Situación del país hace que los jóvenes se sientan en la cuerda floja

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La crisis, la falta de oportunidades, la escasez de alimentos, el que no haya transporte público, seguridad y, por frívolo que pueda sonar, el hecho de que no se pueda “rumbear”, les dibuja un panorama gris y con muy pocas salidas.

Caracas. Cada día me siento más desanimada, esos sueños que una se planteaba de pequeña, de terminar una carrera universitaria, ejercer la profesión, empezar a vivir de manera independiente, se vuelven más difíciles de cumplir. La necesidad ha tocado a mi familia de muchas formas, cualquier meta que se quiera realizar siempre se ve obstaculizada por falta de dinero.

Khaterine Abreu se ve feliz, ríe y es cordial. Pero su procesión va por dentro.

Mi gran preocupación es pensar qué se va a comer día a día, cuánto costará cualquier producto alimenticio mañana y cómo hacer para comprarlo, cómo conseguir los medicamentos de mis padres, quienes padecen de diabetes tipo II, si un blíster de apenas 10 pastillas de Metformina cuesta más de un millón, y ellos necesitan, como mínimo, 60 pastillas mensuales.

Ella está en la etapa final de su carrera, Comunicación Social, en la Universidad Santa Rosa. Ya ha salido al ruedo y no consigue alzar vuelo.

Siente la desesperanza a flor de piel. También la siento en mis amigos, en los que estudian conmigo. Muchos que debían entregar su tesis de grado prefirieron no hacerlo y se fueron del país. Yo aún no la he terminado. Sin embargo, ha cruzado por mi mente dejar todo e irme de aquí.

El psiquiatra Robert Lespinasse, exdirector de la Sociedad Venezolana de Psiquiatría, analiza casos como el de Khaterine a menudo. Sienten que no hay futuro, no de inmediato, el deseo de superación desaparece en una economía tan inestable como la nuestra, donde no hay inversión y está estancado el crecimiento para los jóvenes.

En las palabras del profesional hay una sensación de desesperanza y tristeza al mismo tiempo. Hay cosas que se sabían [los resultados electorales] pero constatar un hecho real y vivirlo hace que las personas no reaccionen y se abandonen, y eso es lo que está pasando.

Con el morral de los sueños vacíos

De acuerdo con la Encuesta de Condiciones de Vida en Venezuela 2017 (Encovi), el número de familias en pobreza extrema pasó de 51,5 % a 61,2 b%.

El estudio, presentado en febrero pasado, señaló que 87 % de los hogares vive en condición de pobreza (de ingresos per cápita). Y más de 12,6 millones de personas dependen del Gobierno para poder alimentarse.

Alrededor de 8,2 millones de venezolanos ingieren dos o menos comidas al día y lo que consumen es de mala calidad.

Y hay cifras todavía más alarmantes: seis de cada 10 venezolanos han perdido, aproximadamente, 11 kg de peso el último año.

Es en esas estadísticas donde no quiere verse Khaterine, quien, a pesar de haber escuchado en varias oportunidades la frase “hay luz al final del túnel”, siente pesados los pasos y ha dibujado más de una vez el plan de vida que una vez soñó.

Tengo amigas que se sienten frustradas porque, con 25 años, se niegan la posibilidad de quedar embarazadas. Saben lo complicado que es mantener a una familia. Antes, mis padres me pedían que considerara las circunstancias para irme del país, ahora me dicen que realmente lo vea como una primera opción, que es la única salida para encontrar un futuro, contó.

Lespinasse expresó que, en estos últimos tiempos, ha tenido casos muy interesantes de jóvenes que ven frustrados sus caminos. Habló de la facultad de Medicina, donde ejerce como profesor.

A principios de año se fueron 10 estudiantes de mi clase. Estaban comenzando la carrera, pero no pueden seguir porque las condiciones no son fáciles para ellos. No hay transporte, no tienen comida, no consiguen trabajo, tienen la sensación de no encontrar salidas y terminan huyendo. Son jóvenes muy sencillos, sin recursos, los que se van por carretera porque no encuentran más opciones.

