Muchos trabajadores liquidan sus activos para poder soportar los gastos en alimentación, salud y educación.

Caracas. A Thais Lezama, residente de Turgua, estado Miranda, los ingresos de su esposo y ella no les dan para cubrir los gastos en comida, salud, educación y servicios, y se ha visto en la obligación de vender sus enseres para atender sus necesidades básicas.

“En los últimos meses he tenido que vender el teléfono móvil, el ventilador, el decodificador del DirectTV, la computadora, un televisor y las herramientas. Todo para comprar comida”, contó Thais, quien trabaja como empleada doméstica. Su esposo es plomero.

Tiene dos hijos y cría a una nieta de un año que quedó huérfana luego de que unos delincuentes mataran a su hijo. En la zona donde habita las calamidades en cuanto a transporte y servicio son la estampa del día a día.

La larga crisis económica ha empobrecido a los venezolanos. En 2016, 81,8 % de los hogares estaban en pobreza de ingresos, según la Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi) elaborada por la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), la Universidad Central de Venezuela (UCV) y la Universidad Simón Bolívar (USB).

Pero dicho estudio reflejó un mayor deterioro: 34 % de los hogares están en pobreza estructural. El sociólogo Luis Pedro España explicó hace un mes que “más de 300.000 hogares están en pobreza estructural, lo que significa que las familias perdieron activos productivos por la recesión económica (…) Es la población que tenía acumulado un capital humano y lo perdió”.

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Mary Romero es una administradora que reside en Coche. Trabaja en una empresa, no obstante, lo que gana es insuficiente para mantener a su madre e hija, y para atender los gastos ha tenido que salir de su patrimonio: unas joyas.

Cuenta que la mayor parte de lo que percibe se va en alimentación. “Lo que gasto en comida es muy alto y apenas es para medio comer, porque no consigo todo. Y las bolsas que venden los Comités Locales de Abastecimiento y Producción [Clap] no son ninguna solución. En el edificio las ofrecen de vez en cuando y lo que hay es para una semana”.

Para Mary, después de la alimentación, la mensualidad del colegio de su hija de 12 años es otro golpe, debido a que cada dos meses aumenta. Con el fin de estar al día con esos pagos vendió unos anillos de oro. “Es que no puedo atender esa obligación con mi salario”.

Sin recuperación

La inflación —que en 2016 fue más de 400 %— evapora el ingreso del venezolano. El Gobierno destaca que entre 2016 y 2017 el sueldo mínimo y el bono de alimentación han aumentado en cinco oportunidades, con lo cual el salario integral llega a los 148.638 bolívares, sin embargo, los incrementos van por la escalera y los precios por el ascensor.

Y quienes ganan más de la remuneración mínima sufren, porque no siempre los ajustes son iguales a los que autoriza el Ejecutivo.

Ronald Balza, economista y profesor, explicó que “la pobreza estructural se ve en los trabajadores, porque cuando caen los ingresos cuesta mantenerse”. Por tanto, agregó que “muchos venden sus activos para compensar la pérdida de ingreso. Si bien resuelves el problema coyuntural, el activo no lo vuelves a recuperar”.

Zulma Martínez y su esposo son músicos y para afrontar el día a día lanzaron a la venta varios instrumentos musicales. Contó que con mucho dolor ha tenido que deshacerse de bienes que conserva desde hace mucho tiempo y de los que guarda muy bonitos recuerdos.

Tiene tres hijos y además a su cargo están su madre y un hermano con síndrome de Down, de manera que al igual que muchas familias, lo que devenga no alcanza para atender todos los gastos del hogar.

La pareja vendió un bajo Dixon de cuatro cuerdas en  80.000 bolívares. “Eso no es nada para lo que cuesta y el valor que uno le da. Pero tenía una deuda en una carnicería y con el resto compré harina bachaqueada”, dijo Zulma.

Anabella Abadi, economista, apuntó que por la crisis más familias renuncian a los bienes. “Liquidan activos, queman los dólares que tenían ahorrados. Venden lo que poseen y hasta dejan de pagar otros servicios, como los seguros”.

La Encovi reveló que 63 % de la población no tiene planes de seguros de atención médica. Y aquellos que cuentan con una póliza, el monto no alcanza para una emergencia.

Mary Romero tiene que operarse y el seguro que le da la compañía donde labora no es suficiente para cubrir toda la hospitalización, por lo cual ya contempla vender algo de las joyas que le quedan para soportar el pago de la clínica.

Lo que sigue

Para este año, las firmas económicas estiman que las distorsiones seguirán y proyectan una contracción de 4 % del PIB y una inflación superior a 500 %, lo que evidencia que los altos precios continuarán evaporando el poder de compra de los salarios.

Thais comentó que si la situación se agudiza, seguirá vendiendo las cosas del hogar. “Esto es muy rudo y más cuando uno tiene que contársela a otro. Lo que estamos viviendo no es fácil”.

Luis Pedro España aseveró que “la continuidad de la recesión puede elevar la pobreza estructural a 35 %”.

Zulma, así como Thais, también prevé ofrecer otros bienes. En promoción tiene una guitarra, una flauta transversal, una trompeta y “la bici de mi hijo”. Eso último lo dijo con la voz quebrada y con mucha pena, pues su hijo de 13 años ya sabe que le van a vender su aparato para comprar comida.

“Eso tuvimos que hablarlo con todo el dolor de mi alma. No quiero salir de mis cosas que con tantos sacrificios hemos adquirido, pero hay muchas necesidades”, relató.

Ronald Balza añadió que las opciones que están tomando las familias son una “muestra de que hay un empobrecimiento colectivo que se pudo evitar”.

Foto referencial: Angeliana Escalona


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