El director de Yo y las bestias es cauteloso al hablar de un nuevo movimiento en el cine venezolano. También conversó sobre sus influencias en las artes plásticas, así como de las reacciones a su primer largometraje.

Caracas. Entre los comentarios más comunes de quienes han visto Yo y las bestias, están aquellos que distinguen la obra, los que elogian su historia, su dirección, su fotografía y las actuaciones. Comentarios que subrayan rasgos distintivos cuando comparan con otras películas hechas por autores nacionales. Incluso, hay quienes aseguran que se trata de un nuevo cine venezolano.

A todo ello, el director y guionista del largometraje, Nico Manzano, responde: “He estado leyendo sobre el tema. Atribuyen este término a la época dorada de Cuando quiero llorar no lloro o El pez que fuma. En un país que se está refundando todo el tiempo, el nuevo cine venezolano es un término sobre el que no se parará de hablar. Las generaciones en el arte no suelen conectarse. Pasa mucho en la música y puede que también en el cine. Quizá no tanto en las artes plásticas venezolanas, que tienen otro rumbo. Por ejemplo, en el cine no existe un Carlos Cruz-Diez o un Jesús Soto, o alguien como los poetas Rafael Cadenas o Ida Gramcko”.

Sí reconoce la singularidad de Yo y las bestias, que trata sobre un músico que deja su banda y emprende el camino del solista, un sendero onírico en el que lo acompañan dos misteriosas criaturas, en una trama de contrariedades externas y muy internas sobre la creación, la musa y los adioses. Sin embargo, es cauto al ubicarla en un movimiento, al menos de que surja un tipo de cine muy particular.

Para que exista una nueva ola de cine venezolano hay que hacer más cine. A pesar de que es un arte colectivo, esta idea de gremio la estoy conociendo ahora. Cuando rodé la película, conocía a muy pocas personas. De algunos tenía alguna idea por el teatro. Hablar de una idea colectiva como el Dogma 95 de Dinamarca no ha ocurrido en mi caso. “Mientras estudiaba cine escribí algo llamado el Manifiesto Araguaney (Ríe). Pero no lo cumplí mucho, afirma el realizador desde Ciudad de México, donde reside.

Nico Manzano
Antes de Yo y las bestias, Nico Manzano hizo música y videoclips
¿Qué planteaba el manifiesto?

– Hablaba de hacer cine con una vocación más personal, historias que resonarán como autor. También había otras reglas como que no se podía mostrar armas ni escenas de sexo gratuitas. Finalmente, no lo uso como carta, sino que fue un momento en el que traté de ver si convencía a otros de que se unieran. Me di cuenta que cada quien está en su propia búsqueda. 

Amarillo es el araguaney y amarillo son las bestias

–  Sí, y ahorita en pleno estreno de la película están los araguaneyes en Caracas.

Finalmente se estrenó en Venezuela. Después de tan buen recorrido y tan buenas críticas, ¿lo pone nervioso cómo pueda irle acá?

– No sé si nervioso, pero sí me emociona. Incluso cuando teníamos premios encima, participaciones como en el festival de Mar del Plata, la emoción más grande para mí fue ganar el Festival del Cine Venezolano. Es el reconocimiento en tu propia tierra. Creo que Yo y las bestias tiene muchas capas de lectura, es lo que he entendido con esta visión internacional de la película como narrativa universal. Claro, en Latinoamérica estos problemas se hacen más afines, pero Venezuela posee todas las capas para entender la película hasta el más mínimo chiste, incluso las referencias que tienen que ver con el registro plástico y fotográfico de la película

¿Qué espera que ocurra en el espectador venezolano una vez culmine de ver Yo y las bestias?

– Uno aspira que el espectador haga la película suya. A mí me gusta mucho el momento en la sala de cine cuando vas con dos o tres amigos, y una vez termina la película, cuando van de regreso en el autobús o hacen la cola para pagar el estacionamiento, la obra continúa. La película sigue resonando. Cada quien se apropia del discurso y da su propia interpretación. 

Yo y las bestias
Yo y las bestias está en la cartelera venezolana desde el 27 de abril de 2023
Me imagino que varias de esas interpretaciones han llegado a usted. ¿Cuáles lecturas son las que más le han sorprendido?

– Hay una que es la más común. Mucha gente me da las gracias por hacer cine venezolano fuera de la estigmatización del cine venezolano. Dicen que la película se aleja de esos tópicos de criminalidad, que creo que se están rompiendo. Hay varios largometrajes que van en esa dirección. Ahora, lo que más me sorprende es que la gente le da ciertas diferentes interpretaciones al tono de la película. Hay personas que tienen una historia muy similar, es decir músicos, a quienes les toca una fibra que no les permite ni siquiera considerar los chistes. Se la toman muy en serio. Por ejemplo, hicimos una proyección aquí en México en una sala de la Alianza Francesa con aproximadamente 170 butacas. Se llenaron los dos pisos. Mucha gente era de Venezuela, personas que emigraron, también hubo mexicanos. Muchos estaban riéndose por ese humor que es medio extraño, medio incómodo. Al final de la proyección se me acercó la cantante Laura Guevara con los ojos hinchados por llorar. Me dijo que esa era su historia, que solo faltaba que Andrés fuera mujer.

