La inseguridad y la inflación han hecho que la asistencia a los juegos del deporte nacional de los venezolanos haya mermado como nunca.

Por Geraldine Lucero Ibañez para Relatos del Absurdo*

En Venezuela el béisbol está hasta en las metáforas del habla común. Tener un gran éxito es batear un jonrón con las bases llenas, atravesar una situación difícil es estar en tres y dos y hacer un comentario directo y sin indulgencia es lanzar una recta. En un país donde las palabras llevan la impronta del deporte nacional, tener una temporada de la liga profesional con bajas asistencias de espectadores y estadios semivacíos no deja de ser incongruente. Así ocurrió, sin embargo, con el campeonato que terminó hace mes y medio. La inseguridad ciudadana y la inflación se convirtieron en las mayores amenazas del gran pasatiempo de los venezolanos, muchos de los cuales temen salir de noche cuando los partidos se juegan o simplemente no les alcanza el dinero para comprar las entradas.

No era así en el pasado, cuando mi papá acostumbraba a ir a los juegos regularmente. Incluso él estuvo entre los 22 mil aficionados que llenaron el Universitario de Caracas la noche del 25 de enero de 1982 para celebrar algo nunca visto. Que un equipo conquistara el título de campeón por tercer año consecutivo. Ese equipo no lo olvidaría jamás, era el suyo. Leones del Caracas, con una generación de estrellas que incluía a Baudilio Díaz y a Antonio Armas, ganó la final a Cardenales de Lara en una definición de última hora como las que ocurren cuando el gol de la victoria se anota en la prórroga. El estadio, desde luego, estalló como nunca antes.

Mi papá salió de allí bañado de cerveza y recibió golpes de una fanaticada efusiva que no paraba de saltar por la victoria; pasó una hora celebrando, sin preocupaciones. No había peligros esperándolo, ni sacrificios que hacer al otro día por el dinero gastado. El índice de homicidios de Venezuela era de 8 personas por cada 100 mil habitantes y la inflación cerró ese año en 15 por ciento según los datos oficiales de la época. Como para el resto de quienes celebraban aquella noche, su reto sería madrugar al día siguiente para ir a trabajar.

Con el tiempo las cosas cambian, pero en el caso venezolano las circunstancias mudaron de modo tal que en los años más recientes ir al estadio como lo hacía mi padre se ha convertido en un lujo y un peligro que muchos fanáticos se obligan a evadir aunque les parta el corazón.

[irp posts=”40830″ name=”Cuatro gatos fueron a la pelota en Caracas el mes pasado”]

La inflación cerró en casi 480 por ciento en 2016 según el Fondo Monetario Internacional y la tasa de homicidios fue ese año de 91,8 por cada 100.000 habitantes de acuerdo con el Observatorio Venezolano de la Violencia, lo que ubicó al país como uno de los que tiene mayores índices criminales en el planeta. La inseguridad ha hecho que más de 60 por ciento de los venezolanos haya desistido de las actividades recreativas nocturnas, como reflejó la Encuesta de Condiciones de Vida 2017 realizada por universidades públicas y privadas venezolanas.

Con eso como telón de fondo, el primer clásico entre Leones del Caracas y Navegantes del Magallanes, los dos equipos más populares del país, se escenificó el 20 de octubre con un estadio Universitario de Caracas al que asistieron poco más de 14.000 fanáticos, 6.000 menos que los que acudieron al juego inicial del campeonato anterior. Es como si el primer choque de la temporada entre los equipos de fútbol Boca y River en Argentina; América y Chivas en México o Corinthians y Palmeiras en Brasil se celebrara con casi 40 por ciento de las localidades vacías.

Venezuela ha tenido una destacada participación en el Clásico Mundial, como en este del 2006.

Marco, como mi papá, atesora noches inolvidables en el estadio y ha dejado de ir a ver a su equipo. Año a año ha reducido el número de juegos a los que ha podido asistir: hace dos años iba como mínimo a tres partidos por semana, pero desde la temporada pasada ir al Universitario representa para él un reto económico y un desafío para su seguridad. El precio del abono que compraba por toda la temporada se multiplicó por 10 y no deja de pensar en los riesgos de salir de noche a los juegos: “No he sido víctima de la inseguridad, pero tengo muchos conocidos a los que han robado. No hay que esperar a que pase algo”.

