Benigno Alarcón: Es fundamental que la oposición recupere su capacidad de movilizar al país

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Para el académico, el 2021 será escenario de una “autocratización” creciente en la que el Gobierno buscará apresar o llevar al exilio al presidente del gobierno interino, Juan Guaidó.

Caracas. El director del Centro de Estudios Políticos y de Gobierno de la Universidad Católica Andrés Bello (CEPyG-UCAB), Benigno Alarcón, señaló que, tras más de 20 años del chavismo en el poder, los estudios de opinión registran un porcentaje, de aproximadamente un tercio de la población, que empieza a “darse por vencido” en torno a la posibilidad de que se produzca un cambio político en el país. “Esa justamente es la actitud que necesita un régimen que no tiene vocación democrática para mantenerse en el poder”, advirtió.

A juicio del académico, el gobierno de Maduro pondrá en práctica en 2021 una agenda de “creciente autocratización”. Uno de los primeros pasos de este itinerario será lograr el exilio o la captura del presidente del gobierno interino, Juan Guaidó. “El Gobierno quiere pasar la página y cerrar el capítulo de Guaidó y quiere cerrarlo complemente”.

El abogado, quien completó una maestría en gerencia pública en la Universidad de Maryland (Estados Unidos), indicó que la oposición tiene como tarea fundamental recuperar su “capacidad de liderar y movilizar” al país y que deberá enfrentar la estrategia del chavismo para dividirla en las elecciones regionales. Considera que, aunque el Gobierno permite cierta apertura en lo económico, esto no implica que haga lo mismo en el ámbito político. Recordó los casos de China, Rusia y Cuba. “No es cierto que una liberalización económica lleve como consecuencia un proceso de liberalización política”.

¿Qué evaluación hace de la reforma del estatuto de la transición que hizo la Asamblea Nacional?

—Lo más importante de la reforma, independientemente de que alguien pueda estar o no de acuerdo con ciertos puntos en particular, es que sirve para mantener la unidad de los partidos políticos que representan a la mayoría en el país. Los partidos mayoritarios han sido los que ganaron la elección de 2015 y el hecho de que haya habido la abstención que hubo en la elección parlamentaria, después de que ellos decidieron no participar, hace pensar que siguen siendo los partidos mayoritarios. Las encuestas señalan que los que se consideran opositores se sienten, principalmente, representados por esos partidos —unas veces más, otras veces menos— y no por otros que fueron los que participaron en las parlamentarias. El hecho de que haya una ganancia obtenida por hacer una reforma, de eso que llamaron el estatuto de la transición, que permite mantener cierto nivel de unidad, es positivo. Peor sería que no se hubieran reformado nada y que cada partido hubiera decidido irse por su lado. Estando divididos y separados tienen mucho menos oportunidades de lograr algo.

La otra cosa que no se puede perder de vista es que en la reforma hay un cable a tierra porque se reconoce que el camino hacia una transición no necesariamente es el que habían planteado inicialmente de “cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres”, sino que la transición puede pasar primero por una elección, como ha sucedido en muchos países.

Hemos cuestionado mucho que haya una estrategia rígida, para decir que primero va a suceder una cosa y después la otra. La estrategia siempre exige cierto nivel de flexibilidad táctica, dependiendo de las oportunidades que se van presentando. Hay un tercer elemento. Se está dispuesto a cambiar la forma en la que se toman decisiones a través de un órgano colegiado, como ha sido este consejo político, y eso es positivo. Este consejo implica que buena parte de la negociación de esta reforma ha tenido que ver con cómo y quiénes toman las decisiones. Que se hayan modificado las formas como se toman las decisiones contribuye a tratar de mantener esa unidad, ese es un elemento que vale la pena modificar.

¿Esos cambios plantean una nueva estrategia dentro del gobierno interino?