Hay todo un bagaje cinematográfico, pero también están sus vivencias alrededor de la música, y desde la música. Hay una simbiosis. ¿Podría decirse que Yo y las bestias es una película de un músico que se dio cuenta que el cine es su mejor manera de expresarse?

–  (Piensa) Puede ser. Fíjate que rodamos Yo y las bestias en 2017, pero la estrenamos en 2023. Creo que el cine es una buena manera de expresarse para transmitir un mensaje que se cuece a fuego lento. No por eso voy a dejar de insistir con la música, que es más instantánea. Te pones dos o tres días a grabar, producir, mezclar. Es un poco más relajado.

Veo también en Yo y las bestias ese cine contemplativo que pareciera estar solapado en cierta forma por la inmediatez de las redes sociales, así como por películas más comerciales en las que todo está dado en el menor tiempo posible

– Particularmente no pienso mucho en eso. Parto de la idea de hacer lo que quiero ver y no me enfoco en trazar una línea entre el cine comercial y el cine independiente. Hay muchas películas de cine comercial que me gustan. Hace poco fui a ver Super Mario Bros: La película, y la pasé buenísimo. Yo creo que cuando una película es buena, es buena independientemente del género. Lo mismo pasa con la música. Obviamente hay películas que son más masivas, como las de superhéroes y demás, pero hay joyas.

Ahora estoy viendo Andor, la serie de Star Wars. Me gusta mucho. Ves que el escritor es Tony Gilroy, que fue el mismo que hizo Michael Clayton. Creo que no hay que encasillarse, eso de decir que uno defiende una bandera más que otra. Yo me siento más cómodo haciendo historias así porque me gustan más.

Me he formado para hacer este tipo de cine, pero de repente veo películas de Steven Spielberg, por mencionar un referente mainstream, y digo que no existe una persona que pueda contar mejor determinada escena. Me apasiona la narrativa visual como lenguaje, bien sea a través de un montaje trepidante o de la contemplación. Manejo una forma narrativa en la que cada uno de los elementos de la composición habla, en la que cada plano es lo suficiente como para que se vea todo el cuadro como si fuese una pintura.

Nico Manzano
Es muy clara la influenca de las artes plásticas en Yo y las bestias
Sáqueme de una duda. En Yo y las bestias la noche es prácticamente ausente…

– ¡Imagínate! La noche la reservamos para dos escenas. Una de ellas es aquella en la que Andrés le propone a Leonor (Estefania Quijada) un nuevo proyecto musical. De alguna forma era como el final de la era de hacer música en conjunto. Le cae la locha. La noche marca una especie de punto y aparte.

El ocaso y el nuevo amanecer para Andrés

– Totalmente. Fíjate que luego viene el plano secuencia en la playa en el que camina hacia una soledad, hacia ese mundo interno.

También se ha subrayado el tema de los principios. Su conflicto comienza por defender sus valores, por no sumarse a una decisión que iba en contra de lo que él pensaba. Ha dicho que las películas deben ser más grandes que el autor, pero siento que si algo comparten los artistas, las personas en general, es cómo mantener la entereza. Quizá hay un destello de su presencia en el personaje

–  (Sonríe) Puede ser. Quizá se me quedó mucho una lírica de mi época del punk que decía ‘dónde están mis amigos que hablaban del punk y la anarquía, dónde están, que no los veo, están escondidos buscando un empleo’. Y bueno de alguna forma como que esa frase siempre ha marcado el hecho musical desde lo ideológico. Quizás lo que comparto con el personaje es que viene de mezclar música con ideología en la adolescencia. Pero más allá de que su punto de vista me parece válido, me gustaba la idea de ponerlo en remojo. Es decir, ese conflicto inicial que tiene para dejar Los Pijamistas no me parece que sea ni bueno ni malo. Es una decisión buena para su espíritu, pero también es mala en el sentido de lo que lo aleja.

Noto en esta ópera prima una intención de trazar un camino propio, por decirlo de una forma. Establecer una personalidad en su propuesta estética. Ha hablado por ejemplo de la influencia de artistas plásticos como Carlos Cruz-Diez, Jesús Soto o Ramón Vásquez Brito. Noto esa intención de demarcar más allá de seguir líneas de otros realizadores, de los antecesores. Veo una declaración de principios

–  Sí, una declaración de principios, pero que no se confunda con que quiero poner una barrera o deslastrarme de lo que se ha hecho anteriormente en el cine venezolano. Muy posiblemente en lo visual veo más de las artes plásticas venezolanas que del cine venezolano. Se trata de un tema de visión fotográfica.

