Penfold: “El Gobierno necesita legitimarse porque está en una situación económica muy precaria”

michael penfold

Los resultados del 15 de octubre muestran un cambio en los patrones de movilización del chavismo y la oposición: el oficialismo hizo algo diferente y logró mover a su gente y hasta recuperar votantes. En el resultado pesan las condiciones desfavorables impuestas por el CNE a la oposición, pero una estrategia clave tiene que ver con la interacción de elecciones y programas sociales.

Caracas. Hay que estar atentos a los números, aunque con la suspicacia debida. Eso es lo que propone Michael Penfold cuando se le plantea tratar de encontrar explicaciones a lo sucedido en las elecciones del 15 de octubre. ¿Qué pasó ese día? Cuando se esperaba, aun en medio de unas condiciones tan adversas, que los candidatos de la oposición capitalizaran el descontento popular y se alzaran con la mayoría de las gobernaciones, los resultados golpearon como un mazo y de este trance el oficialismo ha salido tan fortalecido que ha tomado, incluso, hasta lo que no ganó en buena lid.

Haciendo una advertencia sobre la escasa independencia institucional del Consejo Nacional Electoral (CNE) demostrada especialmente en el más reciente evento electoral, el profesor de políticas públicas en el IESA y la Universidad de los Andes (Bogotá), se enfoca ahí:

Los números revelan varias cosas. Cuando uno compara las elecciones del 15 de octubre con las del 6 de diciembre de 2015 hay 656.000 votos que básicamente pasan nuevamente al chavismo. Y la oposición pierde 2 millones de votos. Si le restas a esos 2 millones, los 656.000 votos que perdieron ante el chavismo hay 1,3 millones de votos que dejaron de ser movilizados. Una primera lectura del 15 de octubre es una lectura sobre cambios en los patrones de movilización que muestran a un chavismo que tuvo la capacidad de movilizar a su base electoral y que incluso recuperó terreno con respecto al 2015. Y tienes también una votación de la oposición que revela un problema de organización importante comparada con el 2015.

Y esto hará que el Gobierno arrase también en las elecciones municipales anunciadas para diciembre. El problema, de momento, no solo persiste en la oposición: se agudiza. Y, advierte Penfold, hasta no encararlo, resolverlo y definir liderazgos, el país llegará a las presidenciales con un ganador seguro.

¿Qué puede explicar esas diferencias en esos patrones de movilización?

—Son muchas cosas. Pudo haber sido una maquinaria mucho más aceitada a través de la interacción entre los Clap y los puntos rojos y el carnet de la Patria. Ese mecanismo, sin duda, le permitió al Gobierno apalancar una maquinaria que le había costado movilizar en el 2015 y que resulta curioso que en un ambiente de altísima inflación, en un año en que va a cerrar a cerca de 1300 %, haya tenido la capacidad de hacerlo.

¿Y del lado de la oposición qué puede explicar esa debilidad organizacional?

—También son múltiples factores. Algunos de ellos pueden estar vinculados con la propia elección, tienen que ver con las reubicaciones, por ejemplo. Pero también pueden estar vinculados a la falta de coherencia interna, de coordinación política, a nivel nacional y en algunas de las regiones. También puede estar vinculados a la incapacidad de los testigos de operar adecuadamente en los centros electorales por razones que van desde bloqueo al acceso a los centros y hasta eventos de violencia o ausencia como resultado también de la cantidad de reubicaciones, como en los casos de Zulia, Miranda, Aragua y Carabobo. Los números sí revelan un cambio de patrón de movilización muy grande, que a mi juicio refleja un cambio muy profundo en cómo se comportaron el Gobierno y la oposición.

El chantaje a través de los Clap y carnet de la Patria y ese condicionamiento del voto jugando con el hambre, ¿marcaron la diferencia a favor?