—Creo que sí, porque cuando cambia la manera como se toman las decisiones obviamente lo más seguro es que también se modifiquen las decisiones. Lo que nosotros estamos viendo con la formación de este consejo político es un traslado del modo de tomar decisiones del G4 (AD, Primero Justicia, Voluntad Popular y Un Nuevo Tiempo) a esta estructura de comisión delegada de la Asamblea. Eso obliga a un mayor nivel de consenso para tomar cualquier decisión y, al exigirse mayor nivel de consenso, va a haber una modificación en las decisiones que se toman. Creo que va a haber un cambio de estrategia. Lo que es difícil de entender es porqué se critica tanto que haya un cambio de estrategia, cuando evidentemente la estrategia no ha funcionado. Lo lógico cuando hay una estrategia que no ha funcionado es que reconsideres la estrategia y al reconsiderarla puede que se mantenga parcialmente o se cambie totalmente.

¿Qué lecciones deja esta experiencia de un gobierno interino? Parece una experiencia que no han vivido muchos países.

—Nunca he simpatizado con la figura de un gobierno interino. No lo hago porque un gobierno interino genera la expectativa de que se puede actuar como gobierno. Eso es un gran error porque cuando generas la expectativa de que se puede hacer algo con el deterioro de la situación del país, la falta de comida, de combustible, el deterioro de las condiciones económicas, puede ser interpretado por muchos como que eso tiene más de un responsable: el gobierno de Maduro, usurpador o como lo quieran llamar, y el gobierno interino que tampoco logra hacer nada. Creo que el gobierno de Maduro tiene que cargar con toda la responsabilidad de todo lo que ha hecho mal, porque la realidad es que el gobierno interino no tiene la capacidad de hacer absolutamente nada. En primer lugar, porque no tiene control sobre las instituciones y en segundo lugar porque no tiene control sobre el territorio. Es un gobierno que está extraordinariamente limitado.

Creo que la figura del gobierno como tal se la tienen que terminar dejando a Maduro. Lo importante para la oposición es que esta lidere a la mayoría del país que busca un cambio democrático y no que busque sustituir simbólicamente a un gobierno que termina siendo el responsable de que las cosas no funcionen en el país. El tema de mantener o no el gobierno interino me tiene sin cuidado, lo que debe preocupar más es perder el liderazgo que la mayoría del país reclama para un cambio político. Llamarse gobierno interino y no poder gobernar termina haciendo más daño que otra cosa.

¿Qué prioridades debería tener ese liderazgo ahora?

—Hay una pieza clave que es reconectar con las bases sociales. No se puede hablar de liderazgo y de cambio político si no eres capaz de movilizar al país a favor de ese cambio político. Una de las cosas que resulta fundamental para la oposición es recuperar su capacidad de liderar y movilizar a la mayoría del país, eso es clave. Me preocupa cuando se habla de muchas iniciativas, de las sanciones y otras cosas y no se habla del tema de reconectar, organizar, estructurar las bases sociales del país. Sin eso no hay ninguna posibilidad de poder hacer absolutamente nada.

Los países logran hacer una transición política cuando la gente termina tomando la decisión, se organiza para ello y emprende el camino de ese cambio y no se conforma con la idea de que no hay nada que hacer.

El gran miedo o temor es que nos demos por vencidos. Cuando revisas los estudios de opinión, los nuestros y otros, se ve a un sector importante de la población que ya empieza a darse por vencido. Cuando le preguntas a la gente qué cree que se debe hacer, hay un porcentaje, que supera en algo un tercio de la población, que dice que no hay nada que hacer. “No se puede hacer nada y lo que hay que hacer es adaptarse para sobrevivir”. Esa justamente es la actitud que necesita un régimen que no tiene vocación democrática para mantenerse en el poder por mucho tiempo.

Hay quienes sostienen, como lo señaló en una entrevista el empresario Alberto Vollmer, que el cambio económico va a anteceder al político. ¿Es posible que eso ocurra desde el punto de vista de los casos que han estudiado?

—Sí, aunque no necesariamente. A veces los procesos de liberación política son antecedidos por un proceso de liberación económica, pero creo que no es cierto que siempre antes de un proceso de liberación política hay un proceso de liberación económica. Al contrario, suele suceder que se dan procesos de liberación económica sin que sean seguidos por un proceso de liberalización política.

