Familiares de Carolina Ramos denuncian negligencia médica. Le practicaron una Histerectomina Abdominal total durante la cesárea, pero antes de la intervención pasó horas esperando por atención, mientras botaba coágulos de sangre.
En el Pérez Carreño, donde estuvo recluida, no había sangre y no le pudieron controlar el shock hipovolémico, que es cuando los órganos y tejidos del organismo no reciben un aporte suficiente de oxígeno y nutrientes.
Caracas. Nelly Ocopio camina de un lado otro por la pequeña sala de su casa ubicada en el barrio El Esfuerzo de Carapita. Parece que arreglar cosas, ir a la cocina y asomarse por el balcón le brindan un poco de sosiego. A penas hace 18 días murió su hija, Carolina Ramos: “Ella se desangró antes de entrar a la sala de parto. Fue una cosa horrible lo que veía cuando me dijeron que buscara su ropa. Había sangre por todos lados. No entiendo cómo le dijeron que se pusiera en cola si era un caso de urgencia”.
El fallecimiento de Carolina desajustó la vida de la señora Nelly y su esposo, Pedro, quien se recupera de un Accidente Cerebro Vascular (ACV). Ella desde el 28 de febrero tiene clavado un dolor en el pecho y él contó que siente un vacío inmenso.
“Pero ahora volvemos a ser padres con esta criaturita”, dijo mientras cargaba al pequeño Kleiber, el hijo que le sobrevivió a Carolina.
Ese 28 de febrero, la señora Nelly acompañó a su hija al Materno Infantil de Caricuao. Ya iba sangrando y con malestar. Al llegar tenía como cinco parturientas por delante. Cuando fue su turno, el médico de guardia le dijo que referiría al hospital Pérez Carreño, porque ellos no tenían anestesiólogo y a ella había que hacerle una cesárea de urgencia.
“No encontrábamos carro para ir. Ningún taxi, hasta que nos subimos a una camioneta que nos llevó por la autopista hasta el centro y en la esquina Angelito agarramos la camioneta para el Pérez Carreño”.
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Llegaron a eso de las 10:00 a. m., pero igual no la ingresaron de inmediato. Le informaron que debía hacer la cola. Esta vez tenía como a 11 por delante.
Estando ahí su sangrado se intensificó: “Sin embargo, nadie nos decía nada. Yo preguntaba que porqué tardaban tanto con mi hija. De hecho, estando en el materno de Caricuao le pedimos al médico una referencia para que la pasaran más rápido y nos indicó que llegara así mismo. Fue una injusticia ponerla en la cola, ella se desangró”.
A las 5:30 p. m. les hacen llegar un informe médico donde describen que le practicaron una Histerectomina Abdominal total por acretismo placentario, que consiste en una adherencia anormal de la placenta a la pared uterina por la cual el alumbramiento puede conducir a una hemorragia masiva.
Esta complicación obstétrica está asociada potencialmente con morbimortalidad materna. La Meta del Milenio para 2015 exigía que las cifras de mortalidad materna no superaran los 14 decesos por cada 100.000 nacidos vivos registrados.Hoy Venezuela supera 9 veces más la tasa que pedía las Naciones Unidas. El deterioro se incrementó desde hace dos años: en 2013 se registraban 68 parturientas fallecidas por cada 100.000 nacimientos y en 2016 ascendió a 130.Lo que equivale a 64 muertes mensuales, y a 750 parturientas muertas en hospitales en 2016, datos proporcionados por el doctor José Félix Oletta, de la Red Defendamos la Epidemiología Nacional. |
Seis horas después de su ingreso, le informan a los familiares que deben conseguir Hemoderivados —concentrado globular— con urgencia, en vista de que el hospital no contaba con sangre tipo ORH (+).
Los familiares de Carolina regresaron al materno de Caricuao, pero ahí tampoco había, fueron a otros bancos pero el resultado no varió. “Imagínate, era martes de Carnaval y muchos sitios estaban cerrados. A eso de las 7:00 p. m. nos vinimos para la casa y mi otra hija se quedó con sus hermanos en el Pérez Carreño. A las 4 de la madrugada le informan que estaba muerta. La hemoglobina le llegó a 3. Hubo negligencia médica en su caso”.
Durante todo el tiempo que esperaron, la señora Nelly contó que nadie les informó sobre la gravedad de su hija. No sabían dónde la tenían, hasta que un enfermero conocido los ayudó a buscarla y dio con ella en el piso 6.
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“Nos dijo que estaba muy malita. No puedo entender eso, pues ella se hizo sus nueve controles y se cuidó mucho. Tenía otro niño de cuatro años. Ella estaba tranquila. Ahora nos queda salir adelante por Kleiber y dar a conocer este caso, para que otros niños no se queden sin sus madres. A nosotros nadie nos va a regresar a Carolina, pero sí podemos hacer que no ocurran otros casos como este. Nos enteramos de que hay otras muertes por violencia obstétrica, son mujeres que tienen dos o tres niños y que por falta de una buena atención médica quedan desamparados”.
A Kleiber y a su hermanito de cuatro años lo cuidan ahora sus abuelos maternos. El bebé, que pesó 2 kilos 850 gramos y midió 52 centímetros, toma fórmulas lácteas y de vez en cuando algunos conocidos le dan teteros de leche materna para fortalecer su cuerpo.
Su mamá tenía 40 años y según aseguró la señora Nelly, llevó un embarazo sin complicación. Al parecer, su expediente está en manos el Cicpc.
La violencia obstétrica en el artículo 15 numeral 13 de la Ley Orgánica sobre el Derecho de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia —la cual entró en vigencia el 19 de marzo de 2007— la define como “la apropiación del cuerpo y procesos reproductivos de las mujeres por personal de salud, que se expresa en un trato deshumanizador, en un abuso de medicalización y patologización de los procesos naturales, trayendo consigo pérdida de autonomía y capacidad de decidir libremente sobre sus cuerpos y sexualidad, impactando negativamente en la calidad de vida de las mujeres”. |
“Repito: averiguar no la va a regresar, pero sí a que no ocurran más decesos de este tipo”, dijo con la abuela-madre con voz entrecortada y con la mirada fija en el piso por unos instantes para poder recobrar la calma. Luego cargó al nieto que ahora le ocupa los días y las noches, en lugar de su hija Carolina. En su casa todavía hay silencio, caras triste y desesperanzadas. El sonido que los mueve y les da energía es el llanto del recién nacido.
Fotos: Mabel Sarmiento Garmendia
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