A mí me encantaría pintar. Creo que soy un pintor frustrado. Lo he intentado varias veces. Tengo por ahí uno que otro cuadro digital, pero para decorar la casa. Hay que partir también de la idea de que soy diseñador gráfico. Tengo como un bagaje más allá del propio cine. Pero eso no quiere decir que quiera marcar una distancia. Por ejemplo, me encanta una obra como Pelo malo. Esa visión de Mariana Rondón me pareció increíble. Esa película termina con el himno nacional y todo lo que implica. Muy avanzada en las discusiones que se tienen en estos momentos. Todo a través de algo tan sencillo como alisar el cabello. Es increíble. Una cosa es la ejecución que tengo, una visión que proyecta mi personalidad, pero eso no impide que me sorprenda cuando descubro el mundo a través de los ojos de otra persona.

Nico Manzano

También se involucró en la música que se escucha en Yo y las bestias. ¿Cómo decidía qué expresar a través del cine y qué con la música?

– Definimos que el protagonista no tuviera la capacidad verbal como fortaleza. Andrés Bravo es un personaje al que le cuesta expresarse de una forma fluida. De hecho, la inteligencia emocional se manifiesta a partir de aguantar y aguantar. No es muy verbal. Conscientemente reservé eso para el hecho musical. Entonces, de repente ves cómo canta un verso en el que dice sentirse como una flor al pie del volcán. Hay toda una profundidad porque te hace entender que sabe de su propia condición.

Hay series, películas o novelas en las que uno llega al final y luego extraña a los personajes por un buen tiempo. ¿Cómo fue en su caso con Andrés? ¿Se despidió de él?

– (Piensa). Pensé que lo había hecho el último día de rodaje. De hecho, hay una foto muy bonita en la que el actor Jesús Nunes y yo nos dimos un gran abrazo. También debo decir que dos semanas después tuvimos que hacer los doblajes de la película. Pasé una buena temporada con él. Era ver otra vez al personaje porque teníamos que grabar los diálogos que no quedaron bien. Él seguía conservando el pelo largo. Me decía que le costaba cortarse el pelo, que no quería despedirse. Nosotros tampoco. Pero un día apareció con el cabello corto. Ese fue el primer paso.

Para ese momento quedaba grabar la introducción de la película en Las Cumareguas, pero él no fue a ese rodaje. Solo estuvieron los actores que interpretaban a las bestias. Dos años después, cuando yo estaba en México, recibimos un comentario de la agencia que adquirió los derechos de Yo y las bestias. Nos comentaron que el final es un poco abierto. Querían un cierre más onírico. Pensé que hubiese sido increíble despedirlo en las salinas, con las dos bestias caminando. Como que todavía pienso en cómo hubiese quedado el final de la historia de otra forma. Tal vez eso hace que el personaje no se haya ido del todo.

¿Algo más que quiera agregar y que no hayamos mencionado en estos minutos de conversación?

– Creo que lo he dicho en otras entrevistas. Este proceso de creación de las bestias nace con un sonido que surgió cuando grabamos el primer disco de Sexy Bicycle, llamado The River, que sacó una disquera española llamada Mama Vynila. Recuerdo que estaba en Barcelona, en mi habitación hicimos  un pequeño estudio, con un micrófono y una interfaz. Hacíamos una canción, todo iba normal. Entonces, Nika Elia, el amigo de Georgina con el que luego hicimos la música de la película, empezó a hacer un sonido como tarareando. Mejor dicho, “larareando”, falsete. Intuitivamente lo pasé por unos efectos y nos vimos a los ojos. Los griegos tienen una palabra para esto, se llama anagnórisis. Es algo así como cuando Darth Vader dice ‘Luke, yo soy tu padre’.

Una información muy importante para la identidad de una persona. Fuimos a comer chino. Los dos estábamos en euforia. Decidí que la música la íbamos a hacer a partir de ese sonido. Ese es el sonido de las bestias. Todo calzó a la hora de escribir la película. Primero pensé en unas bestias peludas, pero luego le pusimos velos para que fueran más misteriosas y abstractas. Así siento que debería ser la música. Las bestias estás desprovistas de rostro. Eso de asociar siempre la música a un cuerpo o a un rostro es muy de la música pop. Creo que la música es algo tan abstracto y tan bonito que me gustaría jugar a las bandas sin rostros, como pasa con Ghost o los primeros discos de Tool. Ese anonimato me llama la atención, que la canción sea lo importante.

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