Está el caso más obvio de China cuando cambió el esquema, con aquella famosa frase de que no importa que el gato sea negro o sea pardo siempre que cace ratones. Vimos como el sistema chino pasó de Mao Tse-Tung, al sistema posterior, sin que lo político se haya modificado. Sigue habiendo un sistema de partido único que gobierna el país, no hay elecciones libres, ni ninguna condición de las que caracteriza a las democracias. Este mismo fenómeno se ha visto en otros lugares. Rusia liberalizó, en buena medida, el modelo económico sin que ello implicara la liberalización del sistema político. Lo mismo pasa en la Cuba actual, donde hay una liberalización leve de lo económico. Se reconocen ciertas formas de propiedad, se respetan ciertas formas de iniciativas económicas o empresariales, se dan ciertas garantías a los inversionistas extranjeros, se trata de atraer inversiones y de abrir ciertos procesos, pero no hay ninguna apertura en lo político.

No es cierto que una liberalización económica lleve como consecuencia un proceso de liberalización política. En algunos casos ha sucedido, pero en otros no y una cosa no es consecuencia de la otra. Creo que algunos lo dicen con buena intención, otros, de manera maliciosa, están defendiendo esa tesis. No tengo duda de que el Gobierno la defiende de manera muy maliciosa, pero el Gobierno no tiene ninguna intención de liberalizar al país en lo político, sino que entiende que mantenerse en el poder implica cierto nivel de liberalización económica porque el Estado ya no puede controlar la economía, porque no tiene los recursos, los medios y está bloqueado en buena parte de sus actividades y, pragmáticamente, dice que no importa que el gato sea negro o pardo con tal de que cace ratón.

¿En lo político cuál será la agenda del Gobierno para el 2021?

—En lo político es un escenario de autocratización creciente donde el gobierno va a volver a usar la fórmula electoral que usó en las elecciones parlamentarias. Lo que hizo, aumentando el número de curules y flexibilizando de manera enorme la posibilidad de participar en la elección, es algo que las autocracias electorales usan con mucha frecuencia: el clientelismo político electoral. Cuando el gobierno no es mayoría busca fraccionar a la mayoría que está del otro lado. ¿Qué hizo el gobierno? Tuvo una votación de apenas 20% del padrón electoral y con eso logró controlar más de 90% de la AN. ¿Cómo lo logro? Hizo que una parte muy grande de la oposición no votara, expropiando sus partidos políticos, inhabilitándolos, o generado un nivel de desconfianza donde las personas piensan que para qué van votar si los resultados ya están definidos, así sacó una tajada importante de opositores del juego. Después, a los otros opositores que decían que hay que votar, sin importar si las condiciones son idóneas, los fraccionó. ¿Cómo? Permitió que todo el que quisiera competir lo hiciera, generando mucha flexibilidad para nuevos partidos o para partidos pequeños regionales. Esto trajo como consecuencia que se inscribieran más de 100 partidos en la elección y que hubiera 14.000 candidatos para disputarse 277 curules. Un montón de gente con una gran dosis de ingenuidad se metió en el proceso y terminaron todos trasquilados. Hasta aquellos que habían tenido posiciones importantes en la política porque el voto opositor terminó dispersándose. Eso es lo mismo que vamos a ver en las elecciones regionales y municipales, una enorme flexibilización para participar en el proceso, posiblemente con una oposición a la que no se le dan las condiciones mínimas para participar y por lo tanto se va a tratar de que no participen.

Con la AN ahora puesta a su nombre, y aunque muchos no la reconozcan como válida, lo que va a suceder es que van a sacar a aquellos magistrados que molestan o que empiezan a dudar si deben seguir apoyando al gobierno, a aquellos jueces que empiezan a molestar. Renovar ciertas instancias, incluso relegitimar al CNE o cambiar a algunos rectores, si fuese el caso, por el que quieran. Se va a utilizar la instancia de la AN para afianzarse en el poder y para que no haya ningún tipo de cuestionamiento.

Maduro ya amenazó directamente a quienes extendieron sus mandatos. ¿A juicio del gobierno llegó el momento de apresar a Guaidó y a los diputados?

