El incremento en los espectadores ha supuesto una señal de regocijo para la industria. Sin embargo, son varias las aristas a discutir en momentos en los que las producciones nacionales no ven una clara mejoría la taquilla.

Caracas. En 2022 hubo un repunte en la asistencia a las salas de cine en Venezuela. Cifras de la Asociación de la Industria del Cine indican que hubo un total de 5.896.448 entradas vendidas entre enero y diciembre del año pasado, mientras que en el mismo período de 2021 el número fue de 2.027.659, un aumento de 190 %.

Hay una recuperación luego de la pausa por los momentos más críticos de la pandemia. Ya en 2021 la flexibilización del confinamiento había permitido levemente la reactivación de la exhibición de largometrajes en el país, por eso la cantidad de espectadores de entonces fue mayor frente a los 1.616.675 de 2020, cuando las salas cerraron en marzo.

Sin embargo, los números están lejos del esplendor de hace años. Desde 2016 la caída en la asistencia a las salas ha sido constante. Cifras publicadas en 2015 por el Centro Nacional Autónomo de Cinematografía (CNAC) muestran cómo el promedio anual de asistencia entre 2010 y ese año fue de 28,8 millones de espectadores. El período con mayor asistencia fue 2014 con 29,48 millones.

La revisión de la recuperación en salas no solo ocurre en Venezuela. Es constante el chequeo desde que la actividad cultural repuntó luego de los momentos más difíciles de la pandemia.

En Argentina, por ejemplo, con una población de 46 millones y una inflación de 94,8% en 2022, se vendieron 34,4 millones de entradas, un aumento con respecto a 2021, pero 30 % menos que en 2019. Por su parte, en Chile, con una población de 19,4 millones y una inflación de 12,8 %, el número de espectadores fue de 61,2 millones, 39 % inferior a los momentos sin tapabocas. En dólares, la taquilla en Chile sumó 409 millones.

La proyección de población en Venezuela es de 33,7 millones de habitantes y la economía culminó el año con una inflación de 305,7 %, de acuerdo con el Observatorio Venezolano de Finanzas. El Banco Central de Venezuela no publica cifras desde octubre. Sin embargo, el cálculo inflacionario es menor a 2021, que fue de 660 %.

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En 2016 comenzó la caída de entradas en Venezuela. Fue la época de los racionamientos eléctricos que afectaron también a Caracas. A eso se sumó la inflación persistente, las protestas de 2017, el apagón de 2019 y la pandemia.

El 15 de diciembre de 2022, el ministro de Cultura, Ernesto Villegas, tuiteó que se había rebasado la meta trazada para el año pasado de 16 estrenos locales. Indicó que se proyectaron 27 películas venezolanas.

Sin embargo, las cifras de la Asociación de la Industria del Cine (Asoinci) también señalan que, si bien hubo un aumento, fueron 26, para un total de 154.154 espectadores. Fuentes del gremio acotan que el CNAC incluyó para su cuenta la proyección de una semana de La caja, de Lorenzo Vigas, en el Trasnocho Cultural. Esa exhibición formó parte del cumplimiento de los requisitos para que pudiera ser elegida como la representante de Venezuela en el proceso de elección de nominadas al Oscar. Su estreno comercial en el país finalmente será en marzo de este año. La institución sumó 104 espectadores para ese largometraje. 

Un número más o un número menos, hay quienes prefieren ser precavidos antes de celebrar, pues varios largometrajes exhibidos aguardaban desde 2019, pero la pandemia pospuso la decisión. De hecho, algunas obras previstas para el segundo semestre de 2022 ahora se verán en 2023.

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No fue hasta 2021 cuando se presentaron nuevamente películas venezolanas como Dirección opuesta, Dos otoños en París, Rómulo resiste, El camino del guerrero. En total, fueron 9 directores los que se atrevieron a mostrar ese año. Hay que recordar también que películas de 2020 como Voy por ti fueron disminuidas por el confinamiento. Su estreno fue el 21 de febrero, poco antes de la pausa global.

La caída de espectadores es un tema que suele ser de discusión entre quienes producen películas en el país. Uno de los mecanismos tradicionales para financiar obras es a través del CNAC. Por ley, un porcentaje de lo recaudado en taquilla se destina al Fondo de Promoción y Financiamiento del Cine, administrado por la institución. También se vale de ingresos provenientes de la televisión abierta y por suscripción, productores y otros mecanismos.

Según las cifras de Asoinci, el total de la taquilla al cambio fue en 2022 de 14.127.406 dólares, mientras que el acumulado de 2021 fue de 4.698.105 dólares.

El registro de esos números se hizo con base en 322 pantallas en todo el país, distribuidas en un total de 54 complejos. Las cadenas predominantes son Cines Unidos, Cinex y Súper Cines. Siguen las salas independientes. Según información del CNAC del año 2015, para ese año eran 490 salas en 77 complejos.

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Desde el gremio

Para el cineasta Edgar Rocca, los números son un avance. “Con la mitad de público de 2019 hubo un porcentaje mayor de dinero. Ese año se registraron cerca de 12 millones de dólares. El valor de la entrada después de la pandemia es en promedio de 3 dólares, mientras que en aquella época rondaba en 1 dólar. Creo que ese crecimiento seguirá. Tal vez no lleguemos a los números de 2014, pero de cierta manera se amortigua la situación con un mayor costo de la entrada”.

Indica que de acuerdo a lo observado en una investigación que realizó para buscar financistas para su ópera prima, El peor hombre del mundo, desde 1987 al 2014 el cine venezolano vendía en promedio entre 30.000 y 100.000 tickets por película. “Ahora estamos entre 3.000 y 10.000”.

