La directora venezolana estrenó en 2022 tres películas. Ya prepara las próximas para 2023. Con una carrera en Estados Unidos, afianza una propuesta como autora.  

Caracas. En menos de seis meses, la cineasta venezolana Carla Forte estrenó tres películas: Miki Maniaco, Conejo e Histeria. Residenciada en el estado de Florida, en Estados Unidos, ha explorado un lenguaje cinematográfico que busca un discurso desde el individuo en ese eterno desentrañamiento de su relación con el entorno, con esa realidad que intimida, decepciona y reta inexorablemente.

Afirma ser tímida, pero su obra no corresponde a esa percepción. En el riesgo de su propuesta hay todo un desahogo a circunstancias de su vida que se convierten en una ficción infinita, en una aventura que merece ser apreciada, tanto en su introspección como en las respuestas que busca desde las más pertinentes dudas.

Hay un dato interesante, es un hito para una cineasta venezolana por la cantidad de películas estrenadas en un año. Bueno, para ser más exactos, tres largometrajes en un semestre

—Sí, así me dijo mi distribuidor. Estoy muy agradecida. Me alegra que se reconozca. Hacer cine no es fácil. Requiere un compromiso muy grande no solo con todos con los que trabajas, sino con la audiencia. Son procesos largos. Entonces, sí, estoy contenta.

En estas películas noto una indagación bastante intimista en los personajes protagonistas. En Conejo vemos esa aspiración que en cierta forma puede ser el reflejo de muchos actores, el desarrollo de un personaje y un mundo que puede llevar a la deriva. En Miki maniaco notamos a un actor que no lo logró del todo, el miedo perenne de muchos que se dedican al oficio. En Histeria hay una mujer que no encuentra respuestas en un ambiente desalentador

Para poder escribir una película, para indagar sobre unos personajes, hay que conocer un poco sobre lo que se está hablando. Hay que sentirlo. Me gusta ese compromiso de profundizar, partir de una realidad para convertirla en ficción. Es decir, realidades que voy transformando. En ese proceso, creo un mundo paralelo que es completamente irreal, pero en el que empiezo a creer. Es una forma también de sanar cosas.

A mí también me gusta dejarle saber a los actores que es importante conocer a esos personajes, aunque no hayan vivido algo exactamente similar. De otra forma, solo estarían repitiendo unas líneas. Escribí Miki maníaco durante un período bastante complejo de mi vida. Mi papá estaba enfermo y yo estaba lidiando con todo el sistema de salud en los Estados Unidos que no es para nada agradable, nada friendly, como decimos acá. Tenía ese disgusto hacia un sistema. También, en términos artísticos había cierta molestia. Acá el cine es un negocio, no es un arte. Digamos que en muchas partes del mundo se ve de esa manera. Para mí sigue siendo un arte. ¡Ojo! No quiere decir que detrás del arte no haya dinero para poder pagarle correctamente a las personas que trabajan contigo, pero cuando lo empezamos a ver como un negocio, se pierden muchas cosas que van ligadas a la humanidad. Vemos una cantidad de películas que salen simplemente para que se vendan. No hay ganas de educar ni de poner al público a pensar. Tampoco quiero decir que solamente tienen que hacerse películas de cine de autor, pero creo que hay cierta resistencia a que la audiencia tenga acceso a otro tipo de películas.

Y en esa línea también veo en la propuesta estética cómo permean otras disciplinas expresivas como la danza y también lo teatral

—Sí. Me gradué como intérprete de danza contemporánea cuando existía el Instituto Universitario de Danza. Fueron cuatro años de estudios universitarios. Empecé a hacer carrera fuera de Venezuela porque me fui cuando estaba recién graduada. Di pasos en el mundo del videoarte, comencé a escribir y a hacer películas. Digamos que mis conocimientos también han sido así, montándome a hacer las cosas y viendo, porque observando también se aprende mucho. Tal cual como lo dices, es muy parecido a como se trabaja en el mundo del teatro, de la danza, en los que existen procesos creativos largos.

En mi caso, podemos estar grabando en un tiempo máximo de dos semanas, pero los procesos creativos pueden ser de seis meses. Todo depende de la propuesta. Yo no podría estar haciendo lo mismo todo el tiempo. No podría realizar una película siempre bajo la misma estructura, con un proceso creativo exactamente igual al anterior. Me aburre enormemente. Por ejemplo, en Histeria se hizo un completo plano secuencia. Creo que ha sido una de las películas más complejas a nivel técnico que he hecho. Debe haber siempre un reto para mí, bien sea en el guion, técnica o actoralmente. Debe existir algo que me impulse a sentir que podemos lograr un cambio o un elemento diferente dentro de la manera de hacer cine. Todo ese viene de mi formación.