—Sí, pienso que es así porque hay un cambio de gobierno en Estados Unidos, lo que le genera una ventana de oportunidad para tratar de hacer algo y, por otro lado, Europa todavía está discutiendo qué va a hacer con Guaidó y que va a hacer con el gobierno interino. Es muy probable que Europa se divida o que para mantener el consenso decida no seguir apoyando la figura del gobierno interino, y eso genera otra ventana de oportunidad para actuar contra Guaidó. Pienso que el gobierno va a buscar, en este caso, no generar un mártir y van a tratar de lanzar una amenaza lo suficientemente creíble para que Guaidó salga del país. Hay una posibilidad alta de que si Guaidó no se va lo apresen, el gobierno está acariciando esa posibilidad seriamente, si no logran sacarlo. Si no sale, entre generar un mártir y dejarlo suelto y que Guaidó se convierta en un héroe, por decirlo así, pueden decidir por terminar apresándolo y eso generará reacciones en la comunidad internacional y habrá presiones y posiblemente más sanciones, pero el gobierno quiere pasar la página y cerrar el capítulo de Guaidó y quiere cerrarlo complemente.

¿Qué consecuencias tendría a lo interno un posible exilio de Guaidó?

—Los liderazgos tienen que estar en el terreno. Un exilio generaría un vacío que otros buscarían llenar, algunos con más éxito, otros con menos, pero siempre va a haber una sustitución por un liderazgo local que asuma las riendas internamente, presencialmente. Los liderazgos a distancia normalmente no logran movilizar y arrastrar a la gente. Si fuera apresado sucede algo similar. Habría liderazgos que buscarían llenar ese espacio. Es difícil en este momento saber si alguien lo podría hacer porque, si bien es cierto que todos los liderazgos democráticos no están en su mejor momento, la realidad es que Guaidó está mucho mejor que los demás y por eso es que cuando se discutió esta reforma de los estatutos se le dio a Guaidó nuevamente un plácet.

Muchos consideran que las sanciones deben ser reformuladas. ¿Cómo ve el papel que están cumpliendo las sanciones?

—Definitivamente tienen que ser revisadas y van a ser revisadas. El hecho de que haya un cambio de gobierno en Estados Unidos indica, y ya se han mandado las primeras señales, que las sanciones van a ser revisadas. Las sanciones no son un juego suma cero. El problema es que los gobiernos como el de Maduro terminan trasfiriendo parte del peso de las sanciones a la población de forma directa o indirecta. Eso hace que mantener las sanciones, tal como están, no va a tener como resultado, necesariamente, la desintegración del régimen. Las sanciones tienen que ser revisadas y posiblemente se va a buscar un mayor consenso en su aplicación entre Europa, Estados Unidos y América Latina. De nada vale que Estados Unidos aplique ciertas sanciones y que Europa las ignore o viceversa. En la medida en que actúen de forma coordinada las sanciones van a ser más eficientes.

¿Es posible que haya un escenario de negociación en este momento?

—No. La negociación no es posible cuando los costos de tolerancia a un cambio político son muy altos y los de represión son muy bajos. Las negociones se dan casi únicamente cuando los costos de represión se elevan de manera sustancial en relación con los de tolerancia, ¿para qué sirve la negociación? Para un momento en que los costos de represión son muy altos y los de tolerancia, de salida, también son muy altos, porque hay muchos riegos como enjuiciamientos, persecuciones, etc. Lo que se hace a través de la negociación es reducir los costos de tolerancia, pero no tiene mucho sentido reducir esos costos cuando el gobierno no siente ninguna necesidad de negociar nada.

Muchas veces los aficionados a la negociación dicen que no se ha negociado bien o que los negociadores no eran los adecuados o que la agenda no era la correcta. Lo que se olvida es que la negociación es un juego de alternativas. Se llega a acuerdos cuando lo que está en la mesa es superior a lo que se puede conseguir afuera de la mesa de negociación. Lo que sucede en un proceso de negociación entre el gobierno y la oposición está condicionado, no por lo bien que las partes lo hagan en la mesa, sino por lo que está sucediendo fuera de esta.

Foto: Luis Morillo/ Archivo


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