Ya son 700 los militares venezolanos que han llegado a la frontera en busca de refugio. Crónica.Uno pudo conversar con tres de ellos. Coinciden en que es tangible el quiebre y el descontento en la institución militar, pero la persecución contra ellos también aumenta.

Cúcuta. Daniel Berroterán es sargento segundo de la Armada en la Base Naval Agustín Armario en Puerto Cabello. Tiene 35 años de edad y 3 años de servicio.

Llegó a Colombia con su esposa y sus dos hijos. Cruzó el 23 de febrero por el Puente Internacional Alianza vestido de civil.

No tenía dudas de lo que haría, se cansó de la injusticia, de la inmoralidad del Alto Mando, de cumplir órdenes arbitrarias. Lo primero que rechaza es la vinculación de la Fuerza Armada con la política. Uno tiene que ser político porque ellos quieren, porque si no se les apoya, vamos presos a Ramo Verde, dice.

Cuando se cumplen 10 días desde que militares venezolanos comenzaron a buscar refugio en Colombia, Crónica.Uno logró entrevistar a un sargento de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) de Táchira, a un teniente del Ejército de Lara y otro sargento de la Armada de Carabobo. Por medidas de seguridad y ante las amenazas que reportaron, los nombres fueron cambiados.

Los tres han dicho, con insistencia, desde Colombia: “Sabemos que van a venir más compañeros”. Aunque pertenecen a componentes diferentes, las historias son similares: falta de alimentos en los cuarteles, salarios que no cubren las necesidades básicas, cumplimiento de órdenes arbitrarias y amenazas con ser encarcelados si se manifiestan en contra de Nicolás Maduro. Han llegado a Colombia desconociendo a Maduro y ahora, dicen, quedan a disposición de Juan Guaidó.

Berroterán escuchó el llamado del parlamentario a los militares por Instagram. Escuchó cuando dijo que daría ayuda a los militares que se presentaran bajo su orden: “Guaidó nos dirá si tenemos que uniformarnos y si vamos a hacer un batallón. Si tengo que ir a Venezuela con él, lo haré ”, expresa al ser consultado sobre qué hará en los próximos días.

Está listo para volver, para combatir lo que produjo su deserción. Cuenta que en la formación general de cada lunes constantemente les preguntaban si tenían carnet de la Patria, un documento político creado por el gobierno de  Maduro en 2016. A quien respondía que no, le daban un plazo de 48 horas para tramitarlo. “Quien no lo tenga va preso”, se escuchaba decir a los superiores.

En la base “el desacuerdo y el descontento es muy fuerte”, pero el miedo los inmuta. Berroterán denuncia que son perseguidos por la Dirección General de Contrainteligencia Militar (Dgcim):

Nos investigan, nos amenazan y nos meten presión por si uno se le voltea al señor Maduro. Entonces uno tiene que estar obligado ahí. Estamos desertando porque ya no aguantamos la presión, el trato.

Las condiciones de trabajo en la base naval también comienzan a resquebrajarse. Berroterán cuenta que navegaban en barcos obsoletos y las fragatas no sirven, tienen cuatro y solo funcionan dos, una de esas opera a media máquina. De los dos submarinos, solo uno está disponible.

El señor Maduro todo el tiempo nos decía ‘vayan a navegar’ porque Estados Unidos iba a invadir. Nos mandaban a navegar, a cuidar las costas y lo que íbamos era a pasar hambre. La cena era pasta con salsa de tomate y un vaso de agua, eso era lo que nos daban, sostiene.

Y agrega: Las mismas instituciones militares no tienen comida, insumos, para mantener a la Fuerza Armada, con todo eso, mandan a pelear, a salir a calle. Ahora imagínese cómo está el pueblo, si nosotros mismos que somos instituciones militares no tenemos nada.

