De zapatos a comida: el auxilio de los comercios en Venezuela durante la pandemia

El cambio de rubro no ocurre solo en los comercios formales. Quienes trabajan por cuenta propia también se las ingenian. Marco Yépez, quien dice que a sus 72 ya no puede batir concreto, en los últimos años se ha dedicado a vender papelón con limón y de vez en cuando pone uno que otro artículo para obtener más dinero.

Caracas. La brecha de la informalidad empezó a expandirse a medida que la economía venezolana se reducía y los salarios se volvían insuficientes a causa de la hiperinflación. Con la llegada de la pandemia y los confinamientos como medida preventiva contra la COVID-19 los comercios han buscado caminos alternos para mantenerse a flote. 

Al oeste de la ciudad una zapatería lo primero que exhibe en sus vitrinas son alimentos. A un costado se ven los zapatos deportivos, que solo pueden ser vendidos en las semanas en que la cuarentena es flexible. El dueño del local dice que, prácticamente, no perciben ganancias con la venta de comida, pero eso es lo único que les permite estar abiertos y no enfrentarse a la realidad de no hacer nada. 

Cada vez más comercios ponen en las vitrinas artículos que contrastan entre sí. Tiendas que antes fueron de lencería ahora lucen anuncios de golosinas en la entrada y así van adoptando nuevos rubros para sobrevivir a la crisis económica y ahora también a la pandemia. 

Foto: Tairy Gamboa

El mayor gremio que agrupa a los establecimientos formales, el Consejo Nacional del Comercio y los Servicios (Consecomercio), estima que un 30 % de los locales ha migrado a otro sector por subsistencia, en esos casos cuentan a quienes en el último año cambiaron de rubro o quienes decidieron operar de forma virtual.

La semana pasada el Ministerio de Comercio cerró de forma temporal la cadena Traki por expender productos no priorizados. Consecomercio dijo el 14 de abril durante una rueda de prensa que no habían recibido información de esa cadena y que todos los comercios deben respetar la normativa para operar. No obstante, el presidente del gremio, Felipe Capozzolo, expresó que difícilmente un comerciante minorista puede superar los estragos de la pandemia. “Son los grandes perdedores”, agregó.

Consecomercio calcula que 90 % de los establecimientos tienen alguna afectación por la pandemia y un 30 % reporta afectación estructural grave. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) advertía en noviembre del año pasado que los sectores más afectados por la crisis sanitaria son los de servicio doméstico, restaurantes, hoteles y comercio. 

Foto: Tairy Gamboa

Pero el cambio de rubro no ocurre solo en los comercios formales. Quienes trabajan por cuenta propia también se las ingenian para ganar más dinero. Marco Yépez tiene 72 años y dice que a su edad ya no puede batir concreto, ni pintar paredes, el oficio que realizó desde que era joven. En los últimos seis años se ha dedicado a vender papelón con limón. 

En el bulevar de Sabana Grande está parado el carrito de Marco. Además de la bebida refrescante su puesto luce otros artículos que nada tienen que ver con la gastronomía: se trata de bombillos eléctricos. Su última inversión para obtener más bolívares.

“Mi trabajo era la albañilería desde que estaba joven, pero ya tengo seis años vendiendo papelón con limón porque los trabajos casi no salían y con la vejez uno no puede trabajar la construcción. Ya no puedo andar batiendo concreto, pintando. Con esto me ayudo”, dice el hombre mientras atiende a un cliente. Las pensiones se han deteriorado hasta llegar a menos de un dólar al mes, lo que ha obligado a los adultos mayores a volver al trabajo.

Foto: Tairy Gamboa

Para Marco, los bombillos en el carrito de papelón son una de las tantas cosas que pone allí para compensar las ganancias. “Si me va bien vuelvo a comprar, si no, me invento otra cosa”, explica. Aunque añade que lo que más vende es el papelón. 

A un año de anunciar los primeros casos de COVID-19 en el país, el mes pasado repuntaron los contagios. La vicepresidenta Delcy Rodríguez dijo a mediados de marzo que Venezuela vivía una segunda ola que era “más virulenta” que la experimentada en meses anteriores. Los confinamientos se han mantenido intermitentes desde junio, con lo que el gobierno de Maduro ha llamado el 7+7, pero con siete años de recesión a cuestas los empresarios insisten en que es imposible apegarse a largos periodos de confinamiento. Además, casi la mitad de la población trabaja por cuenta propia.

Aun vendiendo alimentos, un rubro priorizado por las autoridades en las semanas de cuarentena, los comerciantes pueden experimentar cierres. En La Candelaria una empleada de una zapatería contó que laborar en semanas de cuarentena es difícil. “Todo es cuestión de estrategia para poder sobrevivir, pero en radical es fuerte. En muchas ocasiones nos mandan a cerrar, si ven mucha multitud pagamos todos”.

Otra empleada de una tienda de lencería ubicada en Sabana Grande dijo que durante los días de cuarentena trabajan hasta que la policía los manda a cerrar. Los comercios también se cuidan de recibir una multa, por ejemplo, si no acatan las órdenes de la policía pueden recibir un precinto de seguridad que les cierra la tienda por tres semanas.

En tres locales los encargados coincidieron en que las ventas están bajas y que incluso ofrecer otros rubros no les garantiza mayores dividendos.

La Cepal recomienda que, para que se dé una recuperación sostenible con igualdad, se requiere acceso equitativo a las vacunas. América Latina y el Caribe es la región en desarrollo más afectada por la pandemia. El organismo asegura que la crisis por el covid elevó las brechas estructurales de la región en materia de desigualdad, espacio fiscal limitado, baja productividad, informalidad y fragmentación de los sistemas de protección social y salud.

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