Podríamos considerarla entonces como una autora disruptiva

—Sí, bueno. (Piensa). Me dejaste en silencio. También muchas veces dentro de mi mundo interior no tengo respuesta a todo, ni sé muchas veces cómo describirme. Yo he escuchado cosas de otras personas tan fascinantes, tanto en términos positivos como negativos. Es fascinante cómo otro absorbe o ve mi mundo.

¿Qué es lo más fascinante que ha escuchado en ambos sentidos?

—(Ríe). ¿Quieres saber la más y la menos?

—La menos fascinante ha sido escuchar a un gran amigo decir que hago cine pobre, en términos de dinero. No es verdad que hago cine pobre, pero es cierto que no espero el presupuesto ideal para hacer una película. Si hubiese esperado por eso, seguro tú y yo no estaríamos hablando por teléfono. He hecho películas sin ningún presupuesto, como ocurrió con mi primer y único documental hasta ahora (The Holders). Lo hicimos mi esposo y yo sin nadie más.

En el caso de Ann, no superó los 15.000 dólares. Mi amigo viene del mundo del cine, estudió cine en escuela. Tiene un patrón bastante particular. Con lo que ellos hacen un cortometraje, yo hago un largometraje. Lo dijo como un chiste, no como un reclamo. Pero sí me afectó un poquito. Ahora, entre lo bonito que me han dicho está que la gente que trabaja conmigo habla mucho sobre el término de la calidad humana que hay en los procesos. Creo que el respeto dentro del proceso creativo tiene que ver con crear un ambiente agradable en el que, si se presenta un problema, lo superamos entre todos, escuchamos al otro. Permitimos que los demás aporten sin que se sienta algún tipo de miedo. Se profundiza mucho sobre el ser. Más allá de una película, o sea más allá de tener un largometraje bueno o malo, prefiero que cuando haya alguien que no funciona y pueda crear un ambiente déspota, inmediatamente corto. Creo que son decisiones importantísimas y la gente lo agradece. Lo otro que te dije al principio, sí es cómico. (Ríe).

Hace unos minutos habló del compromiso con la audiencia. ¿Cómo es su compromiso con la audiencia?

—Cuando yo empiezo a escribir, intento no pensar en nada más que en ese mundo que se está creando. Trato de no evaluar a esos personajes que se están configurando ni a mí. Intento simplemente hacer escritura libre. Hay días en que son completamente en blanco y otros que se llenan de mucha creatividad, momentos en los que en mi casa me dicen que soy frenética. Cuando me encierro a escribir, si no me tocan la puerta para decirme que está la comida, pueden ser las ocho de la noche y no salgo. Disfruto mucho ese proceso de soledad, incluso lloro mientras escribo. Es loco y agradable. Luego eso se va transformando, se va puliendo y surgen los cuestionamientos. Comienzas a ver cómo estás diciendo la cosa, si fue algo impulsivo o no. Te preguntas qué pasa con algún personaje.

En el caso de Miki maníaco me criticaron muchas veces la cantidad de groserías que decían los personajes. También cuestionaron los desnudos, especialmente los masculinos. Si hubiesen sido los femeninos, no me dicen nada. Era algo que yo sabía que iban a cuestionar, al igual que todo el tema de Dios, que hay todo un tema en este país con la religión. Los personajes debían ser vulgares. No podía ser de otra forma. No puedes adaptar tu historia a toda una audiencia. Cada uno es un ser individual, siempre habrá alguien a quien le guste y otro al que no.

Para muchos cineastas venezolanos en el país y en el extranjero, es un dilema estrenar en la cartelera nacional. ¿Cómo ve ese reto?

—Por un lado, hay una oportunidad increíble de proyectar en cines comerciales. Eso no lo puedes hacer en todo el mundo. Por lo menos acá, los nueve días de exhibición fueron en una cinemateca local que forma parte de un circuito, para el que hay todo un tema para entrar. Representantes, distribuidores y por último, un cineasta independiente. Pero bueno, he tenido la suerte y es el resultado de veinte años de trabajo en este país.

Sin embargo, en Venezuela tenemos esa posibilidad que agradezco. Sabemos que no es el mejor momento para la taquilla. Tengo muchos años fuera de Venezuela y sé que hay todo un tema con respecto a ese punto, pero quizás decir lo que a mí me parece sería hasta algo inventado. No sabría responder con exactitud esa pregunta. Tal vez mi distribuidor, Edgar Rocca, pudiera ser mucho más directo y honesto. Ahora bien, como cineasta, como creador que no viene del mundo del cine sino de las artes escénicas, a veces no te sientes tan parte, o no te hacen sentir parte del medio. Yo siempre haré cine, y será bienvenido el que lo reconozca. No pasa nada con aquel que no. Soy una persona que desarrolla esa práctica mental todo el tiempo. Pero sí me he dado cuenta que es difícil encontrar apoyo, tal vez como yo no vivo en Venezuela… Prefiero entonces mantenerme un poco alejada. Protejo mucho mi burbuja en todos los sentidos. Pero más allá de eso, muy agradecida con mi país y, especialmente, con Edgar Rocca.

