Los malandros organizan fiestas en el sector y publican los afiches a través de redes sociales, en los cuales prometen “brindar seguridad” a los residentes.

Shaylim Castro/@ShayC_

Caracas. No importa la hora ni el día, pero en las calles del barrio El Triángulo, ubicado en Prado de María, municipio Libertador, los vecinos siempre verán a un grupo de jóvenes, entre 16 y 20 años, sentados en las escaleras, con sus pistolas y cigarros.

Así se acostumbraron a vivir los habitantes de las tres calles que componen el barrio, donde los malandros imponen su ley, a cualquier precio, con tal de mantener el control del sector. Deben ajustarse, los tiroteos ponen los horarios y hasta les hacen cambiar sus rutinas. Así le sucede a  Alejandra Frontado, quien muchas veces ha faltado a la universidad porque las balaceras no la dejan salir.

“Si sales, te mueres. En lo que va de año he faltado a clases tres veces por los tiroteos. Hay profesores que entienden, pero hay otros que no les importa mucho”, dijo la joven estudiante de 22 años, a quien hace un mes la agarró un enfrentamiento antes de irse a la universidad.

A esta zona, pocas veces llega la policía y los enfrentamientos por la disputa de los territorios se dan entre bandas de los barrios Los Postes y La Frontera, que se comunican con la zona de El Valle.

Otro vecino comentó bajo anonimato, que los malandros recorren las escaleras y callejones si sienten que la zona “corre peligro”, es decir, si ven que en cualquier momento pueden llegar los integrantes de las otras bandas a “quitarles el mando” del sector.

Estas situaciones se han convertido en una moneda corriente para los residentes, pues pocos han modificado su estilo de vida a causa de las bandas. El habitante añadió que tiene vecinos que salen a partir de las 5:30 am por las calles oscuras, bajo su riesgo.

“Se supone que los malandros no deberían robar a los que viven por aquí, pero en ocasiones no cumplen con eso. Muchos intimidan con sus miradas”, relató.

Los jóvenes, a pesar del peligro, no dejan las rumbas de lado y llegan en las madrugadas a bordo de un taxi, familiarizados con los delincuentes de la zona. Esta costumbre de los vecinos ante la ley del hampa se reflejó cuando el pasado 9 de abril, Lewis Escobar, quien visitaba a una amiga recibió una puñalada en el abdomen luego de un intento de robo.

El muchacho, de 23 años, tuvo que esperar tendido en el suelo por una hora por ayuda, pues los vecinos, lejos de brindarle una mano amiga, solo lo observaron mientras sangraba.

Igualmente, los malandros han cerrado las calles del barrio para la organizar sus fiestas, e incluso muchas son difundidas a través de las redes sociales, según comentó Alejandro Bernal, residente del sector.

“Normalmente las fiestas son en vacaciones, y pasan los afiches donde prometen brindar “seguridad” a los habitantes. Ponen sus cornetas durante toda la noche y forman sus bochinches”, agregó.

No es una zona de paz

El barrio El Triángulo se comunica con otras comunidades de El Valle y los vecinos comentaron que desde sus hogares oyen los tiroteos que ocurren en El Cementerio, por la cercanía. Sin embargo, no forma parte de las zonas de paz, creadas en septiembre de 2013.

Este plan se realizó con la intención de que los miembros de las bandas delictivas entregaran sus armas a cambio de recursos económicos, asistencia social y educación, por parte del Estado, para que los miembros se unieran al trabajo productivo. Pero la realidad es otra, pues los tiroteos y enfrentamientos de las bandas con cuerpos de seguridad se ha vuelto normal en quienes hacen vida en barrios de El Cementerio, El Valle y la Cota 905.

Foto referencial: Cristian Hernández


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