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El primer paso que dieron los militares

El 23 de febrero los puentes internacionales de Norte de Santander y Táchira amanecieron cerrados. La esperanza de miles de personas estaba puesta en que se derribaran barreras y estructuras para ver desfilar, de Colombia a Venezuela, 10 camiones que contenían toneladas de ayuda humanitaria que fueron acopiadas en Cúcuta. Era la salvación de 300.000 venezolanos que se encuentran en riesgo de muerte.

Pero los camiones no pasaron, unos fueron quemados en Ureña, otros retrocedieron cuando se encontraban a escasos metros de Táchira. Ese día, lo que sí logró avanzar hacia Colombia, en búsqueda de refugio, fueron los militares venezolanos.

La noche anterior Juan Guaidó, quien se juramentó como presidente encargado de Venezuela, les habló. Les pidió que decidieran de qué lado estarían. A todos los militares: entre hoy y mañana ustedes definirán cómo quieren ser recordados. Ya sabemos que están con el pueblo, ustedes nos lo han dejado muy claro. Mañana podrán demostrarlo, escribió en Twitter.

Un mensaje que se ha venido replicando desde el 15 de enero, cuando se aprobó el acuerdo de Ley de Amnistía en el Parlamento, la cual ofrece garantías para los efectivos castrenses que “ contribuyan a la defensa de la Constitución como deber establecido en los artículos 333 y 350 de la Constitución”.

Los primeros tres militares llegaron abordo de dos tanquetas por el Puente Internacional Simón Bolívar. Los vehículos impactaron dos veces contra las barreras amarillas que pertenecían a Venezuela y mantenían el paso fronterizo cerrado. Lograron derribar parte de ellas, salieron de las tanquetas y cruzaron hasta Colombia. Fueron resguardados por el diputado José Manuel Olivares y la Policía de Colombia.

Todavía no eran las ocho de la mañana, pero la deserción de estos tres hombres se multiplicó entre las filas de la GNB con el paso del día. A las seis de la tarde el canciller de Colombia, Carlos Holmes Trujillo, informó en rueda de prensa que ya contabilizaban 60 militares venezolanos en territorio colombiano.

Varios de ellos oficiales, quienes han solicitado refugio en Colombia, demostrando la pérdida de confianza con el usurpador régimen de Maduro, dijo Holmes Trujillo. Entraron por Norte de Santander y Arauca.

El 3 de marzo Guaidó dijo en su rendición de cuentas tras la gira que hizo por Colombia, Argentina y Ecuador, que 700 militares habían decidido “ponerse del lado de Constitución”. Esta cifra, precisó, representa 20 % de los guardias activos del estado Táchira. Hasta el 27 de febrero, Migración Colombia había contabilizado 567 miembros de las fuerzas militares de Venezuela que estaban en Colombia en busca de refugio.

“Mi mamá quedó molesta conmigo”

Armando Chacón sabe que no hay vuelta atrás. El 23 de febrero dio un paso definitivo que lo llevó a cruzar a Colombia por la trocha. Llegó uniformado, ahora sí, para presentarse a disposición de Juan Guaidó.

Chacón es sargento primero de un comando en Táchira. Tenía ocho años de servicio y este año le tocaba ascender. Tiene 28 años de edad. Quizá su mayor logro sea, como dice él, lograr la libertad. No lo hice por razones políticas, porque no soy político, sino por sentimiento patriota de libertad hacia nuestro país.

Cuenta que se uniformó y se presentó ante la multitud que esperaba el ingreso de la ayuda humanitaria por el Puente Internacional Simón Bolívar. No tuvo comunicación con diputados, “la decisión fue por voluntad propia”.

Pero no todos estuvieron de acuerdo con él. Su mamá aún está en Venezuela. Es chavista y le ha dicho que es un traidor.

Mi mamá quedó molesta conmigo. Si llega a escuchar esto, le hablo con todo el sentimiento como hijo. Que tiene cambiar esa ideología, porque yo estoy luchando por ella, por mis hermanos, dice Chacón.

Chacón también quiere que sus compañeros se unan a él. Desde Colombia, continúa en comunicación con la tropa profesional, incluso, superiores. Piensa que es el momento de lograrlo.

