Mineros de Maracaibo (II): los jóvenes sacrifican su educación por un pedazo de oro

Mineros de Maracaibo

Pese a los riesgos, escarbar en la basura se hace más atractivo que un trabajo formal para quienes se dedican a buscar metales para revender en el sector conocido como cerro El Ávila, al oeste de Maracaibo. La única escuela del barrio Jesús de Nazaret tiene 83 % de deserción escolar.

Maracaibo. José Luis Colina tiene 23 años, dos de ellos como minero en el sector conocido como cerro El Ávila, ubicado en la zona oeste de Maracaibo. Para él este oficio lo ayuda a sobrevivir al hambre que acecha a cada familia del barrio Jesús de Nazaret, donde vive junto con su madre, dos hermanas y 12 sobrinos.

Pedazo de oro
José Luis Colina dijo, mientras se refrescaba del sol de media tarde, que el hambre no lo dejó entrar en la universidad. Foto: José Núñez.

Llega muy temprano en la mañana. “Primero que todos”. Su ritual comienza al pedirle ayuda a su hueco que ya tiene tres metros de profundidad. “Yo hablo con él y le pido que me dé algo para comer hoy, y arranco a cobar, esto hay que entenderlo. Yo le tengo mucha fe a los domingos, parece que ese día es más bondadoso” relata el joven mientras descansa recostado en un árbol.

“Mis cuñados están en Colombia; con lo que trabajan allá ayudan a mis hermanas, pero igual no alcanza. Yo no pude seguir estudiando porque mi mamá no tenía como pagar la universidad, así que pensé que aquí podía ayudar a mis sobrinos y ayudar a la pure (madre). Como vi que me quedaron cobres, seguí viniendo y la verdad no me ha ido mal, con lo que hago a diario comemos, no como los ricos, pero por lo menos todavía comemos arroz con queso, arepa con mantequilla o granos”.

José llega a las 6 de la mañana y se va a las 6 de la tarde todos los días de lunes a lunes. “No puedo descansar porque los niños comen todos los días”. Generalmente a las 4 de la tarde ya está listo para vender la mercancía, que le genera unos 20.000 0 30.000 bolívares diarios, justo para comprar la única comida del día en su casa. Sin embargo, se queda “un rato más” para adelantar trabajo para el día siguiente.

Pedazo de oro
Los mineros trabajan sin ningún implemento que les permita cuidar su seguridad física ni sanitaria. Foto: José Núñez.

Él forma parte de los “afortunados” que ha sacado un pedazo de oro del lugar. El 30 de julio del 2017 lo recuerda “como si fuera ayer”.

“Conseguí una cadena de oro de 22 gramos, la agarré y me fui a la casa. Al otro día temprano me fui para el centro a venderla con mi vieja y logré comprar una nevera, un televisor para mis sobrinos y una bomba de agua porque aquí no llega. Recuerdo que me dieron un millón en transferencia y 500 en efectivo, me sentía millonario. Ese día dije: ganó Chávez, pero yo también gané”.

El año pasado El Ávila volvió a ser bondadoso con el joven. Le dio un par de zarcillos, una pulsera y un reloj, con lo que le arregló la casa a su madre y compró comida suficiente. “Yo pensé que más nunca íbamos a pasar hambre, así que dejé el hueco y me fui a Machiques a trabajar en una camaronera de vigilante. Quería una vida mejor y alejarme de tanto peligro, pero me fue mal, era muy peligroso y decidí volver. Hace un mes estoy de vuelta, pero la cosa está peor porque hay más necesidad”.

Por un pedazo de oro
El relleno conocido como “cerro El Ávlia” sufre quemas a diario para facilitar el trabajo de cavado de los mineros. Foto: José Núñez.

Las limitaciones para conseguir “algo bueno” cada día son más, debido a que tal y como lo explica José, mucha gente ha cavado la parte superior del cerro y ahora “hay que ir más profundo”.

Gases irrespirables

Estar en un hueco del cerro El Ávila produce sensación de ahogo. El calor sofocante, la arena y los gases emanados por la remoción de la basura han hecho que más de uno se desmaye, quede tapiado o sencillamente se le complique la salud.

José ha pasado por todas las desgracias del hueco. “Una vez, cuando comenzamos a cobar, porque antes nada más se escarbaba por encimita, se me vino toda la basura y me quedé tapado. Un amigo que venía a trabajar conmigo me sacó, pero fue feo. Aquí uno viene a trabajar con hambre, sin agua, y cuando comienzan a salir los gases te da mareo, fatiga, sientes que te ahogas, por eso ves que muchos no duran mucho tiempo abajo, salen de cada rato a tomar aire porque es rudo estar ahí”.