“La reflexión no es que solamente el cine venezolano debe mejorar, sino también la exhibición. A medida que ocurra, entrará más dinero para la fiscalización y el financiamiento. Todo debe pasar por una reflexión sobre el punto en el que estamos y qué haremos para mejorar la taquilla. Hay un divorcio con el público. Es dramática la diferencia con lo que se hacía hasta 2014. Hay un retroceso que afecta al gremio local en todas las áreas. Debe haber voluntad de todas las partes. Es el momento de sentarnos”.

Sobre el número de largometrajes nacionales estrenado en 2022, acota: “Nos dicen que el cine venezolano vendió 154.000 boletos. Si dividimos ese monto entre el número de estrenos, el promedio es peor. Hablamos, aproximadamente, de más de 5000 boletos. Debemos tener claro que El exorcismo de Dios vendió 90.000. Es decir, el resto, todas juntas lograron 64.000 entradas, un promedio de 2500 por cada una”.

El también productor se refiere a la película de Alejandro Hidalgo, una coproducción con México que para muchos fue una excepción en lo que respecta en años recientes a obras de autores locales en la cartelera.

En 2019, La noche de las dos lunas, de Miguel Ferrari, fue la obra nacional más taquillera en Venezuela con 10.156 espectadores. Un año antes fue El silbón, de Gisberg Bermúdez, con 45.280.

Antes de 2016, era común ver cifras como las alcanzadas por Papita, maní, tostón (2013), de Luis Carlos Hueck, con 1.979.917 espectadores. Es hasta ahora la película venezolana más vista en el país. Están los casos de La hora cero (2010), de Diego Velasco, con 931.520, La generación Halley (1986), de Thaelman Urgelles, con 758.196; o La casa del fin de los tiempos (2013), también de Alejandro Hidalgo, con 647.001. Claro, son obras que están entre las 20 producciones nacionales más vistas de la historia en años de mejores dinámicas en las salas.

En 2007, cuando se estrenaron 32 películas, se puede ver como Macuro, de Hernán Jabes, vendió 12.935 entradas, mientras que Cyrano Fernández, de Alberto Arvelo, fue la más taquillera con 243.610. 

La productora Gabriela Rojas considera que el cine nacional sufre una enfermedad por la baja asistencia a las salas. “Si no hay público que quiera pagar una entrada, no hay recaudación, y por lo tanto no tenemos recursos para producir. Los trabajadores del cine quedamos en un desamparo, por lo que muchos han optado por salir del país para encontrar mecanismos que sí funcionan para llevar a cabo las películas”.

Considera que hay una apatía del público que va más allá de las producciones venezolanas, porque también alcanza a películas de Hollywood, librerías y otras expresiones culturales.

“Siempre será una ilusión grande ver la película proyectada en una sala de cine, el espacio ideal, pero tristemente se va quedando en una visión romántica. Estrenar actualmente en Venezuela no es rentable. Hay un esfuerzo gigantesco que no se ve recompensado económicamente. Cada vez uno lo piensa más. Es cuando el cineasta debe retarse a sí mismo, pensar en abrir el espectro. Desde la concepción del proyecto debe pensar en los otros mercados que quiere conquistar”, asevera la productora de películas como One Way, que vendió 4180 entradas el año pasado. Actualmente, vive en Colombia.

Hace observaciones a la manera en la que actualmente se programan los largometrajes. “Antes, cuando te daban la programación inicial, uno iba viendo cómo la película hacía recorrido por todas las ciudades. Ahora te dan la programación inicial, pero quedan ciudades por fuera porque inicialmente había salas que no estaban disponibles. Pero luego, no las incorporan en el camino, entonces hay gente que se queda esperando”.

Espera que los mecanismos oficiales se reactiven, que se definan estrategias para evitar que el dinero se devalúe y que haya maneras de apoyar a los jóvenes realizadores para que impulsen un nombre y una credibilidad que les permita buscar inversionistas. “Todo está en la ley. Solo hay que llevarlo a la práctica. Además, antes podíamos aplicar al programa Ibermedia, pero eso no está ocurriendo”, comenta sobre el modelo regional de cooperación al que Venezuela pertenece, pero con el cual se ha endeudado.

Para la cineasta Kaori Flores Yonekura, es fundamental seguir estrenando en el país. “Ninguna pantalla deja de valer la pena. El cine venezolano debe hacer frente al monopolio hollywoodense, obviamente en lo cultural. No se debe valorar la calidad de las películas en términos de taquilla porque la lucha está en las bases, en las razones por las cuales las personas entran o no a la sala, teniendo éxito en la base se tendrá éxito en taquilla. Se han creado muchas estrategias, pero todas han caído frente al dinero, y no porque los productores seamos tontos o nuestras películas no tenga calidad suficiente para el gran público, sino porque ese monopolio es real, enorme y brutal. Mi consejo es crear estrategias que combinen la exhibición en términos de copyright y copyleft”.

La discusión sobre otras maneras de conseguir recursos en el exterior se está dando desde hace un tiempo. Ya en 2018 había productores que señalaban la oportunidad de recurrir a fondos internacionales de dinero blando como Eficine de México, Proimagenes de Colombia o el Fondo de Fomento Chileno.

“Siempre digo que hay que aplicar a todas las posibilidades que existan. No importa si no te quedas la primera o la segunda vez. Nunca hay que rendirse ante las posibilidades de que un organismo, sea del gobierno o privado, apoye tu propuesta. Yo aplico constantemente a organizaciones culturales. Acá en Estados Unidos es bastante difícil, pero todo depende. Hay muchas ayudas para primeras, segundas o terceras películas. Yo llevo seis, entonces soy considerada una cineasta establecida. He trabajado mis proyectos a través de organizaciones culturales o productores ejecutivos”, dijo recientemente a Crónica.Uno la cineasta Carla Forte, residenciada en Estados Unidos.

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