“Nos mudamos de la Cota 905 porque mataron a mi hermano”

La familia de Betty Pérez se fue a Maturín porque tenían miedo de que los asesinos de su hermano les hicieran algo, ante los chismes entre vecinos

Yohana Marra/@yohanamarra

Caracas. Los rumores rodaban por todo el barrio: los sujetos que habían matado al hermano de Betty Pérez, nombre ficticio por seguridad, iban a volver por su familia si denunciaban o si se les ocurría tomar venganza.

Sacaron a los sobrinos y hermanos de sus colegios. Tenían miedo, pues pensaban que alguno de los tipos iba a sorprenderlos por las calles del sector El Naranjal, en la Cota 905, y les quitaría la vida.

Por eso agarraron sus maletas con rumbo a Maturín, a casa de la abuela de Betty, donde vivieron arrimados. En Caracas solamente se quedó su papá y su hermana mayor porque eran sustento del hogar con un trabajo que no podían dejar.

Los rollos entre sus padres comenzaron luego del homicidio de Miguel. A Betty y sus hermanos les costaba vivir bien porque el sueldo que tenían a penas les daba para comer y el pasaje para las camioneticas.

“Pasamos bastante trabajo, mi papá nos mandaba plata desde Caracas pero no era suficiente. Además de eso teníamos miedo de que le hicieran algo al resto de la familia, fueron momentos muy duros”, contó la muchacha con los ojos aguarapados de tan solo recordar lo que vivieron hace seis años y seis meses.

La primera en regresar fue ella porque no aguantó. La siguió el resto y volvieron a la comunidad a vivir con temor. “Todavía tenemos miedo, aunque ya a dos de los implicados los mataron y solo queda uno pero no vive en el barrio”.

Mal recuerdo de su barrio

A Miguel, de 35 años, le dieron 45 tiros después de salir de una fiesta en el sector El Naranjal de la Cota 905. Ese día Betty había ido a la rumba con sus seis hermanos y recuerda que él dijo que se iba, pero se paró en el techo de una vivienda, muy cerca del lugar.

Presumen que el móvil del hecho sea un lío de faldas. El asesino fue un muchacho que se crió con la víctima y sigue en libertad; de hecho se mudó del barrio y la misma Betty lo ha visto trabajando en La Hoyada.

“Saber que él está afuera es una ira tremenda, quisiera agarrarlo y hacer la justicia con mis manos, pero como dice mi mamá: la justicia de Dios tarda pero no olvida. Él lo mató, está libre y tranquilo, la vida de una persona que matan en el barrio no vale nada porque no es del Gobierno o de la TV”.

Aunque denunciaron al Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc) el homicidio del hermano de Betty sigue impune, y no tienen esperanza de nada.

“Muchísimas familias de la Cota 905 han pasado por lo mismo que nosotros o por cosas peores. ¿Entonces para qué tomamos la decisión de denunciar? Eso no nos va a devolver al familiar, aunque al menos quisiéramos tranquilidad porque se hizo justicia”, sentenció.

A pesar de que han transcurrido más de seis años desde el homicidio de su hermano mayor, la joven quien nació y se crió en la Cota 905, regresó a su barrio. Aseguró que tiene la zozobra de que en cualquier momento se forme un tiroteo o le ocurra algo a sus hijas, pero por eso no dejaría a su comunidad.

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