En entrevista con Crónica.Uno, el flamante Cardenal llamó a todos los venezolanos a ser buenos samaritanos y contribuir, en la medida de sus posibilidades, a solucionar los graves problemas que sufre el país.
Caracas. “La Iglesia no es una muñeca de trapo que no dice nada ante el sufrimiento de sus miembros”. Con estas palabras, el flamante cardenal Baltazar Porras defendió el derecho que tienen los prelados de pronunciarse sobre los problemas del país, derecho que esta semana ejercieron al responsabilizar tanto al Gobierno y la oposición por el fracaso del proceso de diálogo que bajo la facilitación de El Vaticano se estaba dando desde finales de octubre.
Sobre el futuro de esas conversaciones, la crisis económica y política que atraviesa el país y, sobre todo, las posibles soluciones a esta, conversó el también Arzobispo de Mérida con Crónica.Uno esta semana, durante la celebración de la 107 asamblea plenaria ordinaria de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV), que este pasado jueves concluyó en Caracas.
Al instalar la asamblea de la CEV, el presidente de esa instancia, monseñor Diego Padrón, dijo que el 2016 “lo terminamos mal” y que entramos al 2017 “sumidos en un caos”. ¿Comparte esa visión?
—Ciertamente, estando en contacto con la realidad de nuestras comunidades vemos que la gente está pasando mucho trabajo porque no consigue lo necesario para comer, ni las medicinas, y lo que se consigue, se consigue a unos precios exorbitantes. Hay que perder muchas horas y días haciendo colas para ver qué se puede conseguir. La inseguridad en la que vivimos, junto con el aumento de la impunidad, hacen que la gente viva en vilo y que muchas familias queden divididas porque los hijos deciden irse al exterior a buscar fortuna.
Todo esto no genera bienestar, serenidad ni tranquilidad y vemos que el inicio de este año muestra nubarrones más fuertes. El cambio de gabinete indica una radicalización del Gobierno, lo mismo que el desconocimiento de la voluntad popular al desconocer a la Asamblea Nacional. Todo indica que no hay un ánimo de dialogar, de reconocer que existe un otro y de que ese otro también tiene algún derecho y algo de verdad.
Monseñor Padrón también dio por fracasado el diálogo entre el Gobierno y la oposición. ¿Si no hay diálogo entonces qué queda?
—Lo que queda es seguir. Esta es la tercera vez que se intenta un diálogo, pero existe una enorme desconfianza porque estas mesas se convocan siempre cuando la situación es difícil y con el propósito de estirar la arruga (…) pero que haya fracaso en esta mesa no quiere decir que el diálogo ha fracasado. Y eso no puede ser el deseo de nadie y muchísimo menos de la Iglesia.
La Iglesia insiste en la búsqueda de soluciones por medios pacíficos, pero quiero aclarar que cuando hablamos de medios pacíficos no hablamos de cruzarnos de brazos sino de resguardar la vida de la gente y así dejar en claro a quienes tienen la primera responsabilidad, el Gobierno, [este] no puede pretender resolver los problemas con represión o ignorando a la otra mitad.
[irp posts=”43230″ name=”Maduro no dio cifras económicas y extendió la emergencia para afianzar a los Clap”]El Vaticano dijo que participaría en el proceso si había un compromiso serio de buscar soluciones pero, por lo visto, ese compromiso no existió ¿entonces se retira?
—No se retira. Que no haya venido el enviado del Papa [monseñor Claudio Celli], lo que hizo fue poner en evidencia que algo está fallando y eso obligará a las partes a tomar los correctivos necesarios. Pero que no haya venido el Enviado del Papa no quiere decir que no se siga trabajando. El Vaticano seguirá trabajando y nosotros también. Uno de los objetivos de esta primera asamblea entre los obispos y laicos que celebramos esta semana es promover un diálogo, no solo de cúpulas, sino en la familia, en los barrios, en la frontera y en las instituciones, porque las necesidades son muy apremiantes.
¿Este cuarto proceso de diálogo falló porque se repitieron los mismos errores del pasado? ¿El Vaticano también erró?
