Un viacrucis hacen anzoatiguenses para enterrar a sus familiares

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Aunque reconocen las molestias de los deudos a la hora de contratar los servicios debido a sus elevados costos, representantes del gremio funerario sostienen que, debido a la situación del país, han salido a buscar “alternativas” para mantener los negocios abiertos.

Barcelona. La madrugada del 24 de febrero, Ángel Gabriel Castillo salió de su casa, ubicada en el sector Chuparín arriba. Iba en una moto con su primo, Eduardo Bolívar, para comprar una caja de cervezas. Cuando llegaban a la avenida Stadium de Puerto La Cruz los embistió un vehículo. Ángel Gabriel salió disparado, golpeó su cabeza contra el pavimento y falleció durante su traslado al hospital César Rodríguez de la urbanización portocruzana de Guaraguao.

Aquel fue el momento más duro en la vida de Carmen Castillo. Ángel era su hijo mayor. Tenía 25 años. Y la experiencia la puso a padecer por partida doble: Carmen, quien es vendedora de hortalizas en el mercado municipal de Puerto La Cruz, pagaba un seguro de previsión funeraria pensando más en su madre de 90 años que en su hijo. Llegó el momento de usarlo y el llanto por la muerte de Ángel se quedó atragantado.

Tuvo que cerrar el negocio en el mercado. Lo poco que tenía fue empeñado o vendido. Todo para cancelar los gastos funerarios. En ese entonces, preparar el cuerpo y realizar el acto velatorio costaba 800.000. Ese servicio no incluía el lugar, pues Carmen tenía pensado velar a su hijo en casa.

Fueron las horas más difíciles porque teníamos que resolver todo un proceso para después poder llorar a mi hijo. Al final, los amigos del taller donde Gabo [Ángel Gabriel] trabajaba terminaron pagando el ataúd y la parcela, que tuvimos que hacer marañas para conseguirla, en el cementerio municipal de Barcelona. Vine a llorar a mi hijo cuando lo enterré, cuenta Carmen.

El presidente de la Fundación para la Contraloría Social de los Servicios Funerarios en Anzoátegui, José Magallanes, sostiene que muchas familias, sobre todo de escasos recursos, cuando se trata de cubrir gastos funerarios son hasta víctimas de estafas por parte de empresas que no están debidamente certificadas para prestar dichos servicios. Algunos empresarios se aprovechan de la vorágine económica que vive el país, para irrespetar los contratos de previsión familiar que establecen con los clientes, así como la estructura de costos de los servicios que prestan.

En el estado Anzoátegui hay 50 empresas que realizan servicios funerarios y solo cuatro de ellas cumplen con todas las exigencias de la ley de servicios, entre las que destaca la sala de preparación de los cuerpos y tanatólogos [expertos en preparar cuerpos]. Como te dije, la gran mayoría no cuenta con esto, son prácticamente inventos que han convertido casas de familia en empresas y muchas veces preparan los cuerpos en los estacionamientos de esas casas, dice Magallanes.

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La falta de experiencia en estos negocios que se venden como “funerarias” da como resultado casos donde, debido a la mala preparación de los cuerpos, las familias vieron filtrarse líquidos del ataúd en plena ceremonia. Asimismo, el material de las urnas suele ser más económico y menos resistente, lo que puede causar que el cofre se abra. Esto se hace para “abaratar costos” pero no representa ninguna rebaja al momento de cobrarle a los deudos por el servicio.

Magallanes reclama la falta de supervisión por parte de los organismos encargados de regular la actividad de estos establecimientos:

Lo que está sucediendo es terrible. Vemos casos como el de una familia residente en el sector Portugal de Barcelona que, en pleno velorio, la urna se filtró con los líquidos que expulsó el cuerpo por la mala preparación y la misma casi se abre, los familiares tuvieron que amarrar el cofre con unos mecates para que no se terminara de abrir porque, de paso, la urna era de material MDF. Esta familia introdujo un procedimiento contra la empresa que les prestó el servicio en la Defensoría del Pueblo y estamos esperando el pronunciamiento.

La ley que rige al sector data de apenas cinco años y los organismos encargados de hacer que se cumplan los artículos aprobados en ella son: Contraloría Sanitaria, dependiente del Instituto Regional de Salud; Sencamer, que verifica la calidad de los ataúdes y la Sundde. Magallanes afirma que ninguno de estos organismos hace una supervisión rigurosa.

Además de los negocios funerarios improvisados también han aparecido empresas de dudosa procedencia que fabrican urnas. Magallanes explica que estas deben ser supervisadas por Sencamer para mantener el control de calidad. Esto no ocurre. Los ataúdes son ensamblados con pega y clavos de mala calidad.