Desde que Marco tuvo uso de razón disfrutó de ir a ver su equipo: los Tiburones de la Guaira, el tercer club con más seguidores del beisbol venezolano después de Navegantes del Magallanes y Leones del Caracas. El sonido de la samba y de los tambores que animan al equipo desde la grada hacían latir su corazón.

—Tenía 7 años de edad en 1996 cuando fui por primera ocasión al estadio Universitario, que es sede de los Leones pero también de los Tiburones. La barra me enamoró. Recuerdo que me quedaba asombrado con la energía de las personas. Era muy sano y divertido.

Los costos elevados del espectáculo han golpeado el bolsillo incluso de aficionados tan leales como él, quienes han debido acostumbrarse a ver los partidos únicamente por televisión y dejar de lado el ambiente festivo de los estadios. La entrada más económica exclusiva para estudiantes en la temporada 2015-2016 costaba 500 bolívares y en la temporada 2016-2017 pasó a 1.000. La más cara en el palco del terreno, ubicación próxima a los jugadores, se situaba en 2.000 y se multiplicó hasta llegar a casi 10.000.

La combinación de subidas de precios y deterioros del ingreso de la población es un coctel negativo. “No es un secreto que la economía vive un momento difícil, el cual se traduce en una contracción de la capacidad de consumo. Dentro de ese ambiente, el fanático prioriza otras necesidades antes de asistir al béisbol”, dijo Luis Ávila, presidente de los Leones del Caracas, al portal El Estímulo. Hace apenas dos años, durante la temporada 2014-2015, la presencia de espectadores en los estadios rompió récord y se ubicó en 2,54 millones de espectadores de acuerdo con las cifras de la Liga Venezolana de Béisbol Profesional. En el campeonato del año siguiente el descenso fue de 26,5 por ciento y en los dos primeros meses de torneo se calculaba una reducción que pudo ser superior a 35 por ciento. Las cifras definitivas aún no se encuentran disponibles, pero Juan José Ávila, nuevo presidente de la liga, reconoció que la baja asistencia es una de sus principales preocupaciones.

Los equipos del béisbol venezolano inventaron a lo largo del campeonato recién concluido estrategias para atraer espectadores e intentar que el flujo de caja se mantuviera. Caribes de Anzoátegui probó con los domingos familiares: los aficionados compraron tres entradas por el precio de dos. Cardenales de Lara implementó el día familiar y el costo de la entrada quedó a la mitad todos los días de la semana, exceptuando los domingos; los jueves, las mujeres asistieron a los juegos de forma gratuita. Sin embargo, los estímulos no tuvieron los resultados esperados y los equipos no pudieron evitar que esta temporada pasara a la historia como la de menor asistencia de la que se tenga registro.

Cerca de una decena de los jugadores que defendieron a Venezuela en el presente Clásico Mundial de Béisbol se prepararon para el torneo de selecciones en el campeonato venezolano, y fueron testigos de la caída de la asistencia a los estadios locales.

Marco solía ir al estadio acompañado por su padre o su novia. El costo era superior, pero pagable. Cada vez que iba comía al menos dos arepas, una malta y una cerveza. No gastaba más de 3.000 bolívares incluido el estacionamiento. Pero comer y beber en el estadio se le convirtió en algo inalcanzable. Cuando vio que los precios de una cerveza y dos arepas (el plato nacional) costaban la cuarta parte de un salario mínimo sacó cuentas y decidió convertirse en un fanático a distancia. Le resulta más barato y, cómo olvidarlo, también más seguro.

* Relatos del Absurdo es una iniciativa periodística liderada por IPYS Venezuela y CONNECTAS, que busca ofrecer insumos informativos para entender las dificultades que vive la sociedad venezolana hoy. Vea todo el especial acá.

Foto: Kari Sullivan. Imagen bajo licencia Creative Commons 2.0


Participa en la conversación