—Ciertamente, la evaluación que hacemos es que no hubo la suficiente preparación, pero sí mucha presión para que el proceso se hiciera de manera inmediata debido a lo del referendo revocatorio. Cuando se convoca a alguien para que ayude siempre hay la buena fe de que en verdad se quiere hacer algo, pero en este caso esa buena fe ha estado ausente.
¿Teme que se produzca un estallido social o un golpe militar?
—A mí lo que más me preocupa es que cada día que pasa sin solución a la crisis, aumentan las muertes en Venezuela. Primero las muertes físicas, porque vemos no solamente las muertes por la violencia, sino la de los niños recién nacidos o de las parturientas, o la de los enfermos crónicos que no consiguieron la medicación adecuada. También me preocupa, por supuesto, el aumento de la violencia e impunidad que hace que a las seis de la tarde en todas nuestras ciudades y pueblos todo esté cerrado y todo el mundo está encerrado. La casa no es para estar encerrados, temerosos, sino para recibir a la gente con alegría. Esto es lo más angustiante porque lo que hace es deteriorar la calidad psíquica.
¿Cómo evalúa el papel de los militares en la actualidad?
—El expresidente Luis Herrera Campins decía que los militares eran leales al Gobierno hasta que se voltean, es decir, siempre miden cuál es el momento en el que salen perdiendo y en el momento en el que se les obligue a reprimir y matar seguramente allí dirán basta. Sin embargo, creo que no podemos estar esperando eso y sobre todo hay que comenzar a pensar en tener una Fuerza Armada al servicio de todos y no del Gobierno.
Habló de la asamblea de Obispos y Laicos que esta semana celebraron por primera vez. ¿Qué buscan con una iniciativa de ese tipo?
—Se busca saber qué estamos haciendo para ayudar a solucionar la situación que está viviendo el país, porque las soluciones no solo se dan en los cogollos sino que hay soluciones que deben comenzar a buscarse a nivel micro (…) Programas como las ollas comunitarias, el servicio para los indigentes, eso de estar como Iglesia en salida, que es lo que nos pide el Papa, es lo que estamos impulsando.
Tenemos que ser todos buenos samaritanos, no podemos pasar de largo por el camino sin ayudar al que está en la cuneta y engañándonos al decir: ‘eso no me toca’. Hay que ayudar al que lo necesita, porque las necesidades son apremiantes, pero sobre todo hay que ayudar sin importar cómo piensa el otro (…) Se ha sembrado mucho odio y exclusión y puede haber mucho sentido revanchista, y eso hay que combatirlo, aquí nadie va a cobrar.
[irp posts=”43184″ name=”Obispos llamaron a los venezolanos a no cruzarse de brazos” frente al mal y los problemas del país”]¿Qué pueden hacer, porque Cáritas quiso traer medicinas y se las quitaron?
—Se están haciendo cosas como las ollas comunitarias y lo que queremos es incentivarlos muchísimo más.
Los Derechos Humanos han sido un tema central para la CEV en los últimos años, pues se han pronunciado a favor de mejorar las condiciones de reclusión, han pedido la liberación de los presos políticos o el fin de la represión y criminalización de la protesta. ¿Violar Derechos Humanos es un pecado?
—No solamente es un pecado, sino un delito y todo delito requiere que se apliquen las leyes. El principio fundamental es la vida y si no tenemos vida ni calidad de vida, pues entonces no hay razón de existir.
¿Pero la censura es un pecado? Hoy por hoy, en Venezuela la libertad de expresión está cercenada, ustedes mismos son víctimas de ella porque sus exhortaciones no son difundidas por todos los medios. ¿Los censores son pecadores?
—Sí, lo censores son pecadores porque están negando un derecho absoluto. Yo no puedo actuar bien humanamente si no estoy bien informado. Yo no puedo actuar en la vida sino tengo acceso a esa información. Este no es un problema de si hay periodistas o no. La libertad de expresión no es problema de un gremio, sino de la sociedad venezolana.
Foto referencial: Conferencia Episcopal
Participa en la conversación