Para él, la cifra de militares que han ingresado a territorio colombiano es significativa.

Si lo sacamos a un Grupo de Reacción Inmediata, son 40 hombres. Hoy ya tenemos 90 militares aquí. Entonces sí es importante la cantidad de hombres que está pasando para este lado.

El sargento primero sabe que los venezolanos juzgan a la GNB por la actuación represora en protestas. Él en 2017 tuvo que seguir órdenes y reprimir en Táchira. Cuenta que tomaba precauciones a la hora de disparar. Para entonces, ya estaba cansado de lo que sucedía en el país.

“No lo niego, me tocó reprimir. Yo era escopetero y sabía que no podía disparar a la cara. Si se dispara a los pies se proporcionan lesiones no tan graves, no se va a matar a la persona. La orden era mantener el orden interno”.

Dijo que se enfrentó a una juventud que protestaba porque quería un cambio para ellos también, “pero no había un líder a quién seguir”.

“La orden fue reprimir al pueblo”

Eduardo Martínez llegó a Táchira por relevo de frontera. Él es teniente del Ejército y fue enviado desde Barquisimeto a Ureña. Tres años de servicio fueron suficientes para ver el franco deterioro de la institución militar.

Tiene 29 años de edad y es licenciado en Educación Integral con especialidad en Matemáticas. Todavía afligido recuerda lo que sirven para almorzar en los cuarteles: arroz y plátano, un menú que en 2014, cuando decidió entrar a la carrera militar, llevaba pollo, caraotas, jugo y frutas.

La seguridad social del militar ha quedado sepultada. Comenta que tras un ejercicio militar, tuvo un tropiezo y se lesionó el hombro. Cuando asistió al servicio médico le dijeron que no tenían equipos para hacerle la radiografía, tuvo que acudir a una clínica privada.

Hace 12 años los cuarteles eran lo máximo, las personas querían ser militar porque se tenía un estatus, ya no es así, piensa Martínez. También le ha tocado freír cuero de pollo para comer con arepa.

Pero aun así, su principal motivación para desertar fue ver la quema del camión con ayuda humanitaria en Ureña.

“La orden fue apoyar a la Guardia Nacional Bolivariana reprimiendo al pueblo y no dejar pasar la ayuda”, dice.

Y cuenta:

La quema comenzó cuando ingresó el primer camión a Ureña, había varios encapuchados, colectivos que lanzaron bombas molotov y eso comenzó a arder. En la noche, a varios colectivos los uniformaron de verde para pasar desapercibidos y poder reprimir. Imagínese, esa gente necesitaba la ayuda. Si yo no puedo encontrar una medicina, qué será el resto de las personas que sufre por una insulina”.

Martínez no quiso cumplir las órdenes y desertó. Entró el sábado a Colombia por el Puente La Unidad, antiguo Tienditas. Él, un oficial y dos sargentos cruzaron para buscar refugio y protección. Los tres tenían la esperanza de que el camión con ayuda humanitaria sí pasaría a Venezuela, “porque el quiebre de las Fuerzas Armadas es claro”.

Donde pude observar los guardias querían apoyar, pero por represión, amedrentamiento, temor a que los metan presos, no pudieron. Entonces se pregunta ¿hay democracia en Venezuela? No hay.

Refugiados en Colombia

Colombia da reconocimiento de refugio a través de la Comisión Asesora para la Determinación de la Condición de Refugiado. Las personas elegibles serán aquellas que sean perseguidas por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social u opiniones políticas. Pero también si la persona se hubiera visto obligada a salir de su país porque su vida, seguridad o libertad han sido amenazadas por violencia generalizada, agresión extranjera, conflictos internos, violación masiva de los Derechos Humanos u otras circunstancias que hayan perturbado gravemente al orden público. O aquellas en que haya razones fundadas para creer que estarían en peligro de ser sometida a tortura u otros tratos o penas crueles. Esto según el artículo 2.2.3.1.1.1. del Decreto 1067 de 2015.

Fotos: Luis Morillo


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