Con garúa, con la mayoría de los comercios cerrados, con ausencia del transporte público, así transcurrió la mañana en el casco central, mientras los simpatizantes del oficialismo esperaban la llegada de la marcha a la plaza O’Leary.

Caracas. Mientras en El Paraíso y el este de la capital se nutrían las concentraciones convocadas por los partidos de oposición, el casco central, los alrededores de la Asamblea Nacional, las avenidas Universidad, Baralt y Urdaneta a mitad de mañana lucían con poco movimiento.

Solo unos grupos de milicianos, en su mayoría de la tercera edad y con visible discapacidad motora, del Movimiento Somos y la Chamba Juvenil, ocupaban las esquinas en espera de la alocución del gobernante Nicolás Maduro.

Contrario a otras concentraciones pautadas por el oficialismo, este 23 de enero no hubo restricciones vehiculares en el centro de Caracas. En la esquina El Chorro, un punto que siempre cierran los cuerpos de seguridad, incluso con andamios de metales, no hubo obstáculos.

Donde se vio bulla fue en la esquina Sociedad. Ahí un camión con cornetas reproducía canciones alusivas al fallecido Hugo Chávez.

No hubo despliegue de efectivos policiales o militares, ni siquiera en los alrededores de la Asamblea Nacional. Sí pasaban funcionarios con armas largas y chalecos blindados con el logo del Sebin, pero no tenían puntos fijos.

Los milicianos caminaron en fila hasta Capitolio, con destino a la plaza O’Leary donde se esperaba que Maduro recibiera a la marcha por la patria pasadas las 2:00 p.m. Esto no ocurrió. En su lugar, Diosdado Cabello convocó a una vigilia permanente en Miraflores, donde se estima que el mandatario por fin se pronuncie.

Más atrás, los empleados públicos trajeados de rojo se encaminaban hacia el mismo destino. Se les veía disminuidos en fuerza, no colmaron las calles, algo que se está haciendo frecuente en las actividades de calle del oficialismo. El día 22 les adelantaron el pago de la última quincena de enero, “pero uno va porque hay que firmar y tomarse la foto, no por bonos ni nada de eso, hay mucho descontento”, dijo una trabajadora del Saime que caminaba por Capitolio, sin aires de fiesta. Su rostro no denotaba emoción.

Otros puntos de concentración estaban dispuestos en las avenidas Nueva Granada, Andrés Bello y plaza Catia.

Un concentración disminuida se observó durante toda la mañana. Foto: Julio Materano

Por la avenida Lecuna fueron flanqueados los autobuses que trajeron simpatizantes del interior.

Y en la plaza Bolívar colocaron una tarima pequeña, que tampoco se llenó. Quienes se acercaban a ese espacio hacían una cola para buscar los jugos gratis que repartía el Gobierno.

El ambiente estaba frío y una garúa se asomaba tímidamente mientras avanzaba la mañana.

Los negocios no abrieron, salvo algunas cadenas de farmacia y uno que otro local de comida. En los bancos privados de la avenida Universidad había pequeñas colas de pensionados, pero ya llegado el mediodía las entradas fueron quedando vacías.

“El 23 de enero vamos para la calle a recordarle al mundo que a Venezuela no se le vuelve a traicionar. Le vamos a decir a los que vendieron a esta Patria que no van a seguir traicionando y manipulando a este pueblo”. Eso lo había dicho el pasado 15 de enero, el primer vicepresidente del PSUV, Diodado Cabello, pero lo que se vio en el centro —donde el bastión chavista se niega a desaparecer— reafirmó la lectura que también afloró el 9 de enero, cuando Maduro se juramentó: ya el pueblo no está rodilla en tierra. Solo lograron llenar la plaza O’Leary, y para ello esperaron toda la mañana. Llegaron con tambores, canciones de Alí Primera, con afiches de Chávez y con algunas pancartas en las que se leía “Caracas leal a Chávez y resteados con Nicolás Maduro”.

Fue pasada la 1:00 p. m. cuando empezó a tener más cuerpo la convocatoria. Mucha gente de los barrios esta vez no salió. Les pesa ahora el alto costo de la vida, la escasez de transporte público y la deficiencia de los servicios.


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