—Eso no es tan nuevo. Es una versión más sofisticada y se da en un ambiente hiperinflacionario. El valor de acceso a ese tipo de bienes es cada vez más alto en un ambiente como este. Lo que es novedoso en este mecanismo de condicionamiento del voto está vinculado con la interacción que ellos hacen entre la infraestructura tecnológica y la infraestructura logística el día de la elección. Eso tiene que ver con la interacción de esos puntos rojos, el carnet de la Patria y el acceso a los distintos programas sociales, en particular los Clap, pero también la misión Gran Vivienda Venezuela. Es un mecanismo que operó en el 2004, en el 2006 y en 2012, pero lo diferente es la interacción entre las tres cosas.

Eso explica por qué el chavismo pudo movilizarse con más éxito y por qué incluso fue capaz de condicionar el voto y capturar nuevamente una votación que había perdido con respecto al 2015. Pero todavía tenemos que explicar ese 1,3 millones de votos que no fueron movilizados y que también tuvieron un efecto muy importante en el cuadro electoral venezolano.

El uso de los programas asistencialistas muestra una imagen ante los más necesitados: “yo soy la fuerza aquí”, “yo soy el que te puede dar comida y te la puede quitar sacándote del programa”. El Estado se propone como el que tiene algo que ofrecer, aunque sea el responsable directo de la crisis. ¿Qué podía ofrecer la oposición en términos prácticos? Ya ofreció cosas antes y la gente ha visto que no puede cumplir, que el Gobierno central la aplasta…

—Lo que puede prometer la oposición es un cambio. Y ese cambio tiene que ser creíble. Pero para que sea creíble hay un problema básico que no fue resuelto el 15 de octubre: tiene que ver con la unidad y lo estamos viendo en este momento explotar de una forma bastante lamentable. ¿Qué ocurre? La gente que sale a votar por la oposición lo hace voluntariamente, sale porque hay un liderazgo, porque hay un mensaje, hay credibilidad en las probabilidades de cambio, y en la medida en que ese elector perciba que eso no está siendo provisto por el liderazgo, en esa medida se va a inhibir. O, por el contrario, va a obligar a la oposición a hacer un trabajo organizacional aun más profundo para poder movilizar a ese elector.

Si bien es muy cuestionable desde el punto de vista ético y democrático el condicionamiento del voto y es un mecanismo profundamente autoritario, hay un Gobierno que entendió que si no movilizaba a su propia base no iba a poder competir el 15 de octubre. El chavismo, comparado con el 2015, hizo algo diferente. En cambio, la oposición no. Más bien enfrentó una situación desde el punto de vista institucional muy adversa por la manera como se convocó a las elecciones, por las sustituciones, la falta de acuerdo sobre si se participaba o no, las reubicaciones, en fin, todo eso fue creando un cuadro muy complicado de manejar y que tuvo un efecto electoral.

El elector que votó por ti como diputado ha visto a lo largo de este tiempo que no le cumpliste y que además te anularon completamente. La gente del barrio, ¿se va a arriesgar a perder el programa social por darte el voto?

—Sí, hay un tema clave sobre qué tan creíble es la promesa de cambio. Y cuando ves, por ejemplo, el debate actual en torno a la juramentación de los cuatro gobernadores y la remoción —totalmente antidemocrática— del gobernador del Zulia, es resultado de algo mucho más básico. Aquí se ha planteado una especie de disyuntiva entre participar o no participar. Creo que son disyuntivas falsas. No porque una opción sea más viable que la otra, sino porque cualquier opción por la que apuestes sin coordinación, sin unidad, es sencillamente inejecutable.

No se puede enfrentar a un Gobierno que tiene un control institucional de todos los poderes públicos, sin un mínimo de coordinación, de unidad. Y eso es independiente de si participas o no participas. En un contexto de una oposición dividida la fortaleza de esa maquinaria, de ese control institucional, es aún más potente.

Tenemos ahora a una oposición dividida y en conflicto interno justo en el momento en el que el mecanismo de ventaja electoral del Gobierno ha demostrado mayor efectividad. ¿Dónde nos deja eso?

