer y generar un dinero extra.

Amigo si uno no tiene plata cómo vive, uno no puede darse el lujo de comprar pescado en un mercado porque te lo quieren vender por las nubes, cómo es posible que un kilo de lamparoza cuesta 20.000 bolívares, eso antes prácticamente te lo regalaban, ahora es como si comieras caviar. Esto es duro, uno se puede ir muerto de hambre por estar sin comer todo el día pero vale la pena, refiere José, un joven que ya ve su ida a Los Cocos como un trabajo.

Los Cocos 1 Fidelia Barrios y Marilú Lafont afirman que luchan a diario para conseguir un poco de pescado

A diferencia de otras jornadas, Lafont y Barrios tiraron la toalla en su lucha por llenar los envases que llevaron, pero afirmaron que regresarían porque así como hay jornadas malas, en las buenas consiguen una provisión de pescado que les puede durar hasta una semana.


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