La prostitución masculina no es un delito, pero se paga caro

Los hombres, principalmente los adolescentes, que venden sus cuerpos pueden estar vinculados con el tráfico de drogas y ser víctimas de extorsión, explotación e infecciones de transmisión sexual.

Caracas. La prostitución masculina no es un delito en las leyes venezolanas, pero si se asocia con el consumo y tráfico de drogas ilícitas, la extorsión, el secuestro, la trata de personas o con la explotación sexual de adolescentes, puede llegar a serlo.

Por tanto, urge que el Estado regule el oficio a fin de que aquellas personas mayores de edad que voluntariamente decidan dedicarse al trabajo sexual “puedan tener un mínimo de condiciones laborales, de seguridad y de salud”, expresó Yonatan Matheus, director de Venezuela Diversa, quien reconoció que cada vez hay más hombres prostituyéndose por múltiples razones personales, sociales y gubernamentales.

Explicó que el trabajo sexual masculino trae consigo la misma carga de estigma que recae sobre las mujeres. Y aclaró que aunque esta es considerada socialmente como una de las profesiones más antiguas del mundo —o una forma “ganarse la vida fácil”—; prostituirse es un acto totalmente engorroso, lleno de peligros y más cuando se trata de adolescentes que son forzados a realizarlo, donde se requiere urgentemente la intervención de las instituciones estatales para que estos no sean vulnerados en su dignidad y se garantice el interés superior del adolescente.

También, como en el caso de las mujeres, los hombres mayores de edad que deciden realizar el trabajo sexual, lo hacen por el poco acceso que tienen a los bienes y servicios y por la situación económica. Vender su cuerpo con tarifas y tiempos precisos es una opción para salir de la crisis.

“Pero en todos los casos hay el riesgo latente. Por tanto, hoy por hoy es conveniente que el Estado empiece a regular este tipo de actividad. Así estas personas pueden tener beneficios laborales, como por ejemplo, cotizar en el Seguro Social y en el Fondo Obligatorio de Vivienda. Debe haber políticas públicas dirigidas específicamente a estas personas que han decidido dedicarse a este oficio, y eso es lo que no hay en estos momentos”, sostuvo Matheus.

Es por ello que se vincula la prostitución con el delito y más ahora cuando los hombres están promocionándose ya no solo en avisos clasificados, sino por redes sociales y páginas web.

“Esto promueve la extorsión por parte de cuerpos policiales y particulares, el tráfico de drogas, la trata de personas y el trabajo sexual forzado. En cambio, si se regula esta actividad, existirían condiciones dignas que permitirían a estas personas mejorar su situación, manejar información que ayude a prevenir infecciones de transmisión sexual y a no ser víctimas de cualquier forma de discriminación y explotación”, expresó.

Añadió que de ese modo se generaría sensibilidad hacia el riesgo que implica ejercer este oficio “y estaríamos hablando de mayor responsabilidad familiar, social y gubernamental. De otro modo, la sociedad seguirá viendo este oficio como denigrante en perjuicio de las familias y no se tomarán acciones capaces de dar respuesta a las múltiples problemáticas sociales que genera esta actividad”.

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Sociedad y familia

Matheus consideró que la crisis económica, las pocas oportunidades de empleo estable y seguro, los salarios insuficientes, el alto costo de la canasta básica alimenticia, el nivel socioeconómico y académico, y las situaciones de hacinamiento en los hogares; llevan a los jóvenes a realizar trabajo sexual, con el agravante de que una vez inmerso en este mundo, disminuyen sus posibilidades de tener un futuro mejor.

En ese último punto coincide el profesor, historiador y sociólogo Agustín Blanco Muñoz, quien admitió que el tema de la prostitución —independientemente del género— es complejo, delicado y difícil.

A su entender se está prostituyendo nada más y nada menos que el futuro del país. “Ya no asombra el género, sino el boom. Se creó una especie de licencia para lo prohibido y se abrió el camino para que se vea la multiciplicidad de parejas de un mismo sexo, los triángulos y la homosexualidad combinada, por ejemplo. Incluso el mismo Papa Francisco dijo ‘quién soy yo para criticar’, y desde mi punto de vista ni siquiera la Iglesia puede hacer valer su visión bíblica”.

Blanco Muñoz consideró que esos muchachos no saben exactamente lo que quieren. “Pueden ser personas que no tienen una formación hogareña en cuanto a principios, valores y orientación de todo tipo. Y a veces sucede que el muchacho está tomado por las drogas y no tiene cómo mantener su vicio, por tanto es posible que caiga en el trabajo sexual”, explicó.

Dijo que existe una población no asistida desde el punto de vista familiar y gubernamental: “Esto es un tema de salud sexual, de múltiples componentes. Y lo peor es que no se ven soluciones a corto plazo y señales para un cambio si no se refuerza una perspectiva de vida, un proyecto de futuro en todos los ámbitos, en la escuela, la universidad, la familia y el gobierno”.

Foto: Angeliana Escalona


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