Las compañías que operan en casas siguen puyando —porque no se les puede llamar preparación— los cuerpos y estos no quedan bien. Aquí la Contraloría Sanitaria no se ocupa y la Sundde no controla los precios porque ahora las empresas no hacen planes de previsión familiar y las pocas que lo hacen no están aceptando personas de la tercera edad. No es posible que se sigan burlando de la gente y estos organismos no se ocupan, expresa Magallanes.

Ante las dificultades que se les presentan a los deudos para el entierro de los familiares se han presentado denuncias hacia el personal que labora en las morgues del Senamecf y hospital Luis Razetti de Barcelona, donde de manera ilegal se preparan los cuerpos para luego trasladarlos a las funerarias. Ninguno de estos organismos está facultado para tal fin.

Precios de muerte

Bajo este panorama, la familia Castillo-Blanco se debate al momento de darle cristiana sepultura a un difunto. Los costos de los servicios ponen el dolor en pausa y aceleran la angustia.

El equipo de Crónica.Uno hizo un recorrido por varios de estos establecimientos y se evidenció que para un servicio con todas las de la ley, se debe disponer de poco más de 5 millones de bolívares.

Un ataúd básico “bien hecho” tiene un costo de 1,8 millones de bolívares. Los de metal con acabados finos se cotizan entre 2,5 y 2,8 millones. Mientras que los de madera de cedro, con acabados de lujo, se encuentran a un costo de 560 dólares, poco más de 3 millones de bolívares al cambio.

Preparar el cuerpo para el sepelio puede costar entre 200.000 y 500.000 bolívares, todo depende de cuántos días durarán las exequias. Este presupuesto es el que manejan empresas como Funeraria Valles, Profamilia y Sagrado Corazón de Jesús, ya que el proceso es realizado por tanatólogos y con materiales de primera calidad.

El servicio velatorio en capilla se tasa en 2,8 millones de bolívares. Hacerlo en la residencia del difunto vale 2,3 millones.

Si se necesita trasladar el cuerpo a otro estado, el costo de este servicio se calcula dependiendo de la distancia del recorrido. Según las empresas consultadas, trasladar un cuerpo desde Barcelona hasta la ciudad de Caracas, por ejemplo, puede costar entre 3 y 4 millones de bolívares.

Al ser consultado por los costos más bajos que presentan otros establecimientos, Magallanes sostiene que los deudos, en su desesperación por no contar con los recursos suficientes para el acto, pueden contratar compañías que no son reguladas y hacen los procesos sin las medidas adecuadas.

El presidente de la Fundación para la Contraloría Social de los Servicios Funerarios en Anzoátegui indicó que hay empresas que cobran 100.000 bolívares por la preparación, 800.000 por el velorio en la residencia y por los ataúdes pueden cobrar alrededor del millón de bolívares.

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Esto es un riesgo, hemos recibido denuncias de que algunas empresas están ‘puyando’ los cuerpos con formol ligado con vinagre y cloro, esto lo que hace más bien es acelerar el proceso de descomposición y el cuerpo comienza a botar líquidos que rompen los ataúdes de tablopán, que han proliferado, sostiene Magallanes.

Otro dolor de cabeza que tienen los familiares es el hecho de que algunos no cuentan con la llamada parcela. Tanto en los cementerios públicos como privados el hacerse de un espacio para la sepultura oscila entre 1,5 y 2 millones de bolívares. Hay una opción que están aplicando las familias de escasos recursos y es utilizar un terreno que se habilitó en la zona de mallorquín (zona rural de Barcelona), como cementerio popular, pero esto no cuenta con las regulaciones necesarias. Todo esto pasa por los altos costos y la inflación que deja a los deudos a merced de cualquiera.

Cementerio de El Junquito
Foto: Francisco Bruzco

Voz gremial

La industria funeraria no escapa de la vorágine económica que enfrenta Venezuela y para sus promotores, el diagnóstico, tras realizar una radiografía del sector, es de absoluta gravedad.

El ramo, según lo que describen sus responsables, es un gran receptor de insumos del aparato productivo nacional. Si se compara con un rompecabezas, este tendría como piezas de su armado parte de las industrias: siderúrgica, química, textil, automotriz, maderera, cementera, minera, agrícola y papelera.

La crisis, sostienen, ha derivado en que para completarlo se enfrenten dificultades, llevando a los negocios a buscar “alternativas” en mercados secundarios para seguir brindando el servicio.

Javier Montoya es presidente de la Asociación Profesional de la Industria Funeraria (Asoproinfu) y sostiene que además de la escasez de materiales, los establecimientos cada día pierden la carrera contra la inflación y están sometidos a la inseguridad.

