Nubia y su familia prefieren aguantar hambre antes que robar o mendigar en la calle

nubia y su familia

En el hogar de Nubia González y su familia, habitado por once adultos y tres niños, solo comen dos veces al día los niños y una anciana de 75 años de edad. La dieta está compuesta generalmente por sardina. La caja Clap la reciben algunos meses y solo dura una semana.

Monagas. Para Nubia González de 58 años de edad, los días transcurren entre rezar para obtener el alimento diario y hacer varios viajes al mercado a ver qué consigue para comer.

Ser la cabeza de familia de un hogar donde habitan once adultos y tres niños se ha convertido en una carga muy difícil de llevar. Comer tres veces al día no es regla del hogar, procurar al menos una comida diaria es la premisa cotidiana.

El pago por los trabajos que realizan ocasionalmente representa un respiro ante la realidad. Ninguno de los adultos que viven en el lugar posee trabajo fijo. Lo poco que consiguen solo alcanza para comprar lo más económico: sardina.

Vivir en el sector Los Cocos, muy cerca del mercado municipal de Maturín, ha sido una ventaja para Nubia y sus hijos, por la facilidad para rebuscarse el alimento diario.

“Mis hijos trabajan como caleteros en el mercado y yo resuelvo ayudando a los vendedores, con eso nos alcanza para comprar sardina, casabe y en oportunidades nos regalan verduras”, comenta Nubia González, quien además de cuidar a los tres niños de su hija también debe atender a su madre, la cual presenta desnutrición severa.

Carmen González tiene 75 años de edad y pesa 45 kilos. Solo come dos veces al día y en muchas oportunidades, alimentos que no aportan nutrientes para su dieta, considerando que es una mujer de la tercera edad. No habla, solo sonríe aunque su mirada denota todo lo contrario a felicidad. Se mantiene la mayor parte del día sentada porque no tiene fuerzas para estar de pie o caminar.

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Carmen González apenas pesa 45 kilos y sufre de dolores de estómago. Foto: Natacha Sánchez.

La encuesta Encovi realizada este año determinó que la pobreza en Venezuela creció 10 % en los últimos tres años y 90 % de los venezolanos no tienen ingresos suficientes para comprar alimentos y en el país la esperanza de vida es de 3,5 años más corta.

La poca alimentación ha hecho estragos en Carmen, las molestias y dolores de estómago por la precaria alimentación, incrementan cada día y se agudizan en la noche. Además de dolores en la columna que Nubia intuye “puede ser por el bajo peso, ella se queja mucho en la noche.”

Del gobierno solo reciben una caja Clap algunos meses y esta que se acaba en menos de una semana; además de la pensión que cubre un poco las carencias.

“Mi mamá se me ha caído varias veces, en oportunidades he pedido ayuda al gobierno para una silla de ruedas pero no me dan respuesta”, apunta Nubia

La tristeza y la preocupación cohabitan en un lugar que no pasa los 50 metros cuadrados.

Me da mucha tristeza ver a mi mamá y a los niños así, lo que conseguimos es para ellos, a veces no desayuno porque lo importante es que ellos coman”.

Nubia dice que siempre ha sido una persona de bajos recursos, pero anteriormente tenían seguras sus tres comidas diarias, ahora con la situación del país han llegado a este punto en el que, comenta entre lágrimas, no sabe qué hacer.

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Nubia González no trabaja y sus hijos son caleteros en el mercado municipal.  Foto: Natacha Sánchez.

Acostarse a dormir sin comer se ha vuelto costumbre, la prioridad es el desayuno y el almuerzo, solo los niños y la anciana tienen garantizadas ambas comidas, no todos los días, pero sí la mayoría del tiempo. Nubia comenta que no tiene trabajo estable porque ahorita nadie contrata por la situación del país, además que no tiene quien cuide a su madre y a los niños porque todos en la casa salen a ver qué consiguen.

Comer carne o pollo no está dentro de las opciones

Para Nubia y su familia comer carne o pollo ni siquiera representa una opción, estas proteínas no están dentro de su dieta precaria.

“Aquí tenemos años que no comemos ni carne ni pollo. Se ha vuelto demasiado caros y por la cantidad que somos no alcanzaría, por eso compramos sardinitas que nos rinden para comer hasta dos veces”

Ante las carencias han optado por realizar una especie de consomé de sardina, que no es más que agua hervida, con sal y cabezas de pescado. Ese “caldo” les permite algunas veces hacer dos comidas diarias.

Cuando comemos dos veces es porque compramos suficiente sardina, la preparamos y con la cabeza hacemos un caldito y el resto lo freímos para acompañarlo con casabe, cuando estamos de suerte comemos con arroz, destaca Nubia.

Cansada de pedir ayuda a los entes gubernamentales, Nubia como toda cristiana sigue refugiándose en Dios y apostando por procurarse honradamente el alimento diario, a pesar de las tantas carencias. La impotencia y tristeza es muy clara y comenta que prefiere “aguantar hambre” antes que hacer algo que vaya en contra de sus valores como robar o mendigar en la calle.

Anitza Freites, coordinadora de Encovi, informó al momento de la divulgación de la encuesta, que además el 80 % de los hogares venezolanos presentan riesgo de inseguridad alimentaria. Explicado en cifras la pobreza ha alcanzado a la mitad de la población.

Lo que anticipa que a pesar de los planes sociales y ayudas gubernamentales a través de los denominados “Bonos de la patria” la familia venezolana no tiene el suficiente ingreso para comprar los alimentos básicos. Ubicándose la caída del poder adquisitivo en 50 % de acuerdo con la Comisión de Finanzas de la Asamblea Nacional.


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