En el caso de los cineastas venezolanos siempre está presente el tema de adquirir los recursos para llevar a cabo sus proyectos. ¿Cómo es su proceso?

—Siempre digo que hay que aplicar a todas las posibilidades que existan. No importa si no quedas la primera o la segunda vez. Nunca hay que rendirse ante las posibilidades de que un organismo, sea del gobierno o privado, apoye tu propuesta. Yo aplico constantemente a organizaciones culturales. Acá en Estados Unidos es bastante difícil, pero todo depende. Hay muchas ayudas para primeras, segundas o terceras películas. Yo llevo seis, entonces soy considerada una cineasta establecida. He trabajado mis proyectos a través de organizaciones culturales o productores ejecutivos.

Por ejemplo, Malena González es productora ejecutiva, al igual que Carlos Antonio León y Agustín Segnini. Mi productora, Bistoury Physical Theatre and Film, también asume una parte importante del trabajo. Aplicamos a grants (subsidios) en el estado de Florida. Eso nos permite cubrir parte de la postproducción. Hay todo un sistema que te enseña que primero eres tú la única persona. Es decir, el primero en defender tu arte eres tú. Genial si después alguien está contigo y te ayuda, pero eres tú la cabeza. Después surgen los círculos con familiares, amigos, organizaciones culturales.

También es cierto que soy una persona tímida. Las personas no me creen porque dicen que hablo más que un loro, pero lo soy. Toco puertas muy puntuales que pueden a organismos que pueden estar interesados en apoyar el proyecto. He aprendido a trabajar con los recursos que tengo. Si no puedo explotar un carro o volar un helicóptero, entonces invento otra cosa en la historia que funcione. Todos los cambios que se hacen deben ser para sentirte mejor. Ahora los teléfonos tienen cámaras. Si hay que empezar con un cortometraje o un largometraje desde el teléfono, se hace y ya. Vemos qué pasa. Hay que tomar en cuenta el tema de la distribución, que es muy cuesta arriba. Si lo haces solito, como es mi caso, es bien complejo. Hay que tocar puertas, enviar correos. Yo me dedico al arte. Por suerte, desde hace unos años decidí no hacer otra cosa que no estuviera relacionada con mi carrera. No quiero trabajarle ocho horas a nadie. Llegué a deprimirme porque no tenía sentido tener esa vida. No quería vivir para pagar las cuentas. Soy muy simple. Mientras menos, mejor.

¿Qué encontró en el cine que quizá no halló en las otras expresiones artísticas en las que se ha desenvuelto?

—Fíjate que es muy cómico. Sigo trabajando en el teatro como intérprete. Digamos que como intérprete estuve por primera vez en el cine en una película que se hizo durante la pandemia. Es una película que se grabó por Zoom, una cosa muy loca. Soy yo una de las protagonistas. Pero chico, yo no sé, digamos que a través del cine encuentro una libertad que me permite entrar en un mundo en el que las reglas no existen, en un mundo en el que se puede ser libre. Hay como una especie de anarquía, en el buen sentido de la palabra. Aunque en Histeria no hay un final feliz, en la ficción podemos lograr todo: matar a un personaje, revivirlo. Hay todo un mundo de posibilidades que no existe en la vida real. La realidad es la realidad. Tenemos una rutina, una familia, etcétera. La exploración del cine es infinita.

¿Qué hay para el año 2023?

—Estoy editando este proyecto que se hizo a través de Zoom durante la pandemia. Estoy con Gabriel Agüero. Se trata de dos personajes que se encuentran dentro de estos dos cuadrados, pero no saben hacia dónde van. Fueron aproximadamente casi dos años de proceso de construcción de personajes. Se llama Orange. Es un experimento en la construcción de personajes, en el encuentro de dos personas que están intentando buscarse en sí mismas y en la otra. Además, es una crítica a estas plataformas sociales, en las que básicamente estás idealizando constantemente a los otros, tanto a aquellos que no conoces como a los que sí. Personajes que no pueden tocarse, que no pueden profundizar más allá de una pantalla.

Por otro lado, acabo de terminar de escribir un guion con mi hermano. No puedo hablar mucho porque lo estamos puliendo. Trata sobre cómo la sociedad tiene sed del otro. ¿Qué significa tener sed de los otros? Estamos constantemente hiriéndonos. No me refiero solamente a heridas entre personas que conocemos, sino también en la calle. Vamos, como creando todas estas cicatrices y construyendo un ser humano que cada vez se hace más más fuerte o más débil. Se trata de un tema muy particular en este mundo que estamos viviendo con tantas calamidades.

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