La derrota electoral del madurismo es inminente. Cuba transó su inmunidad criminal ante Estados Unidos, veremos qué sostendrá a este grupo de militares delincuentes

Omar Genovese/@genowitzky 

Buenos Aires/Argentina. Los argentinos no podemos pensar Venezuela sin recordar la desaparición del embajador de la dictadura llamada Proceso: Hidalgo Solá. Para el que no tenga memoria, o para quien llegó a este mundo abyecto sin posibilidad de acceso a saber alguno, el embajador argentino allí fue asesinado por el comandante de la Armada Emilio Massera.  Su fin provenía de cierta competencia política en las ambiciones del marino que tenía aterrorizado al mismísimo Videla.

Así las cosas, hoy el pueblo venezolano está aterrorizado por una casta militar cuyo accionar remite al previo ejemplo. Un grupo de militares institucionalizado en la violencia para ejercer el poder. Pero con un pequeño detalle como diferencia: no se financian por la toma de créditos internacionales a favor de la última batalla de la Guerra Fría, no. Amasan fortunas  de manera ilícita. Más precisamente, del narcotráfico.

Venezuela es un estado narco por excelencia. Así como Corea del Norte es un estado del tráfico humano: para los trasplantes de órganos, para la prostitución, para la mano de obra esclava, más allá del cultivo de opiáceas, otro negocio bajo el guiño de la República Popular China y la Rusia de Putín.

En el día de la fecha fueron detenidos en Haití (algo así como el retrete de América), con un cargamento de 800 kilogramos de droga, el ahijado de Maduro y un sobrino de su esposa. Tomados de las pestañas, la DEA se los llevó a New York. En la cárcel de la Gran Manzana, los reclusos festejan semejante regalo para ejercer provecho de tan castos elementos dignos de violación continua, o no, a cambio de suculentas sumas.

Mientras tanto, la OEA, ente por demás inútil e intrascendente, se escandaliza porque las autoridades venezolanas niegan cualquier misión fiscalizadora para las próximas elecciones de diciembre. La payasada madurista es tal, que ni los mismos cómplices populistas del continente admiten la censura y la posibilidad, muy cierta, de transformar la derrota en las urnas en un triunfo militar. Vale decir, un autogolpe de estado. Como el de Fujimori, como el que alguna vez Cristina Fernández de Kirchner supo diseminar como rumor (sin hacerse cargo, disimulando).

El terror es el elemento más volátil que el poder puede esgrimir. Recordemos el caso del zar de Rusia acosado por la Revolución. Uno de sus infiltrados, como agente secreto, logró ascender en la cúpula del poder soviet. Él mismo se quedaría con el poder absoluto de la URSS, me refiero a Stalin. Y él, de alguna manera, fue el zar impuro de un proceso criminal que ejecutó a todos y cada uno de aquellos que asesinaron a la familia real rusa.

Maduro está lejos de ser un agente de contrainteligencia como Stalin. Maduro es más bien un ente sin inteligencia alguna. De ahí su servilismo ante Diosdado Cabello, el verdadero agente de contrainteligencia que, como Stalin, es capaz de una carnicería para preservar el poder. Ahí está el enemigo del pueblo venezolano, el dueño del ya famoso Cartel de los Soles. Un grupo de militares de alto rango, con mucho dinero y poder territorial. Verdaderos genocidas con carta blanca.

La derrota electoral del madurismo es inminente. Ahora que Cuba transó su inmunidad criminal ante Estados Unidos, veremos qué sostendrá a este grupo de delincuentes. Putin está en la tarea de cruzado contra la invasión fanática islámica, y con China en crisis económica de tanto vender muñequitas pintadas sin valor alguno: ¿quién defenderá al cártel de la mentira política más flagrante del siglo XXI? ¿Y al pueblo venezolano? ¿Quién lo defiende de semejante amenaza en ciernes?

Están solos, con las herramientas de un sistema pervertido por la amenaza física concreta. Leopoldo López sigue preso cuando el fiscal que lo procesó reconoce que no existe prueba alguna en su contra.

Democracia. Qué mentira a manos de la retórica perversa…


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