—El Gobierno está jugando dos juegos, que son diferentes. Para mí, el principal juego del Gobierno es su legitimación. Lograr legitimarse nuevamente después de los eventos de protestas de abril y julio de este año; y luego de un recrudecimiento de las sanciones internacionales y la introducción de sanciones económicas por parte de Estados Unidos. Y además de eso tienes a una comunidad internacional que condena abiertamente el funcionamiento de la institucionalidad venezolana. El Gobierno venezolano necesita legitimarse porque está en una situación económica muy precaria que lo lleva o que debería obligarlo a empezar a liquidar activos reales en los sectores minero y petrolero. Y para eso necesita a la Asamblea Nacional que no controla y ha creado esta Asamblea Nacional Constituyente que requiere ser reconocida.

Cuando el Gobierno va a elecciones en este momento no va simplemente porque piensa que las va a ganar con todo ese control institucional y la capacidad de movilización de su base, lo hace porque está buscando ir legitimando a todos los poderes públicos. En este momento lo logró hacer a través de los gobernadores, el próximo paso será a través de las municipales.

¿Y le basta con ganar elecciones?

—No me sorprendería que la ANC nombre en cualquier momento a un nuevo CNE para nivelar el argumento internacional sobre las condiciones electorales, que a su vez rebota en el mundo opositor haciendo más intensivo el debate sobre si participa o no. Lo fundamental es entender que el Gobierno juega al juego de la legitimidad, que está apuntando a la capacidad de Nicolás Maduro de poder legitimarse en un nuevo periodo presidencial, pero al mismo tiempo ese juego está sujeto al electoral. Son dos juegos en los que el Gobierno actúa de manera paralela y que, a mi juicio, el 15 de octubre le dio resultado. Eso lo llevó a adelantar las elecciones municipales y muy probablemente también lo lleve a adelantar las elecciones presidenciales incluso con un nuevo CNE.

¿Le dio resultado legitimarse?

—Empiezas a tener actores locales, como estos gobernadores, que reconocen la legitimidad de esa institucionalidad que se montó sobre un acto inconstitucional y sobre unos resultados electorales que nadie conoce todavía, que son los del 30 de julio.

Pero al mismo tiempo hay una denuncia bien sustentada de fraude en Bolívar y está el despojo de la Gobernación de Zulia hecho por esa misma ANC y este par de hechos no avalan esa legitimización…

—Sí, pero tienes en este momento a cuatro gobernadores que están reconociendo esa institucionalidad. Y tienes a una oposición que a partir de ese evento pareciera entrar en un momento de terapia intensiva y de división. Entonces, el Gobierno ha venido alcanzando algunos de los objetivos políticos que se ha trazado en estos últimos tres meses. El Gobierno teme, y con razón, que las sanciones internacionales y en particular las que van contra Pdvsa, se puedan incrementar. Eso va a complicar las cosas aún más, incluso en la posibilidad de ir a una reestructuración de la deuda. Y tiene serias limitaciones que hacen que la capacidad de operar de Pdvsa en el sector financiero sean cada vez más álgidas. Este tema internacional es fundamental.

El Gobierno está tratando de minimizar la probabilidad de que aumenten las sanciones y por otro lado quiere que conozcan esta nueva institucionalidad que montó a través de esta ANC. En la medida en que la oposición se divida, en la medida en que tengas elecciones que también dividen a la oposición y en la medida en que pueda acelerar ese proceso electoral, irá sacando del juego a la oposición.

En este momento el Gobierno quiere dividir a la oposición en una oposición leal y una ilegal. Y si la oposición le abre ese juego las probabilidades de que la comunidad internacional siga presionando van a ser menores porque esa comunidad se va a preguntar cuál es mi socio local en ese proceso de restauración de la institucionalidad democrática en Venezuela.