Refiere que conseguir fuera del país insumos tan esenciales como pinturas para los féretros, telas, bisagras y masillas, hace que ese rompecabezas sea un dolor de cabeza:

Estamos ante una crisis y a nadie parece importarle este sector. En Venezuela hay alrededor de 270 funerarias que tienen más de 30 años sin reposición de carrozas (autos), necesitamos renovar la flota con entre 800 y 1000 unidades, mínimo dos por cada empresa, porque las más nuevas que tenemos son versiones de camionetas pickup o de carga que estamos utilizando. Tenemos una escasez sin precedentes en lo que respecta a las láminas de acero pulido que son necesarias para la fabricación de urnas porque Sidor tiene los hornos apagados y no hay despacho, ante esta escasez nos hemos visto en la necesidad de recurrir a mercados alternos para seguir ofreciendo el servicio y eso obviamente va incrementado en el costo final.

Montoya afirma que todo se ha vuelto un negocio y comprende las molestias de los deudos a la hora de contratar los servicios debido a los costos, “pero no es fácil cuando tienes una cuesta muy dura que subir para poder brindar un servicio de calidad”.

El vaciado de bóveda, por ejemplo, requiere de como mínimo 12 sacos de cemento. Sin embargo, la planta de cemento Vencemos tiene tiempo sin realizar despacho a las funerarias. La escasez de láminas de Sidor hizo que muchos locales optaran por las urnas de madera, las cuales resultaron inviables por los costos. De allí que surgieran emprendimientos con material MDF (cartón piedra).

Pero hay gente que se aprovechó de esto y con la finalidad de reducir malamente los costos, fabricaron urnas de mala calidad que se les partían a los deudos. Otro ejemplo es que un tambor de 200 litros de formol el año pasado costaba alrededor de siete millones de bolívares, hoy desconocemos su precio porque las empresas, a estas alturas, no han pasado los presupuestos y aquí se generó otro negocio, expresa Montoya.

Foto: José Camacho

Por otro lado, buena parte de los trabajadores del ramo no gana sueldo mínimo porque es mano de obra calificada. Montoya sostiene que han hecho malabares para mantener a los especialistas trabajando.

Una funeraria para que funcione correctamente debe tener un tanatólogo, un laboratorio para preparar los cuerpos y este debe estar certificado —en el caso de Anzoátegui por Saludanz y Contraloría Sanitaria—; mano de obra calificada, que debe estar regida por la Ley de Servicios Funerarios. Tratamos de conservar este personal porque sabemos que la crisis en el país ha obligado a la gente a buscar un mejor futuro. Por ejemplo, realizar un mantenimiento de un horno de cremación no lo hace cualquiera, eso no es pegar cuatro bloques y ya, hay que emplear técnicos en gas, maestros de obra calificados, porque para hacer el mantenimiento de estos hornos se deben seguir especificaciones rigurosas, y todo eso cuesta entre 10.000 y 15.000 dólares.

Cementerios asediados

El también empresario indica que en Venezuela hay 350 cementerios y 55 de ellos son privados. En el caso de Anzoátegui, el cementerio Parque Metropolitano, ubicado en la salida de Barcelona, está flanqueado por tres de los barrios más grandes de la zona metropolitana: La Orquídea, La Ponderosa y Viñedo.

Ese hecho, aunado a la situación país, sostiene Montoya, ha propiciado que el camposanto viva bajo los embates de la delincuencia.

“Nosotros tenemos cuatro vigilantes pero son más guachimanes que otra cosa, esa gente está desarmada y es poco lo que pueden hacer, los delincuentes entran y se llevan el bronce que tienen las letras de algunas lápidas”, cuenta Montoya.

En dos años se robaron las bombas sumergibles de agua que se utilizan para regar la grama de todo el parque. Esto ocurrió en tres ocasiones. La última bomba vale más de 2000 dólares porque extrae agua de un pozo que tiene una profundidad de 200 metros. En otra oportunidad los delincuentes irrumpieron y saquearon casi todo: se llevaron todos los insumos del cafetín, puntos de venta, computadoras, entre otros.

Aunque están sometidos al asedio del hampa, Montoya indicó que hay algo de lo que han escapado: la profanación de tumbas. Gracias a Dios no padecemos de esto porque cuando se realiza un sepelio se brindan todas las medidas para evitar este tipo de cosas. En los cementerios públicos esto es recurrente y hemos propuesto planes a las alcaldías para descongestionarlos, abrir más espacios y acabar con la profanación de tumbas, pero no nos han hecho caso, somos prácticamente un sector olvidado”.

Los empresarios funerarios sostuvieron que el panorama es preocupante, pero señalaron que no pueden dejar de trabajar porque de hacerlo se desataría una crisis sanitaria.

Con esto de los apagones tuvimos que hacer de todo para seguir brindando el servicio, en muchos casos llevamos cuerpos directos desde la funeraria al cementerio porque no se garantizaba la conservación de los mismos debido a la dificultad para prepararlos por la ausencia de electricidad. La crisis nos ha golpeado fuerte, todos saben de la situación del sector funerario pero no nos escuchan, no pedimos nada regalado ni con preferencias, solo queremos los insumos para ofrecer un servicio de calidad, concluyó Montoya.


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