Los que se quedan, dijo, enfrentan situaciones muy difíciles. Puede sonar frívolo, pero entre ellas está el hecho de que ni siquiera pueden hacer lo propio de sus edades: salir a rumbear.

Eso es casi impensable ahora. Los costos no lo permiten, tampoco tenemos seguridad en la calle. Uno sale de clases corriendo para la casa, comentó Edwin Salas, de 22 años.

Khaterine y Edwin son solo dos de los muchos jóvenes que viven en la desesperanza. Yennifer Rangel también tiene un estado de ánimo que la agobia. Tengo mucha tensión, a veces siento que estoy en una cuerda floja. Unos días me siento bien, con ganas de seguir adelante, y otros me pongo a llorar, porque no consigo la manera de solucionar esta situación, que, por lo general, siempre tiene relación con el ámbito económico.

En cuanto a las oportunidades, reflexionó que eso depende del punto de vista. Quizá puedes tener el empleo de tus sueños, pero si no te alcanza o no es suficiente para lograr una meta, como un carro, tener tu propia casa, formar una familia, empieza el conflicto: tengo el trabajo que siempre quise, pero no es suficiente para lograr lo que quiero.

Ella tampoco ve futuro en lo inmediato. En eso coincide con Edwin, quien ya está iniciando los trámites para salir del país.

Pero esta realidad no puede quedarse ahí, sostiene el psiquiatra, quien, a pesar del desánimo, avivó el optimismo. Lo que hubo este domingo fue un acto muy importante que, si la sociedad lo capitaliza y aprovecha, generará cambios. Lo relevante aquí es tener en cuenta la tolerancia y apartarse de las posiciones radicales y violentas para entender mejor la situación del país.

Aumentan los suicidios en jóvenes

El Observatorio Venezolano de la Violencia (OVV) destacó una nueva dimensión de los actos violentos en el año 2017: el hallazgo, en varias zonas del país, de un incremento en los suicidios. Aunque estos eventos no han sido un foco de estudio del OVV, los investigadores destacaron que sí forman parte de la violencia. En investigaciones realizadas en las universidades nacionales desde los años 90 se incluía el suicidio como una forma de violencia “contra uno mismo”.

Esa es la misma definición que, posteriormente, adoptó la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 2000. Sin embargo, según se destacó en el informe del Observatorio, el suicidio no había adquirido una relevancia social sino hasta fecha reciente, cuando se ha observado un incremento de los casos en diversas zonas del país. En el estado Mérida, entre enero y noviembre de 2017, se quintuplicó la cifra de suicidios registrada en todo el año 2016.

Ese incremento es de tal magnitud que supera la sumatoria en esta entidad de los últimos cuatro años, y arroja una tasa de 19 por cada 100.000 habitantes. Ese es un valor muy alto si se toma en cuenta que, para la OMS, solo 20 países del mundo alcanzan una tasa superior a la que se registró en Mérida en 2017. Además de estas cifras, no hay estadísticas oficiales, aclaró Robert Lespinasse. Solo se tiene el último Anuario de Mortalidad, de 2014, en el que se rinde cuenta de 2691 accidentes, entre los cuales se camuflan algunos suicidios.

Más de 80 % de las muertes registradas en el anuario por suicidios corresponde a hombres. El grueso de los casos se registra en un rango de edad que oscila en los 25 y 44 años, con Mérida, Carabobo, Barinas y Zulia como las entidades con mayor registro. Al día de hoy, sostuvo Lespinasse, hay que meterle la lupa a este tema, pues, extraoficialmente, los casos han aumentado, sobre todo entre los jóvenes, precisamente por los niveles de depresión de la población y por la acentuada escasez de antidepresivos y ansiolíticos.

Foto referencial: Cristian Hernández


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