Eso mismo va a pasar cuando terminen de reducir a nada a la AN: ¿con quién me siento yo aquí? Y eso incluye el asunto de los créditos y el endeudamiento. La lógica del Gobierno es la de siempre: es lo que yo digo y lo voy imponiendo. Y así la Constituyente irá borrando a la AN y no habrá otra institución sino esa…

—Yo vuelvo al tema del juego por la legitimidad. A mi juicio, el principal error de la juramentación de los gobernadores es que entregaste tu principal poder de negociación a cambio nadie sabe exactamente de qué. Lo que el Gobierno valora más en este momento, incluso que los resultados electorales, es esta capacidad de hacer que la comunidad internacional comience a legitimar a esta ANC de cara a las aprobaciones de crédito público y de ventas de activos reales que deben hacer para poder enfrentar las restricciones financieras de un país que está prácticamente quebrado. Ese es un juego muy complicado y la oposición por su propia debilidad interna y su incapacidad de coordinación, entregó uno de sus principales activos en ese proceso de negociación política y en el juego internacional de reconocimiento o no reconocimiento.

michael penfold

Lo entregó Acción Democrática, ¿por qué lo haría? ¿qué hay a cambio?…

—No lo sé. Eso es totalmente especulativo, pero lo cierto es que para que la oposición pueda actuar con efectividad en ese juego que el Gobierno está tratando de ganar necesita coordinación básica. Es absolutamente ilusorio pensar que con dos oposiciones podemos enfrentar a un rival que controla al Estado y es capaz de ajustar la institucionalidad del país para poder preservarse en el poder.

Ya que se ha probado tanto con la unidad, ¿no será el momento de ir por su lado y que cada organización proponga lo mejor que tiene, ver quién ofrece una verdadera opción en lugar de exigir una fidelidad obligada?

—Es una apuesta riesgosa. El problema es que estamos entrando en un año de elecciones presidenciales. La crisis de la oposición, en el fondo, gira en torno a la candidatura presidencial. Y lo cierto es que nadie está discutiendo con claridad cuál es el mecanismo a través del cual se va a seleccionar a ese candidato. En la medida en que no encares ese debate de manera abierta, transparente, disminuye la capacidad de restaurar la coordinación básica que requiere poder impedir no solo que el Gobierno gane elecciones sino que logre legitimar una arquitectura institucional que es totalmente inconstitucional. Y eso son los dos juegos del Gobierno: el electoral y el de legitimidad.

¿Y a qué juega la oposición?

—La oposición está pensando que el juego es únicamente el tema estrictamente electoral.

Es una cortedad de miras dividirse por una pequeña parcela de supuesto poder o por la opción de ser candidato. Para el chavismo la oposición siempre ha merecido el trato de enemigo y su futuro es la reducción a la mínima expresión, no hay alianza ni pacto posible…

—No lo hay. Y lo estás diciendo correctamente: en un sistema democrático, abierto, perder no es un problema. Perder es cuestión de hacer gestión pública en otros espacios. En Venezuela, donde la presidencia es todopoderosa, donde tienes control del Tribunal Supremo de Justicia, donde has logrado crear esta ANC, donde eres capaz de revocar el mandato electoral que eligió a un gobernador en el Zulia y eres capaz de montar una autoridad pretoriana paralela cada vez que la oposición se impone en una región, todo eso implica que perder en Venezuela sea sumamente costoso. Es todo o nada permanentemente. Una institucionalidad política planteada en esos términos es inviable, solamente sirve para quien ejerce el poder. Y eso es lo que tiene que cambiar, pero es imposible que cambie si el problema de coordinación básico en la oposición no es resuelto.

Ya hay una convocatoria a elecciones de alcaldes, vemos la magnitud de la fractura en la oposición y vimos el mecanismo efectivo implementado por el Gobierno para movilizar a los votantes. ¿Hay que participar en las municipales?

Me parece que volver a plantear el debate sobre si ir o no ir es cometer el mismo error del 15 de octubre. El asunto es que cualquiera que sea la decisión si se da sin coordinación y sin unidad, pues le estás sirviendo en bandeja de plata al Gobierno exactamente lo que quiere: ganar en su juego de legitimidad y ganar también en el juego electoral. El problema no es si vas o no vas, el problema es lo previo, si la oposición es capaz de buscar un mecanismo que le permita resolver ese problema de coordinación.

