Muere el transporte urbano en Caracas

La crisis no solo desarticula el transporte formal, una industria reanimada entre 2011 y 2015, cuando la Misión Transporte introdujo más de 7016 unidades Yutong en el sistema superficial. La recesión acuña, con cierta arbitrariedad, un nuevo servicio de movilidad, aupado por la contingencia que, en la práctica, obliga a los conductores a incursionar en servicios informales. Las unidades sin avisos, con las tarifas a su antojo, son el resumen de la piratería sobre ruedas, un drama que cobra terreno en las avenidas Nueva Granada, Fuerzas Armadas, Lecuna, Urdaneta y en la Intercomunal de El Valle.

Caracas. Son más de las 5:40 de la tarde y el andén atiborrado de viajeros anuncia el fin de una jornada transcurrida. Una usuaria miope, de ojos hundidos, se abre camino entre ofensas. Intenta abordar el próximo tren, lucha, jadea su agotamiento y cruza la franja amarilla con su verbo respondón. El aire espeso, la muchedumbre enardecida y las hojas de libros batientes de los usuarios sofocados, fatigados por el calor, complican el atracón de las 5:00 de la tarde. Se trata de un episodio extendido en una ciudad cuyo Metro es el hartazgo y la prueba de una movilidad degradada, desarticulada por la precaria oferta de transporte.

A juzgar por el colapso progresivo del Metro, la única alternativa en una metrópolis de más de 3,3 millones de habitantes, Caracas vive la parálisis de un sistema de transporte en agonía. Las avenidas desahogadas, de aceras flanqueadas por peatones de pasos resueltos y mirada despabilada son el reflejo de un sistema de transporte superficial en detrimento. De acuerdo con el diagnóstico de la Central Única de Autos Libres y por puestos, alrededor de 95 % de la flota urbana está inoperativa. La crisis queda retratada en las 22 parroquias del municipio Libertador, cuyos residentes se entrenan en el ejercicio de caminar largas distancias, con el único objetivo de llegar a sus destinos: el trabajo, la casa, el hospital o la institución de estudio.

Foto: Luis Morillo

La crisis no solo desarticula el transporte formal, una industria reanimada entre 2011 y 2015, cuando la Misión Transporte introdujo más de 7.016 unidades Yutong en el sistema superficial. La recesión acuña, con cierta arbitrariedad, un nuevo servicio de movilidad, aupado por la contingencia que en la práctica obliga a los conductores a desincorporarse de las organizaciones registradas para incursionar en servicios informales. Las unidades sin avisos, con las tarifas a su antojo, son el resumen de la piratería sobre ruedas, un drama que cobra terreno en las avenidas Nueva Granada, Fuerzas Armadas, Lecuna, Urdaneta y en la Intercomunal de El Valle.

Foto: Luis Morillo

Desde hace 10 años hay restricción en la entrega de dólares y ello limitó drásticamente el ensamblaje y la importación de unidades y autopartes. Solo en cinco años —entre 2012 y 2017— la reducción de las compras externas fue de más de 80 %. La disminución de recursos asfixia el transporte público, considerado la mayor fuerza laboral del país. No solo el Distrito Capital se queda sin autobuses, el problema se torna más sombrío y arropa a los municipios Baruta, Chacao, El Hatillo y Sucre. En la práctica, coinciden voceros de la Central de Autos Libre y Por Puestos, la ciudad luce atomizada, incomunicada por la falta de unidades.

Algunos choferes, reconoce el presidente del Bloque de Transportistas del Oeste, Hugo Ocando, se van a los Andes, donde el pasaje entre municipios es más costoso. Representantes del sector sostienen que, incluso, con la tarifa en 10 bolívares, que aún está sin oficializar, subsidian 70% del servicio. Víctor Goncalves, conductor del Bloque del Oeste, señala que las paradas de autobuses están prácticamente inhabilitadas. El rayado, la iluminación y la demarcación, reconoce, quedaron en el olvido.

Es lamentable que la población más productiva de la ciudad deba caminar tanto porque el Gobierno, simplemente, cerró las puertas a los conductores. Hoy muchos piratas aprovechan la situación para cobrar cinco y hasta siete veces más por un servicio que se presta al margen de la ley”, denuncia.

Entre los reclamos al Estado, los conductores exigen habilitar la proveeduría de repuestos instalada en Catia, para que se garantice el acceso a los cauchos, baterías y lubricantes. A Caracas, la ciudad de las rejas y el encierro, ahora le sobra quien la camine. Quienes la transitan por fuerza del paro técnico de transporte conocen las verdaderas razones del hervidero humano en sus calles de aceras incompletas. La capital de Venezuela, al igual que sus principales entidades, sufre la ausencia de autobuses y sus residentes completan rutas de 10, 15 y 20 kilómetros para llegar a sus trabajos, acudir a una cita médica o resolver alguna urgencia.

Foto: Luis Morillo

Hoy, estiman los bloques de transporte, de las 45.000 unidades que había hace 10 años en Gran Caracas, menos de 4500 están operativas para Miranda, Vargas y el Área Metropolitana. En Caracas, una ciudad que sumaba más de 20.738 vehículos, con una edad promedio de 15 años, hay quienes aseguran que apenas sobreviven menos de 2000 unidades para las rutas troncales, urbanas e interurbanas.  De las 597 rutas que prestaban servicio en 2008, según el Plan Estratégico Caracas Metropolitana 2020, elaborado por la extinta alcaldía Metropolitana, algunas son leyendas, especialmente en las barriadas, donde los rústicos ya no se cuentan como medio de transporte.

