El arte de tejer amigurumi le salvó la vida a una médico zuliana

Artesanos zulianos

Una médico pediatra y su hijo arquitecto cuentan cómo el arte de tejer los salvó luego de enfrentarse a una enfermedad, la crisis venezolana y la pandemia. Hoy siguen de pie y se han convertido en los únicos zulianos que hacen réplicas en amigurumi.

Maracaibo. Pedro Marval es un joven zuliano que desde pequeño tuvo destreza para el arte. En 2014 se graduó de arquitecto en la Universidad del Zulia y de inmediato comenzó su proyecto: Pedro Marval Studio, donde a través de las redes sociales mostraba sus dibujos y caricaturas, luego incluyó esculturas en tercera dimensión hechas a mano con arcilla polimérica.

Tres años después, la vida le dio un revés del que hoy se siente profundamente agradecido sin cuestionar lo que Dios ha deparado para él.

A mediados de 2017 el recrudecimiento de la crisis en Venezuela dejó a su madre, Zoraida Rosales, de 62 años, sin trabajo como médico pediatra y también a Pedro, quien se desempeñaba en su área, paralelo a su emprendimiento.

En diciembre de ese año estábamos en una situación muy grave y mi mamá enfermó de Guillain Barré, perdió la movilidad de brazos y piernas. Estábamos sin trabajo, sin seguro, pasamos de tener estabilidad a no tener nada”, cuenta Pedro.

Para enero de 2018, Zoraida estaba en silla de ruedas, mientras Pedro hacía todo lo posible para costear sus terapias y procurar su recuperación. “El neurólogo me dijo que tenía que cambiar la vida ajetreada que tenía, ya no podría hacer guardias. Tenía que buscar algo más tranquilo que hacer”, explica Zoraida.

Artesanía zuliana
Uno de los primeros trabajos de Zoraida y Pedro fue una figura personalizada de su neurólogo para agradecerle su apoyo durante la enfermedad/ Cortesía Pedro Marval
Tejer me salvó la vida

Después de tres largos meses con la mitad de su cuerpo paralizado, Zoraida logró recuperar la salud, pero la situación económica no mejoraba. Pedro vio en internet que una señora de Perú usaba una técnica de tejido que le pareció interesante y de la que pensó su madre podría aprovecharse.

“Mi hijo me comentó que había conseguido unos muñequitos tejidos y me preguntó si me animaba a hacerlos, yo le dije: la verdad, no creo que pueda. Pero él me propuso hacer los dibujos para que yo me fuera fijando y los tejiera por piezas, así que me puse a ver los videos de la peruana y arranqué”, cuenta la pediatra.

Zoraida está convencida de que tejer le salvó la vida. Hoy son muy pocas las secuelas de la enfermedad y agradece el hijo que tiene: “Él siempre ha sido mi apoyo y tejer me ayudó mucho a recuperarme, a no sentirme inútil”.

Crecieron en redes sociales, se dieron a conocer, pulieron sus trabajos y consiguieron la manera de ampliar su creatividad con trabajos únicos, mientras amigos y familiares regaban la voz.

Al principio no sabíamos ni cómo se llamaba esa técnica, pero investigando nos dimos cuenta que se trataba del amigurumi”, comenta Pedro.

Las figuras personalizadas, flores, vírgenes y santos forman parte de la variedad que ofrecen. Confiesan que lo que más les pide la gente son réplicas de familiares y mascotas. Estos pedidos han aumentado con la diáspora venezolana y sus diseños están en España, Alemania, Argentina y México.

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Las figuras en 3D de arcilla polimérica se han convertido en recuerdos familiares en el exterior al igual que los amigurumi/Cortesía Pedro Marval
La pandemia, un duro golpe

Con la llegada de la COVID-19 y el cierre de la frontera, el emprendimiento se frenó, recuerda Zoraida: “El primer año fue duro porque no teníamos donde comprar materiales y la gente no encargaba nada”.

Sin embargo, salieron a flote con la venta de las caricaturas de Pedro. Además, idearon hacer patrones de las figuras de amigurumi y venderlas, no solo para mantener su entrada económica, sino para ayudar a las personas que, al igual que ellos, estaban encerrados.

Ahora hacemos nuestros propios diseños, a pesar de que en internet se consiguen muchos patrones, nos hemos dado a la tarea de que los nuestros sean más explicativos y detallados”, dijo el arquitecto.

Zoraida explicó: “Hay mujeres como yo que tejen y con la pandemia retomaron el tejido a través de nuestros patrones. Muchas mujeres de otros países se salvaron igual que yo”.

Para ellos, la clave es no rendirse, y después de enfrentar tantas adversidades hoy son referencia como los únicos que crean figuras de este arte de origen japonés en el Zulia.

Trabajo en equipo

Las piezas pueden ir desde los siete centímetros, con una inversión de 16 horas de trabajo, hasta 40 centímetros —la más grande que han hecho— con dos semanas de trabajo.

Una de las cosas que más nos piden son llaveros y la Virgen de Chiquinquirá, pero las figuras personalizadas llevan la batuta porque la gente quiere cosas únicas, réplicas de abuelos, hermanos o mascotas”, dijo Pedro.

Pedro sigue haciendo los dibujos en 3D por piezas para que Zoraida le dé forma con sus manos a los personajes. Luego él se encarga de los detalles y de unir las piezas.

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Zoraida y Pedro aseguran que su emprendimiento los mantiene a salvo en medio de la crisis/Cortesía Pedro Marval

Para ellos, esto es más que un trabajo, es una oportunidad divina que les dio el cielo de acompañarse y mantener la mente alejada de las malas noticias del país.

“Todos los días le doy gracias a Dios por la compañía y la salud de mi madre. Hemos aprendido que las metas que uno se traza no siempre son las de Dios y hay que aceptar con humildad lo que él pone en el camino y sacarle provecho, por eso agradezco que esto lo podamos hacer juntos”, soltó Pedro.

Para este año Pedro Marval Studio planea la creación de una web y videotutoriales que apoyen a la gente que quiera comenzar a tejer y generar ingresos a través de este arte.

Según la tradición, regalar un muñeco amigurumi representa el valor del amor, la confianza, refugio y apoyo, valores que han mantenido unidos a madre e hijo.

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