¿Y usted, personalmente, iría a votar?

—Depende. Si yo veo que no hay unidad, que no hay coordinación, pienso —y me parece que es lo que le pasa al votante— que la credibilidad en una apuesta de cambio es menor. La oposición tiene que resolver un problema básico con el elector: lo tiene que movilizar. Lo que reflejó el 15 de octubre es que la oposición también cometió un error  al no poder movilizar: o porque no motivó a ese votante o porque no tenía la capacidad organizativa o porque hubo fallas creadas por todo esto de las reubicaciones y el uso de los puntos rojos del Gobierno. Resolver esto es un tema de liderazgo. El debate, en el fondo, para la oposición es el tema del liderazgo, que no es otra cosa que la candidatura presidencial.

Y el Gobierno, así como ha jugado con el timing de las elecciones está aplicando exactamente la misma medicina con las municipales. Está aprovechando un momento de debilidad para acelerar las elecciones municipales y acrecentar las divisiones de la oposición. Y lo mismo va a hacer con las presidenciales. No me sorprendería que el Gobierno opte por adelantar las presidenciales al primer semestre del año y quién sabe si hasta el primer trimestre del año entrante. Porque al Gobierno le interesa terminar de estabilizarse políticamente y de ir a esa legitimación internacional que le permitirá bajar la presión de las sanciones y tratar de enfrentar las restricciones financieras que tiene.

Si hay unidad y coordinación, pese a lo que ya sabe sobre el CNE, ¿iría a votar en las municipales?

—Si ve coordinación y si ese liderazgo responde a las expectativas del votante, la gente a su vez va a responderle. Pero si no logras eso que es tan básico, el Gobierno todavía tiene unas fortalezas muy importantes para ganar este juego electoral e ir avanzando y legitimar a la ANC de cara a la presión internacional, que es lo que desea. Ese es su objetivo superior. El plano electoral, para el Gobierno, está sujeto a ese objetivo superior. Y en la medida en que la oposición no resuelva ese problema de coordinación política, ese objetivo superior se hace mucho más alcanzable en el contexto de unas elecciones que le permiten ir legitimando a todos los poderes públicos.

¿No pesa más, de ahora en adelante, la desconfianza? Es decir, tener la certeza de que tu voluntad como votante no cuenta si el Gobierno lo decide

—Es importante hablar del votante. ¿En qué piensa? ¿En qué contexto está? Está en el contexto de una de las contracciones económicas más importantes de la historia venezolana. Está viviendo un episodio hiperinflacionario, que no se vivía en Latinoamérica desde los años 80. Está viviendo un empobrecimiento masivo de la población: 82 % de los venezolanos viven en condiciones de pobreza. La gente lo que quiere es ver cómo vas a resolver ese problema económico y social que se hace cada vez más grande. En la medida en que la oposición siga debatiendo si va o no va, pues se va a ver cada vez más distante de esa realidad social y económica. Eso es fundamental. Al final del día la gente quiere un cambio para resolver esos problemas. Y quien logre resolverlos, y en particular el tema inflacionario, va a ganar en popularidad de una forma muy importante. Todos los gobiernos en América Latina que resolvieron el problema de la inflación obtuvieron un rédito y un capital político muy alto.

Maduro no lo va a solucionar, pero tampoco va a dejar abierto el camino para que otro lo haga…

—Pero eso requiere entonces resolver este dilema en torno al liderazgo opositor. Si no lo haces, eso que hablan de una tercera vía se va a ir abriendo. Creo que esa tercera vía en la medida en que la oposición esté dividida no tiene un triunfo completamente asegurado. La elección presidencial se puede partir a tres candidaturas y ese es un escenario al que el Gobierno podría estar apostando.

Fotos: Oscar Medina


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