Anderson Benítez, un vecino de la parroquia El Recreo que labora en Petare como mecánico, dice que pasó de demorarse 30 minutos para llegar a su trabajo, a casi una hora y media. “En ocasiones debo salir a las 8:00 de la mañana de mi casa, para estar a las 10:00 en el taller”, cuenta. Benítez asegura que conoce con propiedad los estragos de la escasez de repuestos. Sus clientes demoran hasta dos meses en ubicar un repuesto. “Tengo casos en los que los mandan a traer de Colombia”, agrega. No se trata de un hecho aislado, el problema permea a todo el transporte superficial, que llegó a sumar 3 millones de viajes por día en en Área Metropolitana, de acuerdo con el plan metropolitano Caracas 2020.

Las “perreras”, que en 2017 fueron la respuesta del Ejecutivo al déficit de transporte, parecen extintas. Las avenidas Intercomunal de El Valle, Nueva Granada y Fuerzas Armadas, que sirvieron de piloto para ese medio de transporte improvisado, están nuevamente desprovistas del servicio. Mary Carmen Olivares, una residente de Prados de María, en Santa Rosalía, se lamenta. Dice que ha perdido nueve kilos de tanto caminar para llegar a su trabajo en San José.

Las camionetas pasan repletas y no me acostumbro a guindarme de la puerta, me puede salir más caro si ocurre algún accidente. Es inaudito que nos quiten todos nuestros derechos. Mis días son más agotadores”.

Foto: Luis Morillo

La coyuntura obliga a las empresas del ramo a replantearse sus funciones y, en algunos casos, se introducen en el terreno de la informalidad. Hasta el primer semestre de 2018, al menos 26 personas han fallecido en accidentes ocasionados por los transportes improvisados por el Gobierno, según la Federación Nacional del Transporte. A todo ese cuadro se suma el matiz de la inseguridad: 77 % de la población de las principales ciudades tiene miedo de ser robada en el transporte, según la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida, elaborada por las principales universidades del país.

Según el Observatorio Venezolano de Conflictividad Social, de las 1.267 protestas ocurridas en octubre en el territorio nacional, 571 fueron por servicios básicos, entre ellos, el transporte. Uno de los municipios más afectados es El Hatillo, donde los residentes de zonas rurales como Corralito, La Unión, La Lagunita, Turgua y Sisipa esperan hasta dos horas por un autobús.

Foto: Luis Morillo

Luis Alberto Salazar, presidente del Comité de Usuarios del Transporte, es enfático y pide soluciones. Entre los más afectados por el aislamiento de las comunidades se cuentan los adultos mayores, quienes peregrinan por la ciudad, a mediados de cada mes, para retirar el pago de sus pensiones. El transporte flaquea durante todo el día. Desde hace cinco años, el gremio de transporte sufre una caída de todas sus actividades. La situación, detonada por la escasez de divisas, ha provocado la peor crisis en los últimos 50 años, según la Federación Nacional del Transporte.

La socióloga Elizabeth Montero, quien ha laborado en el Centro de Estudios del Desarrollo de la Universidad Central de Venezuela, explica que la noción de integridad como ciudad, de unidad, desapareció. Asegura que el derecho humano a la libre circulación quedó en cuestión con el desatino económico del Gobierno.

“Cuando las personas no pueden movilizarse a sus trabajos, no pueden cumplir con sus deberes ni obligaciones, entonces la idea de ciudad pierde fuerza, deja de tener verdadero significado. La gente vive en una lucha constante para procurarse un bien, llegar a su casa o comer. Es la consecuencia de un país que se desdibuja”.

Foto: Luis Morillo

De acuerdo con el Índice de las Ciudades en Movimiento, realizado por el Centro de Globalización y Estrategia en la Escuela de Negocios de la Universidad de Navarra en 181 capitales, Caracas ocupa el puesto 162 en el ranking de ciudades inteligentes, lo cual incluye aspectos importantes en el área de movilidad. La capital de Venezuela es la peor posicionada en Latinoamérica. En el área de movilidad y transporte, Caracas ocupa el lugar 112, un puesto que tal vez se lo deba al Metro de Caracas, el único servicio en pie.

Con respecto a otras metrópolis, el Centro de Globalización y Estrategia en la Escuela de Negocios de la Universidad de Navarra considera a Caracas una ciudad vulnerable, que crece a ritmo más lento, una categoría que comparte con Ankara, Pretoria y Riad. A propósito del entorno habitacional, la encuesta de Calidad de Vida de Mercer, una consultora global que evalúa las condiciones de vida en ciudades de todo el mundo, la ubicó en 2017 en el puesto 189, en un ranking de 231 capitales. Entre otros aspectos, el estudio evalúa el acceso a los servicios de electricidad, agua potable, teléfono, transporte público y vuelos internacionales.

“Vivir en Caracas, que se suponeb debería tener los mejores servicios del país, puede convertirse en una pesadilla si no se aprende a sortear cada adversidad. Cuando te paras y no tienes agua y apenas puedes medio comer, sientes que es lo peor del día. Pero, en realidad, lo peor se vive en la calle, donde se vive una ciudad cada vez más hostil”, considera Lucy Hernández, una docente de El Valle, que se gana la vida enseñando inglés de manera personalizada y que ha tenido que reducir sus hora de clase por el déficit de transporte.


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