Sin agua, sin luz ni electricidad, así los colegios quedaron fuera de servicio durante el año escolar que culminó. El director de la Escuela de Educación de la Universidad Católica Andrés Bello, José Javier Salas, asegura que entre 6 y 8 semanas pierde un alumno recurrente esperando a que sus compañeros se incorporen a clases. “Cada vez es más insignificante el tiempo que se pasa en las aulas”, dijo.

Caracas. Hasta diciembre de 2017, Victoria pudo asistir regularmente a la escuela. El efectivo y la falta de transporte en Maracaibo la sacó del aula desde enero de este año. La situación se agravó y sus posibilidades de llegar al plantel se minimizaron. Hasta tres días por semana podía quedar inasistente. Pese a que intentaron buscarle un transporte, no fue posible ante la falta de repuestos o porque la persona no cubría la ruta.

A Victoria, de 7 años de edad y cursante de primer grado, le gusta su colegio, le gusta estudiar. Ella misma consiguió a una maestra jubilada que da tareas dirigidas detrás de su casa. Le pidió a su mamá, Yraudis Requena, que la inscribiera. Ya le habían advertido que necesitaría ayuda extracurricular para reforzar la lectura.

Comenzó en abril, todas las tardes dos horas. Ya la niña está aprendiendo a multiplicar. Me dice que le pregunte la tabla del 2 y del 3. En el boletín de mayo la maestra le puso cosas muy bonitas, dice Requena. Con felicidad, su mamá asegura que llegará a segundo grado sabiendo leer, escribir y tomando dictados. En agosto también recibirá clases.

Victoria está recuperando la rutina que perdió como consecuencia del colapso de los servicios básicos. Pero no solo a ella se le ha alejado el camino a la escuela. Otros 2,8 millones de estudiantes —según datos de 2017 de la Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi)— también dejaron de asistir a clases por irregularidades en el suministro de agua, apagones, transporte, alimentación y huelgas. En el primer semestre de este año se generaron 1391 protestas por servicios básicos, de acuerdo con el Observatorio Venezolano de Conflictividad Social. Y las escuelas no escapan de esta crisis.

Muchos estudiantes dejan de ir a clases semanas enteras, nosotros calculamos que los alumnos pierden entre 6 y 8 semanas esperando que los otros estudiantes que no van, puedan hacerlo. El tema de la cantidad de días efectivos de clases es un misterio. Cada vez es más insignificante el tiempo que se pasa en las aulas, lamenta José Javier Salas, director de la Escuela de Educación de la Universidad Católica Andrés Bello.

En un recorrido de Crónica.Uno —realizado en compañía de la Federación Venezolana de Maestros— por diversas instituciones educativas, tanto públicas como privadas, directivos coincidieron en que las fallas en los servicios los dejó sin actividades en diversos momentos o sin la posibilidad de garantizar las condiciones necesarias para impartir clases.

En el caso del transporte flexibilizaron la hora llegada hasta una hora más tarde.

Solo dos maestras me llegaban puntual, el resto no. De hecho, dos se retiraron porque se les complicaba llegar. Tampoco tuvimos asistencia completa porque los niños no tenían el uniforme limpio, por el agua o el efectivo, cuenta una directora de un colegio privado ubicado en El Paraíso.

Cuando al profesor se le hacía tarde, enviaba por Whatsapp el contenido para que una de las coordinadoras adelantara en aula.

El ministro de Educación, Elías Jaua, en la entrevista que dio en el programa Vladimir a la 1 el pasado 12 de junio, reconoció que la crisis de transporte dificulta el acceso a la educación. Sobre los docentes dijo: El ministerio ha dado la instrucción de que el maestro que no pueda llegar sea reubicado y su vacante sea suplida por un maestro de la comunidad.

El suministro de agua, sobre todo desde abril, también disminuyó la asistencia. Como medida para garantizar la actividad académica, una escuela en la parroquia Macarao resolvió pedir a los estudiantes un envase de 5 litros de agua para bajar al menos las pocetas. Mientras que cocinar no fue posible.

Si colocaban el agua el domingo, trabajamos los lunes porque se llenaba el tanque. Pero ya el martes se vaciaba, entonces no teníamos clases, cuenta la subdirectora de un plantel público, quien prefiere no identificarse. Ante la pérdida constante de clases —no precisó cuántos días— un representante donó una cisterna de agua, con eso garantizaron una semana de clases.

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Menos estudiantes

La situación hace que por los problemas que hay de alimentación, salud, hiperinflación, falta de recursos, problemas de transporte, de servicios, los niños se vean obligados a no solo no asistir recurrentemente a la escuela, sino a retirarse, otros han emigrado, expresa Olga Ramos, de la Asociación Civil Asamblea de Educación.

Aunque no hay datos oficiales de la cantidad de estudiantes que han abandonado las aulas para irse del país, el Registro Administrativo de Migrantes Venezolanos en Colombia, que realizó el gobierno de ese país entre abril y junio, contabilizó que hay 118.709 niñas, niños y adolescentes venezolanos. De esos, solo 33.107 se encuentran estudiando.

En las 174 escuelas de Fe y Alegría, las inasistencias fueron entre 12 % y 30 %, indica Luisa Pernalete, coordinadora del proyecto Paz y Ciudadanía. No significa que son siempre los mismos que faltan. Tenemos casos en el interior del país en que ha habido días con 70 % de inasistencias, 5 o 6 estudiantes por aulas. Sobre todo en los primeros grados. Yo nunca, en mis 44 años en Fe y Alegría, había visto esas cifras, destaca.

Las causas: alimentación, transporte y efectivo, falta de detergente par lavar uniformes —este cuesta aproximadamente 9,5 millones bolívares— falta de útiles escolares, desmotivación estudiantil por las distorsiones económicas, agua y luz.

Sin transporte, sin agua y sin electricidad. Los constantes cortes afectaron parte de los equipos escolares. El mayor problema fue la cantidad de artefactos eléctricos dañados, muchos los reparamos con ayuda de los padres. Se dañó una computadora, una laptop, un aire acondicionado, una nevera. En el último mes [junio] se fue la luz tres días completos, relata una docente de un colegio en El Paraíso.

En esa misma zona, la directiva de un plantel habilitó el patio para que los estudiantes pudieran recibir clases cuando se iba la luz: Ahí los sentábamos en forma de indio, utilizaban carpetas para afincar. A ellos se les quemaron tres computadoras, un servidor, dos microondas, un televisor y tres aires acondicionados.

En el Zulia en los últimos meses las inasistencias fueron porque las familias pasan noches completas sin luz, no pueden dormir, refirió Pernalete.

¿Qué se va a hacer en casos donde falle la luz, el agua? Deben tener un plan de contingencia, reclama Ramos a las autoridades gubernamentales. Deben iniciar un proceso de reincorporación y de nivelación de los estudiantes que se ausentaron o abandonaron, concluye, pensando en que no se pueden arrastrar los mismos problemas para el periodo 2018-2019.

Foto: Carmen Victoria Inojosa


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