“Regresar al país con mi hijo recién operado es una sentencia de muerte para él”

A Jesús, de 12 años, hace poco lo operaron en España a través del convenio hecho por la Fundación Simón Bolívar, que ahora se desentendió de su caso. Su papá, que está con él allá, no tiene dinero para costear el tratamiento, la comida y el hospedaje. No obstante, decidió no regresar, pues no tiene confianza en el sistema sanitario local, donde no hay ni serología para analizar la sangre que necesita mensualmente para trasfundir a su hijo.

Caracas. La comunicación con Carlos Acosta, padre de un niño que viajó a España para que le realizaran un trasplante de médula ósea, se estableció vía mensajes y a través de notas de voz por WhatsApp. En todos esos contactos se notó en él desespero, angustia y mucha incertidumbre: su hijo Jesús, de 12 años de edad, rechazó el injerto, no tiene anticuerpos y tuvo que ser intervenido de emergencia luego de que adquiriera un hongo en un pulmón.

Su condición ahora es estable, pero no está como para que lo monten en un avión y viaje 11 horas desde Europa hacia Caracas. “No puedo regresar con mi hijo así, es como sentenciarlo a muerte”.

En febrero, la fundación Simón Bolívar —órgano adscrito a Citgo, filial de Pdvsa que asumió todo el costo de la operación, traslado, comida y hospedaje— cortó todo tipo de ayuda amparándose en las sanciones impuestas por Estados Unidos.

Desde ese momento, Jesús quedó en el limbo, al igual que ocho niños hospitalizados en el Sant Joan de Déu. Son venezolanos recién salidos de trasplantes y en tratamientos de quimio, que ameritan cuidados especiales. Sus casos son de tumores cerebrales, glaucoma, leucemia y trastornos cardíacos.

El pequeño, que añora estar en su casa con su mamá, no produce desde los cinco años suficientes glóbulos rojos. Le diagnosticaron talasemia, un trastorno sanguíneo que lo hace dependiente de las transfusiones y, por eso, su papá tomó la decisión de quedarse en España, a su propio riesgo.

En Venezuela no están las condiciones, ni aunque los hospitales estén en óptimos niveles para garantizar asistencia a mi hijo puedo llevármelo así. Él rechazó el trasplante, ahora es que se le están recuperando las plaquetas. Está como si acabara de nacer, sin anticuerpos, está débil. De hecho, en un pulmón se le alojó un hongo, presentó mucha fiebre, tengo cartas e informes que corroboran su estado, expresó Acosta.

En Puerto Ordaz, el médico tratante de Jesús le había informado a su papá que no había serología para la sangre y así se transfundían los pacientes. El niño requiere ese tratamiento cada mes y sin un adecuado análisis de la sangre, se puede contaminar con hepatitis, por ejemplo.

Además de la carta de la fundación, Carlos recibió un correo electrónico donde le informaban que, si se quedaba, todos los gastos corrían por su cuenta.

Y así ocurrió. No tiene respaldo económico para poder estar allá. No puede trabajar porque no tiene papeles. Está recibiendo colaboración de fundaciones. Incluso buscó a Cáritas para que ayudaran con la comida. Camina largos trechos desde el apartamento donde se aloja hasta el hospital, institución que decidió dar el aporte alimenticio a los papás venezolanos.

España tiene una labor social con nosotros. Ellos quieren terminar con todos los tratamientos y han asumido las medicinas, quieren tener la seguridad de que nuestros niños se van a recuperar. Por lo menos dijeron que nos garantizaban eso por un mes. Luego, no sé.

Carlos insiste en que haya comprensión y apoyo: “Aquí estamos luchando para que nos faciliten algunas cosas. Sin dinero aquí es muy triste y desesperante. Aun teniendo papeles para trabajar no puedo dejar solo a Jesús porque hace poco salió de la operación”. Regresar no es su opción. Los medicamentos, los guantes quirúrgicos, las jeringas esterilizadas y otros insumos básicos para la higiene permanente requeridos por su hijo no los podría adquirir en Venezuela.

Ya Jesús está de alta, sigue en el apartamento que alquiló su papá y cuyo pago pudo hacer hasta este mes, con el dinero que enviaba la fundación (930 euros al mes). Necesitará siete meses de tratamiento continuo y, por eso, el mismo Jesús prefiere quedarse en España.

Jesús Acosta es una víctima más de la #EmergenciaHumanitaria que vive el país desde 2015, la cual compromete severamente la vida de más de 300.000 pacientes crónicos, que no tienen —para el momento en el que se redacta este testimonio— acceso a medicinas, alimentación, tratamientos, operaciones e, incluso, a consultas periódicas, debido a que la situación también ocasionó que el personal de salud calificado salga del país en busca de mejor remuneración y calidad laboral.

Esta historia forma parte de los testimonios de #EmergenciaEnPrimeraPersona, un seriado especial de Crónica.Uno.


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