Relleno sanitario, Maracaibo
La familia Fernández toma un descanso después de la primera jornada de trabajo. Foto: José Núñez.

José Carlos, su amigo, no corrió con la misma suerte. “El dejó de venir porque le dio gripe y comenzó a sentirse mal, le hicieron unos exámenes y tenía una infección muy fuerte en un pulmón por los gases de aquí. Le tuvieron que sacar el pulmón y sus hermanos se lo llevaron a Colombia. Allá lo operaron y está mejor, pero eso es lo que pasa cuando no eres fuerte, cuando el hambre te obliga a hacer cosas que no puedes. Yo gracias a Dios no me enfermo, sí me da fatiga y eso, pero ya yo conozco bien cómo es la vuelta y sorteo la muerte, ella no me va a ganar mi”.

“He visto de todo”

El joven minero contó cómo le ha tocado sobrellevar los “sustos” que el lugar le ha dado. Como es de esperarse el basurero y sus años de antigüedad llevan en su historia muerte y robo. “Aquí una vez vino la antigua Policía Técnica Judicial (PTJ) y sacó más de 100 carros desvalijados que estaban entre la basura. Lo raro del asunto fue como llegaron y metieron la máquina en lugares específicos, esto hace muchos años era el tiradero de los ladrones y asesinos”.

Relleno sanitario
Los mineros han conseguido restos humanos y animal mientras buscan “su golpe” de suerte entre la basura. Foto: José Núñez.

Hasta el día de hoy los mineros siguen consiguiendo vehículos enteros y hasta partes humanas. “Yo he conseguido cabezas, brazos y piernas, a veces el olor es insoportable, muchos han dejado sus huecos botados por eso, pero yo no. Los echo para un lado y sigo. A veces consigo urnas con los muertos adentro, esas las aparto porque ese hierro se vende todavía”.

La comercialización del hierro es lo menos rentable, se paga entre 200 a 500 bolívares el kilo, según el comprador. Es por eso que la mayoría busca cobre, que se paga a 12.000 bolívares el kilo, o en su defecto oro o plata. Para agilizar el proceso el cerro sufre entre dos y tres quemas por día, es decir que los mineros encienden la basura para que el fuego consuma los materiales no aprovechables y conseguir más fácilmente los metales.

Relleno sanitario
El riesgo sanitario de los mineros va desde ahogamientos e intoxicaciones hasta derrumbes que los exponen a la muerte. Foto: José Núñez.

Antes de continuar con su jornada, José Luis Colina, pidió atención. “No es justo que los jóvenes como yo estemos en esta situación. Yo me siento orgulloso de ganarme la vida honradamente, pero también quisiera estudiar, darle educación a mis sobrinos y no puedo, el colegio de aquí tampoco sirve. Aquí debería estar el gobierno, que cada día nos cierra más las posibilidades de avanzar. Hace un año que no llega la caja del Clap, nadie viene para acá a ver cómo estamos. Tenemos el hambre y la muerte en la pata de la oreja siempre”.

Educación a media máquina

La escuela zuliana Jesús de Nazaret, fundada en 2006, es la única institución educativa en la zona. Tiene dos turnos, mañana y tarde con un total de 449 alumnos inscritos y una deserción escolar de 83 %, informa su director, Tony Álvarez. “Aquí los niños vienen cuando hay comida, porque esta zona es muy pobre”.

Barrio Jesús de Nazaret
En lo que va de año el Programa de Alimentación del Estado Zulia no visita la Escuela Zuliana Jesus de Nazaret. Foto: José Núñez.

Dice que la escuela está prácticamente abandonada. “Nos han robado todo: los cables de la electricidad, bombas de agua, filtros, entre otras cosas. Estos días han sido duros porque tenemos que dar clase sin luz, debajo de las matas o soltar a los muchachos temprano”.  Los profesores han desertado. “Actualmente hay cuatro procesos administrativos abiertos por abandono de puesto laboral. En lo que va de año no ha llegado el Programa de Alimentación Escolar. Los maestros se quejan del pasaje, del tráfico, no hay gasolina. Esto es un caos y nadie hace nada”.

Pupitres abandonados
Los robos han dejado la institución en el abandono. Un cúmulo de pupitres puede verse en el patio trasero. Foto: José Núñez.

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